Jorge Busti tenía un supuesto defecto, con el cual algunas veces me permití hacerle bromas, posibilidad que nos da el oficio de periodista después de muchos años de llevarlo adelante. El tema es así: se decía que siendo gobernador hacía declaraciones periodísticas hasta para responderle a un vecino al que había oído que lo criticaba, cuando pasó caminando frente a su ventana por la vereda de la Casa de Gobierno.
Jorge Busti: El conductor natural del peronismo
Por Carlos Matteoda
Busti era un poco así, se tomaba el tiempo para responder cada crítica y atender cada sugerencia que le formulaban. Creía que cada entrerriano tenía el mismo derecho a recibir la información de quien detentaba un cargo público.
Como toda broma, tenía un trasfondo de verdad. Para poder hacerlo, como para gobernar con el mayor conocimiento posible de lo que ocurría en cada rincón de la provincia, su labor era todo el día, todo los días. Solo así podía entenderse que estuviera en los grandes temas provinciales y a la vez al tanto de rencillas de la política partidaria de las localidades más remotas o pequeñas de la provincia. Y estaba al tanto de ambas cosas.
Jorge Busti fue un político exitoso, por supuesto. Fue tres veces gobernador de Entre Ríos cuando no existía cláusula de reelección, fue intendente de Concordia dos veces, diputado y senador nacional, diputado provincial y convencional constituyente, entre otros cargos.
Siempre protagonista central, nunca colgado, siempre al frente y con la enorme capacidad de generar expectativas con sus candidaturas.
El día que fue electo gobernador por segunda vez, en mayo del 95, Clarín publicó en una página interior, que dos caudillos se enfrentaban en Entre Ríos: Busti y Sergio Montiel. Al leerlo en el living de su casa de Concordia, antes de salir a recorrer escuelas al mando de un Peugeot 205, el todavía candidato dijo: “En Buenos Aires me ponen a la altura de Montiel”. Y vaya si lo estuvo, ganó esa elección, luego, en el 99 le entregó el bastón de mando al dirigente radical; y lo recibió nuevamente cuatro años más tarde.
Este breve perfil, escrito al calor del impacto de la noticia, no pretende beatificar a un hombre de la política, sino, en todo caso, describir un poco algunas de sus características.
El Chino –como le decían los que lo conocían de la militancia universitaria en Córdoba, allí donde conoció a Cristina Cremer, con quien formó su familia– tenía un fino olfato político.
Por supuesto que se equivocó algunas veces, pero el promedio de aciertos era enorme. Rápido de reflejos supo la mayoría de las veces posicionarse en escenarios complicados, en beneficio para la gestión.
Componedor, no fue protagonista de cruzadas políticas, pero sí impuso a sus gestiones un sello de sensibilidad social indiscutible.
A propósito del olfato político, una vez recordó la llegada a Concordia del entonces candidato presidencial radical Raúl Alfonsín unos meses antes de las elecciones, cuando visitó a los inundados de esa ciudad.
Busti supo en ese momento que Alfonsín conectaba con la gente, incluso con aquellos que supuestamente estaban representados por el peronismo.
Fue con Alfonsín que gobernó los dos primeros años de su primer gobierno, y luego puso las fichas de la construcción política en la Cafieradora, a la que Carlos Menem derrotó en el 89. Por supuesto que el riojano siempre receló del perfil de Busti, a la vez que reconocía su capacidad para llevar adelante la gestión durante lo más duro del alfonsinismo preservando la paz social.
La vuelta a la intendencia de Concordia fue el indicio de que la “carrera política” para Busti no era ir siempre para arriba sino, en gran medida, conservar el territorio.
La segunda gestión lo consolidó como referencia ineludible del peronismo entrerriano. Los cargos nacionales, como diputado y senador durante la gestión 1999-2003, no cambiaron esa mirada y su horizonte fue volver a gobernar la provincia, tras el estallido de 2001, volviendo a gobernar en momentos de crisis económica y también política.
De esa época es aquello de ser presentado como “el conductor natural del peronismo entrerriano”, una creación del conductor de los actos, que reflejaba en buena medida el lugar al que había llegado.
Dentro de los que criticaban en el peronismo, hubo quienes le reprocharon su falta de ambición para una proyección a cargos nacionales. Otros, lisa y llanamente, lo acusaban de haber “alambrado la provincia” lo que reflejaba más que nada las dificultades de construcción política por su fuera de su espacio.
Lejos de querer quedarse en la vitrina de los ilustres, ni mucho formar el “Consejo de Ancianos” como solía decir irónicamente, tras el mandado 2003-2007 Busti siguió impulsando proyectos políticos, aún cuando eso significara tener que competir por fuera de la estructura del PJ, algo que años antes él le había reprochado a otros compañeros. Pero a esa altura ningún entrerriano podía tener la menor duda del pensamiento peronista del tres veces gobernador. Los políticos no se retiran, salvo escasa excepciones, y Jorge Busti no era una de ellas.
Hasta unas semanas era habitual verlo caminando en las calles de Paraná, y recibiendo el saludo de vecinos que aún lo trataban de “gobernador Busti”. El peronismo debería recordarlo por mucho tiempo, porque su impronta fue enorme.
Es posible también que la comprensión de su rol en la política provincial se modifique a la vez que se vaya depurando de las cuestiones menores. Para los entrerrianos, Jorge Pedro Busti, es parte principal de la historia política de los últimos cuarenta años. Para los peronistas el compañero Jorge no solo fue quien logró llegar tres veces a la gobernación desde el retorno de la vigencia democrática, sino una protagonista central en la historia política provincial durante casi cuatro décadas. No por nada le decían el conductor natural del peronismo entrerriano.