Que la gente se acuerde de comer pescado solo en Semana Santa es una situación que se repite todos los años. Los paranaenses estamos acostumbrados a volvernos locos recorriendo Bajada Grande o Puerto Sánchez en busca de alguna pieza en particular o para degustar las ricas empanadas que se preparan en estos lugares. En otros puntos de la ciudad también están los puesteros amigos que nos guardan varios kilos para poder darnos una “panzada” en nuestras casas y rodeados de la familia. No importa el precio que se paga, a sabiendas de que suele haber aumentos importantes en esta época del año. Es que se aprovecha esa necesidad casi desesperante de poder degustar una boga o un dorado a la parrilla, una buena fritanga o un chupín de armado. Quizás, la gente no sabe que el resto del año también lo puede hacer, aunque reconozco que el consumo creció teniendo en cuenta la inversión que en la actualidad hay que hacer cuando se pisa una carnicería.
El virus tiene nombre y apellido
Por Mauro Meyer
Ahora, la situación cambió. Vivimos una Semana Santa particular por diferentes aspectos y uno es el que ya todos conocemos. Ante un panorama delicado, será difícil poder disfrutar de las delicias que nos ofrece nuestro río Paraná, aunque los pescadores se las han arreglado para tener hasta un servicio de delivery. Seguramente no tendrán el ingreso económico de años anteriores, algo que preocupa ya que forman parte de lo que se llama trabajo informal.
Sus bolsillos se verán resentidos, aunque es un panorama que viven muchas personas y a las cuales el Estado está tratando de ayudar de diferentes formas. Ahora bien, a todo esto se suma una llamativa bajante de las aguas, ya que el Paraná registró en el Puerto de la capital provincial 82 centímetros, la marca más baja del siglo y parece que la tendencia no se detendrá en los próximos días.
Así las cosas, la situación para los que salen a buscar el pescado no es fácil, porque además sufren el deterioro de sus materiales de trabajo, como las mallas de arrastre, no solamente por la proliferación de las palometas sino también porque se rompen con los elementos que puede haber en el lecho del río. Los que viven de la actividad se las arreglan para complacer el apetito de las personas, tratando además de cumplir con las medidas que se exigen para cada una de las especies. Por eso causa mucha indignación cuando hay gente que no lo hace y, aprovechando la bajante y la proliferación de peces, se lanzan a una matanza indiscriminada de la cual las autoridades pertinentes parecen no haberse enterado.
En las redes sociales abundan los videos sobre la pesca furtiva de los surubíes y la muestran como si fuera una diversión. Hasta a “palazos” los matan para sacarlos del agua, mostrando una técnica que le causó gracias a muchos. Es que pocos entienden lo que significa cuidar la fauna que hay en el río. Además, se sienten impunes porque los recursos para controlarlos escasean ante la difícil situación que está viviendo nuestro país. Muestran sus trofeos y hay otros que lo hacen viral, no para marcar el mal accionar de estos individuos, sino con un tono de envidia por no poder disfrutar de esa situación.
En sus redes sociales, Pablo Disanti hizo un pedido urgente a las autoridades pertinentes para tratar de frenar el daño que se está ocasionando. El creador de Tiempo de Pesca y uno de los pescadores deportivos más respetados de nuestro país solicitó que se busque a los responsables y que se los juzgue como corresponde, aunque escuchándolo pensé que estaba pidiendo algo imposible. Es que las leyes vigentes para este tipo de contravenciones no son muy fuertes y no pasan más allá de una multa y la retención de los elementos utilizados en la pesca ilegal.
Uno, que siente algo especial por la pesca y por toda la ceremonia previa que hay antes de salir a tirar las cañas, hace causa común con los que piden un control más estricto. Pero si en épocas normales es complicado, por estos días se hace casi imposible encontrar y castigar a los que piensan que sacar un surubí a “palazos” está bien. Es evidente que hay otro virus que también es peligroso. Tiene nombre y apellido. Y es el mismo ser humano.