Skay Beilinson es un hombre de palabras medidas, pero se entusiasma al hablar de su último cumpleaños, nada menos que el número 60. "Esta es la mejor época de mi vida. Jamás pensé que a esta edad iba a estar tocando", asegura el ex guitarrista de los Redonditos de Ricota. Su luminoso presente incluye la grabación de su quinto álbum como solista y muchos shows en vivo. Y en ese contexto se estará presentando junto a su banda Los Fakires hoy y mañana, a partir de las 22, en Willie Dixon (Suipacha y Güemes), Rosario.
"Esta es la mejor etapa de mi vida"
En charla telefónica con La Capital, Skay se encendió hablando de los guitarristas que lo marcaron, pero reaccionó con cautela cuando en las preguntas aparecieron los Redondos. "Tengo tanta música para dar que, si me quedo mirando para atrás, me pierdo el presente", afirmó.
—En los últimos años venís tocando mucho en vivo, más incluso que en la época de los Redondos, ¿eso es algo buscado?
—Después de los Redondos yo tenía muchas ganas de tocar, porque en las últimas épocas el grupo había tocado muy poco, debido a que se hacía complicada la organización y conseguir el lugar adecuado. Yo me estaba debiendo tocar más seguido, y con este formato de banda.
—¿Cómo hacés para que las giras no se transformen en una rutina?
—Nosotros hacemos uno o dos shows por mes. Eso me permite volver a replantear cada show de una manera diferente. Me permite en el intermedio ir haciendo nuevos arreglos para los mismos temas. Cada show es como una sorpresa, incluso para nosotros mismos.
—Estás grabando tu quinto disco como solista, ¿en qué etapa de la grabación te encontrás?
—A mí el término solista no me gusta mucho, porque yo laburo con una banda. Eso es distinto, porque cada integrante hace que la banda suene diferente. Este disco lo estoy grabando con los Fakires y la cosa está muy avanzada. Estuve haciendo varias maquetas, tengo casi todo definido, solamente faltan completar algunos roles. Lo más probable es que lo saquemos el año que viene.
—Este es un tiempo difícil para la industria discográfica. Los discos ya no se venden como antes y la gente directamente baja la música de Internet. ¿Tenés una posición tomada con respecto a este fenómeno?
—Que la industria del disco tiende a desaparecer es un hecho. Pero la música sigue. Y yo necesito grabar un disco, todavía me sirve ese formato para ir sacándome de encima los temas que voy componiendo. Es una manera de dejarlos registrados. Por otro lado yo no uso Internet, para mí es un mundo desconocido. Yo por ahora sigo con el viejo sistema de producir un disco, llevarlo, venderlo, y lo que se vende se vende.
—La revista "Rolling Stone" publicó un ránking con los mejores 100 guitarristas del rock argentino, y vos estás sexto. ¿Cómo te ves a vos mismo como guitarrista?
—Creo que la mejor descripción es la que hace Willy (Crook) en la revista. Yo creo justamente eso, que no soy un guitarrista pirotécnico o veloz. Quizás mi mayor virtud sea haber desarrollado un estilo bastante personal. Y haciendo mis propios temas creo que soy mejor. No soy como esos guitarristas que pueden tocar cualquier cosa y lo hacen bien.
—¿Cuáles fueron tus principales influencias?
—Los Beatles y los Rolling Stones fueron una influencia decisiva. Hendrix también era mi ídolo, pero yo era incapaz de tocar algo similar a lo de él (risas). Era un tipo que estaba en la estratósfera y tenía un dominio de la guitarra que nadie pudo repetir. Jimmy Page también es otro referente importantísimo, y David Gilmour es excepcional. Después hay músicos como Ry Cooder o Mark Knopfler, tipos que tocan poquito y con ese poquito ya son gloriosos.
—Vos sos uno de los pocos argentinos que vio a Hendrix en vivo. ¿Cómo fue esa experiencia?
—Fue en Inglaterra, a principios de 1969, y Hendrix tocó en el Royal Albert Hall. Fue un concierto memorable, iniciático.
—¿Y cómo llegaste ahí? Porque eras muy joven...
—Sí, tenía 16 años. La historia es muy loca. Un año antes yo había viajado con mis padres a Sudáfrica. En ese viaje se hizo un concurso donde todos los pasajeros hacían alguna cosa, y yo tocando la guitarra me gané el primer premio, que era un viaje a España. Pero yo tenía 15 años y mis viejos me dijeron que esperara un poco. Cuando cumplí los 16 me fui con mi hermano, que tenía 17, y después de muchas vueltas llegamos a París, donde justo agarramos los coletazos del Mayo Francés. París era un infierno en ese entonces, hervía. Nosotros nos metimos en medio de las manifestaciones, que eran muy entretenidas, pero a mí me partieron la cabeza y marchamos presos los dos. Nos dieron 24 horas para abandonar el país, y ahí fue cuando cruzamos a Londres. Lo que estaba pasando en Londres era alucinante: los comienzos del hippismo, el rock psicodélico y Hendrix tocando. Yo ya tocaba la guitarra, pero no conocía toda esa escena.
—¿Qué guitarristas argentinos te marcaron?
—Mi ídolo siempre fue Kubero Díaz. Fue el primer músico que tuve cerca y pude ver lo que era capaz de hacer ese cristiano. Me hacía emocionar hasta las lágrimas. Lo admiro muchísimo. También admiro a Pappo, otro maestro del blues y el rock. Y Ricardo Mollo es otra bestia.
—¿Podrías decir que la guitarra te salvó la vida?
—Sí. Con la guitarra yo entré en la música y con la música entré en la imaginación. Y ahí empecé a sentirme a gusto con la vida. Cuando yo era adolescente no encajaba fácilmente. Cuando comencé a conectarme con músicos recién ahí me pude abrir.
—Este año cumpliste 60, ¿cómo estás viviendo esta etapa?
—Gracias a Dios estoy en pleno uso de mis facultades. Me siento hiperactivo y creativo, haciendo lo que me gusta y rodeado de gente que quiero. Te diría que es la mejor época de mi vida. Jamás pensé que a esta edad iba a estar tocando.
—¿Te pesa el paso del tiempo a nivel físico?
—Camino bastante, lo cual me ayuda a contrarrestar los efectos nocivos del tabaco (risas). Un show en vivo es un gran esfuerzo, pero hasta ahora el cuerpo me responde.
—El rock, a los 60 años, ¿se ve de una manera distinta?
—Sí, por supuesto, y cuando las cosas maduran se ponen mejores. Es como con los vinos. Y con el rock pasa también. Cuando uno es joven es mucho más impulsivo, y a veces es una especie de kamikaze. Cuando sos grande ya sabés a dónde apuntar, qué querés hacer y cómo hacerlo.
—Hay una máxima que reza que el rock te mantiene joven, ¿eso se aplica en vos?
—Sí, en mi caso sí. Pero también he visto casos que son todo lo contrario (risas). El rock te cura o te mata, no hay términos medios.
—Más pasa el tiempo y más se agranda el mito de los Redondos. ¿Cuál es tu percepción de la banda en este momento?
—La verdad es que no pienso mucho en los Redondos. No me gusta mirar para atrás. Soy consciente de que fuimos muy importantes para la cultura rock de Argentina. Pero yo tengo tanta música para dar que, si me quedo mirando para atrás, me pierdo el presente.
—Vos y el Indio Solari tuvieron un cruce de palabras en 2009 por un material en vivo de los Redondos que permanece inédito. ¿Hay alguna posibilidad de que ese material vea la luz?
—Alguna vez nos tenemos que juntar con el Indio para darle forma a ese material. Pero que eso salga ni me va ni me viene.