La ingente cantidad de adultos mayores haciendo una fila interminable a las puertas de un banco, padeciendo temperaturas superiores a los 30º, casi indefensos ante el inclemente sol de la mañana, sólo librados a la generosidad de un transeúnte que, conmovido por el cuadro, comenzó a acercarles agua, puede ser una postal de un año que se va, o bien, una muestra más de cómo la sociedad trata a sus mayores.
Los jubilados: variable de ajuste
Durante el gobierno anterior los jubilados beneficiarios del PAMI que recibían sus medicamentos en forma gratuita, se redujeron –exactamente– a la mitad. Además, se disminuyó la cantidad de remedios incluidos en la mencionada prestación y, para completar el oscuro panorama, se complejizaron al extremo los trámites necesarios para obtenerla.
“Los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global. Tenemos que hacer algo ¡Y ya!”. La nada simpática declaración fue hecha en 2015 por un personaje muy conocido para nosotros, los argentinos. Era una persona de la que, según nuestro expresidente, nos íbamos a enamorar: la titular del Fondo Monetario internacional, Christine Lagarde.
En nuestro país hace mucho tiempo se está “haciendo algo”, por caso en el año 2000 la entonces Ministra de Trabajo Patricia Bullrich redujo las jubilaciones en un 13%. “Es una mediad dolorosa, pero necesaria”, dijo mientras degustaba exquisitos platos gourmet con una distinguida señora cuyo trabajo consiste en almorzar por TV.
“Es una medida firme, durísima, pero creemos que la tenemos que hacer” agregó rodeada de copas de champagne, el video se puede ver en YouTube (https://youtu.be/rYdPzTWRyWo).
Esta y otras medidas de la Alianza gobernante tenían como finalidad el cumplimiento de un compromiso contraído con el FMI, llamado “déficit cero”.
El paisaje es bien conocido cada vez que el organismo multilateral de crédito “recomienda” aplicar ciertas medidas “a cambio” de nuevos desembolsos.
La Argentina ha vivido largos períodos de su joven historia a expensas de las recetas que siempre incluyen los mismos ingredientes, a saber: recortes inmisericordes en las áreas más sensibles, sector previsional, salud, educación, minoridad, entre otros. A cambio inyecciones de dólares frescos que perpetúan la dependencia del país. Dólares que, por otra parte, rara vez se dedican a producir riquezas que permitan el eventual repago. Muy por el contrario, suelen terminar en el sistema financiero, cuando no en fuga de capitales.
Pruebas al canto, en Argentina –según el observatorio de deuda externa de la UMET– se fugó el 71% de los dólares prestados. Esto es, de 190.000 millones de deuda emitida, 133.000 millones se fueron como por un tubo.
Pero ¿qué pasa hoy con los países que están aplicando los planes de marras? El caso más emblemático es el de Grecia.
“Una economía devastada” dice la volanta del diario catalán El Periódico, y el corresponsal en el país heleno titula: “Los jubilados griegos ya suman 13 recortes de pensiones y se preparan para más”, mientras que la bajada tiene el textual de un prestatario: “No me puedo morir; tengo que cobrar la pensión para alimentar a mis nietos” (nota publicada el 03/07/17).
Lo cierto es que, en Grecia desde que se activó el “rescate” no ha parado de bajar el recorte en jubilados. No obstante lo cual, los números no paran de empeorar. El desempleo no ha bajado del 20% (llegó al 27%). Las medidas se proponen como un sacrificio infinito en donde la mejora siempre llegará en el futuro.
Cualquier semejanza con nuestra Argentina, ¿es pura coincidencia? Siempre se pide “un esfuerzo más” a nuestros compatriotas, porque el porvenir será mejor. El problema es que nuestros adultos mayores no tienen tiempo para esperar.