En los últimos días nos encontramos con un hecho que, en la sociedad contemporánea, nunca vivimos: el ataque directo -porque no tiene otro nombre- hacia artistas, personalidades públicas y periodistas que no se posicionan a favor del gobierno de Javier Milei. El caso más resonante es el de Mariana “Lali” Espósito, que desde las PASO se mostró como desertora de la ideología que propone La Libertad Avanza, lo que le garantizó una ola de odio donde se la acusó de vivir del Estado, de quitar recursos a los más necesitados, entre otras cosas. No solo es blanco de seguidores del actual presidente, sino de funcionarios públicos y del propio Milei.
Viva LALIbertad, carajo
Por Fedra Venturini
Bajo la excusa de que “ella empezó”, el presidente no comprende que el ensañamiento sistemático para con Espósito no corresponde con un gobierno democrático, sino que coincide con un acto de violencia peligroso porque enseña a sus fanáticos que aquel que piensa distinto debe ser señalado, humillado y perseguido mediáticamente. En las últimas horas la violencia escaló a tal punto que incluso partidarias de LLA, Carolina Píparo, Viviana Canosa y Amalia Granata, llamaron la atención por esta situación. No es la primera vez que nuestro jefe de Estado se ensaña con una mujer: ya sucedió con las periodistas María O’Donnell, Silvia Mercado y Luisa Corradini. Si no se dio cuenta ya, estimado lector, son ataques a mujeres. Hasta ahora, no se ha dirigido de este mismo modo a detractores varones.
No debería sorprendernos este tipo de sucesos no sólo por el comportamiento violento que Javier Milei manifestaba desde sus inicios en el ojo público, sino que estamos en una actualidad donde expresar la opinión política -especialmente si se es detractora- es un potencial peligro, más si se tiene un rol donde otros pueden opinar. Estar en la vida pública implica siempre estar expuesto a personas que no estén de acuerdo o les disguste lo que hagas, pero nada justifica la agresión y la violencia desmedida.
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La situación actual me recordó al documental de Taylor Swift “Miss Americana”, donde una escena muestra una discusión que la artista mantiene con su equipo de trabajo ya que desea posicionarse públicamente contra el entonces presidente, Donald Trump. La cantante debió explicar entre lágrimas por qué consideraba fundamental expresar su opinión y que, si bien estaba consciente de las “consecuencias”, vio necesario expresarse. Una frase que marcó ese momento fue: “Quiero estar del lado correcto de la historia” y esto es algo que perfectamente puede aplicarse a lo que se transita socialmente en Argentina. Tenemos la posibilidad de elegir de qué lado queremos estar: del de cómplices en el silencio que avala este tipo de acciones peligrosas, o no normalizar y alzar la voz en pos del respeto y la diversidad de posturas.
Estimado lector, si usted votó a Javier Milei me gustaría que se posicionara a un costado y observe los hechos sin dejar que se imponga su ideología: ¿está bien este discurso que ataca en lugar de construir una Argentina para todos sus ciudadanos? ¿No es contradictorio que se señale al que piensa distinto teniendo en cuenta que su ideología propone la libertad? Y aún más importante, ¿no cree que el señor presidente tiene preocupaciones más importantes en su agenda que enfocarse en aquellos que “no la ven”?