El título puede ser parte de un libro de Alejandro Dolina, pero en realidad hace referencia a los obituarios. Esa sección tradicional de los diarios, poco valorada periodísticamente aunque muy leída. “Los obituarios mejoran al ausente porque apaciguan los conflictos, pero sobre todo nos mejoran a nosotros mismos”, dice el escritor Osvaldo Aguirre en un artículo donde repasa grandes plumas que empezaron escribiendo reseñas de fallecidos famosos, como así también aquellas personalidades que en vida pensaron lo que les gustaría que escriban de ellos cuando ya no estén.
El arte de la ausencia
Por Dina Puntín
Un obituario es una nota con información biográfica de una personalidad y datos sobre su deceso, en oportunidades acompañado de una foto. Por lo general estos textos apuntan a recordar quién era la persona fallecida, destacando los momentos más importantes de su vida.
Lectores de vieja data empezaban leyendo el diario por las páginas de atrás –donde aún hoy se publican los avisos fúnebres– porque allí también encontraban información: nombres, fecha de deceso, ciudad, apellidos de esposa o hijos políticos y también el tipo de muerte (accidental, repentina, por penosa enfermedad).
El libro Diccionario Necrológico Sanisidrense recopila obituarios publicados en medios gráficos del partido de San Isidro (Buenos Aires) y sus alrededores, correspondientes al período de 1920 a 1952. “Después de soportar las alternativas de una larga enfermedad falleció el 3 del corriente el antiguo y caracterizado vecino de esta localidad (y daba el nombre), caballero que gozaba de generales simpatías por sus bellas condiciones personales y espíritu de bien. El extinto, que fallece a la avanzada edad de 86 años, llegó a nuestro país hace más de 60 años, y en la actualidad era el único socio sobreviviente de los que en el año 1878 fundaron en esta localidad la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos. Sus restos fueron inhumados en el panteón de la mencionada institución en el cementerio local, acto al que asistieron en corporación las autoridades de la misma y los asociados”, publicado en 1933.
Así se resumían décadas atrás obras y milagros de un vecino. Luego las formas literarias fueron dejando lugar a lo concreto y hoy son las redes sociales las que potencian ese efecto multiplicador, y en el caso de la necrológica sintetizan un texto tradicional en una infinidad de posteos, comentarios, tuits y retuits que extienden y ahondan la conmoción ante la pérdida.
Sin embargo, en este tiempo de pandemia y soledad, la necesidad de hacer saber el amor al ser querido se transformó en reseñas biográficas que llenaron las páginas de medios gráficos del mundo, ayudando a canalizar la pérdida y rescatando el valor del obituario.
Como es recurrente remarcar, el Covid-19 llegó para cambiar la vida humana y no solo por el aislamiento social y físico entre las personas, el miedo a enfermar y a morir, sino también costumbres, momentos y situaciones. En estos meses de crisis sanitaria mundial no hay velorios masivos, ni sepelios multitudinarios, no hay despedida digna. Y en los países europeos, también Estados Unidos como en Argentina misma, se conoce a los difuntos por números que engrosan las crueles estadísticas.
En Italia –país muy golpeado por el virus y con más de 175.000 muertos– para graficar el daño que comenzó provocando el Coronavirus –y como forma de lograr conciencia social– se grabó un video que mostraba la sección fúnebre de un diario en febrero de este año con sólo una página y media de avisos y en marzo un total de 10 páginas completas de necrológicas.
Días atrás, un diario argentino publicó en su web una mini biografía de los primeros 80 fallecidos en el país como una forma de homenajearlos. Porque la rápida expansión del virus y sus consecuencias no da tiempo a las despedidas físicas y es a través de las letras que hijos, parejas, amigos, vecinos, evocan a quienes han partido y le dan un sentido a su trayectoria.
Obituarios, necrológicas, avisos fúnebres siempre existieron y serán con el tiempo el mejor registro gráfico e histórico para entender la gravedad de los hechos que hoy estamos viviendo. Con más o menos palabras, con o sin foto, poéticos o clásicos, estos refugios del recuerdo que se ubican al final de la edición del diario serán un documento de consulta por el triste arte de describir la ausencia.