La Abadía del Niño Dios es un monasterio benedictino de la orden de San Benito de Nurcia, fundado en 1899 por monjes provenientes de Bellocq (Francia). Ubicada a 4 kilómetros de Victoria, esta casa tiene más de 126 años de existencia. Es el primer monasterio benedictino fundado en Hispanoamérica, un emblema para Victoria y un objetivo para muchos habitantes de la región que buscan allí reposo espiritual.
La Abadía del Niño Dios: un faro de silencio y trabajo en Victoria
La Abadía del Niño Dios es un monasterio benedictino de la orden de San Benito de Nurcia, fundado en 1899 por monjes provenientes de Bellocq
La Abadía del Niño Dios: un faro de silencio y trabajo en Victoria
La Abadía del Niño Dios: un faro de silencio y trabajo en Victoria
Fundación y misión original
La llegada de los monjes fue el resultado de una solicitud directa. A fines del siglo XIX, el Litoral Argentino (Entre Ríos, Misiones y Corrientes) carecía de sacerdotes para catequizar a la población. El obispo Monseñor de la Lastre Gordillo solicitó sacerdotes para un monasterio, y un año después, en 1899, llegó un grupo de 25 monjes y sacerdotes.
"Mi casa y mi fortaleza”
Stella Maris Roldán se desempeña como guía profesional en la Abadía desde hace 30 años. Es una de las dos únicas guías responsables de manejar la parte religiosa y las visitas guiadas.
Stella Maris es reconocida como la primera guía de Victoria y creció visitando la Abadía desde su infancia y adolescencia. Más allá de su rol profesional, ella considera a la Abadía "mi casa y mi fortaleza de toda mi vida”. Su labor como guía comenzó allá por 1991, cuando el Abad de aquella época la seleccionó junto con Ángela Bauer, para recibir a los turistas y ayudar a controlar el flujo de visitantes (que en ese momento alcanzaba los 15 micros diarios).
En este suplemento por los 25 años, Roldán contó a UNO sobre la historia y el presente de la Abadía.
La Abadía del Niño Dios: un faro de silencio y trabajo en Victoria
En una colina
La Abadía está ubicada sobre una de las colinas. Tiene un jardín muy bien cuidado, también un cementerio, con las tumbas y sus cruces sobre el pasto, entre rejas y pinos. Está destinado a los monjes que allí cumplieron su voto de estabilidad monástica; es decir, permanecieron y murieron en esta abadía.
“En 1899 llegó un grupo de monjes de la orden de San Benito. Venían de Bellocq, Francia, con la misión de catequizar nuestro litoral. Victoria les cedió ocho hectáreas. Fundaron un primer instituto de varones, luego una casa de retiros y también un instituto terciario mixto”, comentó Roldán. Actualmente en la casa viven 10 monjes de semiclausura que cumplen cinco momentos diarios de oración y siguen votos de humildad, perseverancia, estabilidad y castidad.
Uno de los espacios a recorrer es la iglesia principal, de estilo neorrománico y con vitrales increíbles. Se terminó de construir en 1998, con los monjes a cargo de la albañilería, electricidad y frescos.
La vida monástica: Ora et Labora
Los monjes benedictinos conviven bajo reglas establecidas por la Orden que creó San Benito en el siglo VI. Una de las características que se mantienen entre los miembros de la abadía, es el silencio, incluso entre ellos mismos.
La dirección de la orden recae en el abad, el cual es elegido por toda la comunidad y su tarea principal es trabajar por el bien espiritual de los monjes y atender la administración de los bienes del monasterio.
El lema que rige la vida en la Abadía es el principio benedictino: "Ora et Labora" (oración y trabajo).
Disciplina y vocación: Los monjes son de clausura y viven una vida "muy pero muy sacrificada", relató Estela. La vocación debe ser total. El superior es el Abat (que significa "papá") y los monjes deben obedecerle en cómo vestirse, comer, rezar y vivir. La casa del Abad es donde viven los monjes. En la actualidad, la casa cuenta con 10 religiosos, entre monjes y monjes sacerdotes.
La Oración: tienen cinco momentos de oración al día. “La primera oración es a las 5 AM y la última es a las 21; en estos momentos, la iglesia está cerrada al público. El público puede participar en las oraciones de las 7:30, 12:15 y a las 19.
El trabajo: los monjes tienen que trabajar para vivir, ya que no reciben ayuda económica.
*Labor Diaria: Después del desayuno, cada monje tiene su tarea, que puede incluir cortar el pasto o arreglar la parte eléctrica. No usan su hábito religioso durante estas tareas, haciendo difícil distinguirlos de cualquier empleado.
*Producción Artesanal: La Abadía posee 400 hectáreas en la actualidad. Utilizando su huerta y tambo, opera una pequeña fábrica artesanal donde producen dulce de leche , quesos, licores y mermeladas. Estos productos se llevan el nombre de Monacal , que significa "hecho por el monje".
*Arte y arquitectura: la mano de obra de los monjes fue responsable de gran parte de la construcción de la Abadía, incluyendo la madera, las pinturas y los vitrales. Los hermosísimos vitrales se terminaron durante la época de la pandemia, hechos por un sacerdote y monje de la casa.
Arquitectura y servicios
La Abadía es conocida por tener la primera y única iglesia abacial del país, inaugurada en 1999 al cumplir 100 años de existencia.
*Iglesia principal: Es una copia fiel de una basílica de Ravena, Italia. Su estilo es neorománico , con una torre de 18 metros. Es amplia, luminosa, sencilla y está construida con mucha madera, vitrales y pinturas..
*Cripta: Debajo de la iglesia principal hay una cripta, o iglesia subterránea, que data de 1927. Actualmente no se visita, aunque el turista puede mirarla a través de un vidrio.
*Campo Santo: Los monjes tienen su propio cementerio o "campo santo". La cripta no contiene féretros.
Además de la vida religiosa, la Abadía también ofrece un nivel educativo terciario con tecnicaturas agrarias, profesorados y posgrados. También realizan funciones religiosas como bautismo, casamiento y confesión.
Apertura al público y desafío del silencio
Aunque la orden benedictina en otros lugares puede ser "muy cerrada", la casa de Victoria realizó una apertura consciente. Recibe a todo el público, incluidos peregrinos, sin excepción de religión.
Antes de la inauguración del puente que une Victoria con Rosario en 2003, la Abadía ya era uno de los atractivos fundamentales de la zona. El aumento del turismo llevó a que se acumularan 14 o 15 micros a la vez, haciendo imposible que los monjes mantuvieran el silencio.
Para que los monjes pudieran "estar tranquilos", se decidió contratar a guías profesionales para recibir a los turistas. Las visitas guiadas duran 45 minutos y comienzan a partir de las 11.
En este momento, la Abadía se enfoca en retiros internos solo para hombres (sacerdotes, laicos consagrados). Sin embargo, están remodelando habitaciones para ofrecer retiros externos o mixtos en el futuro.
La Roma de Argentina
Victoria está en zona de humedales, islas y riachos del río Paraná. Hasta allí se puede llegar por el Puente Victoria – Rosario o por la Ruta Provincial 11.
Se constituyó a partir de un oratorio de paja y barro. La fundación oficial fue cívico-religiosa y sucedió en mayo de 1810. Antes, los habitantes charrúas, chanás y minuanes vivían en el cerro La Matanza, a tres kilómetros del casco histórico, y fueron exterminados. Por eso, durante años Victoria se llamó “Pago de la Matanza”.
En el lugar donde estaba el oratorio ahora hay una basílica menor, Nuestra Señora de Aránzazu (1875). Se llama así por una virgen patrona de los vascos que llegaron a principios del siglo XIX. La iglesia tiene el altar enchapado en oro y frescos increíbles de Augusto Fusilier, que datan de 1951. Al lado está el Edificio Municipal (1902) y, a pocos pasos, el Club Social, que aglutinaba a las clases altas de esta zona ganadera, que durante años también vivió del arroz. Sin embargo, lo más pintoresco tal vez sea el kiosco de la banda, sobre la plaza. Es un espacio circular que sigue muy vigente: allí se presenta la banda municipal “Sebastián Ingrao” después de recorrer las calles los sábados y domingos.
Prolijamente diagramada y con un casco histórico señorial, la ciudad se dividía en cuatro cuarteles con sus comandancias. Además, fuera del ejido urbano había un quinto cuartel: el barrio de las caleras. Ahí llegaba la piedra caliza que los vascos extraían de los cerros, la quemaban en hornos para obtener la cal y la trasladaban en barco, por el riacho Victoria y el río Paraná.
Aguerridos y famosamente testarudos, los vascos también trabajaron el hierro. Dejaron cientos de rejas en casas y edificios públicos, que le valieron a Victoria el mote de “ciudad de las rejas”. Aunque otros prefieran llamarla “la ciudad de las siete colinas” o “la Roma de Argentina”, porque está elevada y a sus alrededores hay lomadas.














