Casualmente, quienes sostienen y divulgan estas opiniones jamás en sus vidas han cumplido con sus premisas, y contradictoriamente, apoyan fervorosamente toda medida de gobierno que destruya la generación de empleo. Pero a lo que apuntan es a justificar las medidas flexibilizadoras de las condiciones de trabajo, que se podrían sintetizar, mal y pronto, en trabajar más y ganar menos, porque solo así se puede sacar al país adelante. No solo en cuanto a la cantidad de tiempo diario dedicado a un trabajo, sino en los años de vida operando una máquina. Esta semana, el diputado santafesino Carlos Del Frade presentó un proyecto de ley que puso a discutir a muchos no solo una salida a la crisis económica, social y laboral, sino el sentido que le damos al trabajo: propone reducir la jornada laboral de ocho a seis horas. La legislación nacional establece que un trabajador no puede estar más de ocho horas diarias ni más de 48 horas semanales en su puesto laboral.
La locura es vivir para trabajar
9 de febrero 2019 · 08:37hs
Nos cansamos de escuchar que trabajar de sol a sol es el pilar de la dignidad humana, y que el gran problema que afronta nuestra sociedad es la falta de voluntad de las personas para trabajar cueste lo que cueste; que acá el que no trabaja es porque no quiere, que nuestros ancestros construyeron este país trabajando a sangre, sudor y lágrimas; que hay que quejarse menos y trabajar más, como esas personas pobres pero dignas porque trabajan aunque lo hagan, silenciosamente, en condiciones infrahumanas. Esta corriente de pensamiento, además de reivindicar la trata laboral, también valora el trabajo infantil, porque consideran meritorio que un niño esté juntando arándanos para ayudar a su familia.
Se sancionó en 1929, bajo la segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen, luego de décadas de luchas del movimiento obrero. El proyecto del legislador del Frente Social y Popular propone reducirla, en el ámbito provincia de Santa Fe, a seis horas diarias y 36 semanales, solo para las grandes empresas. Considera que así se podrían lograr más de 43.000 puestos laborales en blanco, de calidad, con protección social y plenos derechos laborales, ya que las 576 empresas pasarían de tener tres turnos diarios de ocho horas, a cuatro de seis, por lo que incorporarían un cuarto más de trabajadores. Y aclara: "La reducción de la carga horaria no tendrá ningún tipo de consecuencia directa o indirecta sobre el valor real ni nominal de los salarios actuales ni futuros". Entre otras cosas, Del Frade apunta a un problema central que es la alta desocupación en los principales centros urbanos.
En los últimos años, la única provincia argentina que avanzó en esta línea fue Córdoba, que implementó un máximo de 44 horas mensuales. En Europa los cambios han sido mucho mayores: en Alemania son 26 horas semanales; Dinamarca y Noruega 27 horas; Holanda 27 horas y media; Francia 28; Luxemburgo 29; Austria 30; y Suecia y Finlandia 31 horas. Justamente esos países que miran con ojos de ensueño los que en Argentina hablan de que hay que trabajar más y más. En un posteo en Facebook, Del Frade (quien además es un periodista ejemplar) dio otro fundamento a su proyecto, más allá de los números y la economía: "Entre el año 2000 y 2015 jamás tuve sueldo, aportes patronales ni vacaciones pagas. Trabajaba en radio y televisión, escribía libros que salía a vender por toda la provincia y el país y daba charlas o seminarios donde me llamaban. Entre dos y tres días por semana dormía en los colectivos. Por eso en 2015 el corazón dijo basta.
De allí que entiendo lo que sucede con miles de personas que reniegan entre 12 y 14 horas diarias para empatarle al fin de mes. Comprendo que sientan que es una locura plantear jornadas de seis horas y en blanco. Pero la aberración está en creer que es natural vivir para trabajar, perder la salud, la esperanza y fundamentalmente la libertad de ser nosotros quienes decidimos sobre qué hacer con nuestro tiempo. La barbarie está en querer borrar los derechos laborales. Por eso, una vez más, remaremos contra la corriente para construir herramientas que sirvan para que la felicidad sea el derecho de los que son más y no la propiedad privada de lo que se creen dueños de casi todas las cosas y casi todas las vidas"