El sistema de juicio por jurados para delitos graves en Entre Ríos marcha viento en popa con 38 debates programados para este año. Por ahora, más allá de algunos discursos protocolares, no hay un balance institucional de un cambio drástico: cómo resolvemos si una persona es culpable o inocente, si pasará gran parte de su vida en una cárcel o si una víctima se quedará sin justicia. Pero sí hay actores que vienen comentando aspectos positivos y cuestiones negativas.
Al juicio por jurados le falta comunicación y enseñanza
Por José Amado
Un punto es el compromiso de los jurados. En la audiencia donde los potenciales jurados son interrogados por fiscales y defensores para aceptarlos o impugnarlos, se observan distintas actitudes de las personas ante un deber cívico obligatorio, pero desconocido: algunos aceptan con entusiasmo y otros con resignación; hay quienes no quieren saber nada por simple desinterés y otros porque no pueden perder el día laboral o por otras razones personales muy comprensibles.
Nadie entiende bien lo que tiene que hacer cuando llegan a esta instancia y cuando asisten al juicio para integrar un jurado. Las explicaciones del juez técnico (que por momentos son muy largas y tediosas) y de las partes los introducen en algo que desconocen totalmente. Sin embargo, según lo que algunos protagonistas de estos debates pudieron observar, terminan su tarea (que puede durar varios días) con una aparente satisfacción por la responsabilidad social que asumieron, y una especie de orgullo por el deber cumplido.
Quienes estamos acostumbrados a ver los juicios con jueces “magistrados”, funcionarios, causa cierto impacto la presencia de 16 personas (12 titulares y cuatro suplentes) totalmente ajenas a esa burbuja legal y técnica, bastante pacata, que es el Poder Judicial. Una buena impresión, sobre todo, por la pluralidad que logra el azar en un bolillero. Ahora, de ahí a que 12 ciudadanos hagan más justicia que un Tribunal común, hay un mar de discusiones.
En el transcurso del juicio, se observan algunos aspectos que tienen que ver tanto con el jurado como con los abogados. En los alegatos, algunos caen en una forzada teatralidad, otros hablan como si los escuchara Zaffaroni, y los que se han capacitado o ya tienen más rodaje saben ir al punto. En los interrogatorios a los testigos también se notan estas diferencias, entre preguntas directas y rodeos innecesarios. Este es un aspecto que tendría que ver más con lo formativo de los profesionales. Aunque hay asuntos importantes que los exceden, como la difícil misión de explicarles a los jurados pruebas científicas y técnicas que a los mismos jueces, fiscales y defensores les llevó años de estudio y ejercicio profesional poder entenderlas.
Esto deriva en otra cuestión, que los detractores del juicio por jurados remarcan hace siglos: si lo emocional y el sentido común dominan la decisión de un jurado sobre la discusión racional, o la consagrada “sana crítica”. Varios abogados defensores han comentado lo difícil que resulta representar a una persona que reúne todos los estereotipos sociales del pibe chorro. Otros, sostienen que ni un juez ni un jurado están, en definitiva, libres de prejuicios.
A su vez, estos últimos aspectos se refleja en uno de los puntos más críticos, a mi entender: la deliberación secreta del jurado. Los 12 ciudadanos y ciudadanas entran a una sala donde deben discutir todo lo expuesto en el debate y dar un veredicto: “culpable”, “no culpable” (que debe ser unánime) o estancado si alguna de estas opciones no alcanza la mayoría. Algunos actores del sistema comentan que a veces las discusiones son intensas. Pero también se observa en muchos juicios que los jurados deliberan una hora y media a lo sumo. Es un deber dar la propia opinión y fundamentarla ante una decisión tan crítica. Hubo casos donde no se alcanza a un promedio de dos minutos de exposición por persona. Esto, teniendo en cuenta que el jurado dicta el veredicto sin fundamentación, deja un interrogante sobre lo que sucede dentro de la sala.
Está claro que el juicio por jurados llegó para quedarse. Más allá de las pocas voces públicamente contrarias, no habrá marcha atrás. Al tratarse de un asunto tan serio como lo es ir a votar en el ejercicio de la democracia, la enseñanza en todos los niveles y una mayor publicidad es una obligación de las autoridades que debe ir más allá de la propaganda, e insertarse con un programa de comunicación más a fondo para que cuando a alguien le llegue la citación, no sea una extraña sorpresa. También se podría realizar una encuesta anónima a los jurados para que opinen sobre su experiencia y lo que consideran mejorar.
En el sitio www.jusentrerios.gov.ar/juicio-por-jurados hay un buen resumen y un Manual ciudadano de juicio por jurados bien resumido y explicado.