Marisa Espíndola es enfermera -licenciada en Enfermería- y trabajó 37 años en el hospital San Martín de Paraná, donde en los últimos 15 años ocupó el cargo de jefa del Departamento de Enfermería, con unas 400 personas a su cargo.
Enfermera de Paraná fue nominada a un premio nacional
Por Vanesa Erbes
Tenía fecha de retiro para febrero de 2020, después de prácticamente toda una vida entregada a su labor. Pero ante la pandemia del coronavirus decidió posponer su jubilación y quedarse, trabajando a la par de todo el equipo de salud entrerriana para dar batalla al Covid-19 y salvar vidas.
Por esta y muchas otras cuestiones, el sábado recibió la noticia de que había sido nominada para el premio Virginia Henderson, impulsado por la Asociación de Enfermeros de La Costa argentina y el Rotary Club de Costa del Este. “Queremos felicitar a Marisa Espíndola, quien fue seleccionada para participar del premio Virginia Henderson 2ª Edición. Más que merecido, por tanto empeño y dedicación a esta profesión, a la cual tanto le has dedicado y nos has enseñado, disfrutá este momento”, le escribieron en redes sociales sus colegas de la institución en la que prestó servicio por casi cuatro décadas.
Este premio, que se otorgará este año en una ceremonia que se hará vía Zoom el miércoles 12, cuando se conmemora el Día Internacional de la Enfermería, procura reconocer y rendir homenaje a la trayectoria de aquellos enfermeros y enfermeras que, con su ejercicio de la profesión, han hecho diferentes aportes la sociedad.
El ser nominada ya es un merecido reconocimiento a la enfermera entrerriana, quien además de su destacado desempeño dentro del hospital es profesora de nivel superior de la carrera de Enfermería que se dicta en la universidad Autónoma de Entre Ríos (Uader), donde decidió continuar dando clases y formando al recurso humano que se destaca en los diferentes nosocomios de la provincia.
Por otra parte, también escribió un libro, que lleva como título Manual de normas de organización y funcionamiento administrativo de un Departamento de Enfermería de calidad, en el que vuelca su vasta experiencia tanto en el desarrollo de la profesión como en la capacitación como docente.
Oriunda de La Paz, llegó a Paraná a los 16 años dispuesta a estudiar otra carrera, pero el destino la llevó a lo que era en ese entonces la Escuela Provincial de Enfermería. Se inscribió y ya en el 1° año llegó el momento de las prácticas en el hospital San Martín. Fue en esa instancia en la que descubrió su vocación y abrazó esta tarea de manera definitiva.
En los años siguientes trabajó para que la carrera tomara otro impulso en Entre Ríos y se profesionalizara, ya que en ese entonces solo el 2% del personal contaba con un título en enfermero. Los demás eran auxiliares, muchos de los cuales no habían culminado la escuela Secundaria. A partir de convenios con el Consejo General de Educación (CGE) y de la Uader se avanzó en la formación profesional de quienes ya estaban trabajando. Se trata de un logro que la enorgullece y junto con la demás experiencia que fue cultivando a lo largo del tiempo, publicó un libro. Sobre este punto, comentó: “Finalizando mi carrera, publiqué un libro dando cuenta de cómo, a partir de toda la legislación vigente sobre esta labor, se pueden organizar y administrar los servicios de enfermería. Es un aporte para la universidad y las instituciones”.
Vocación de servicio
Acerca del momento en que finalmente dejó de trabajar en el hospital San Martín, Marisa Espíndola confió a UNO: “Me iba a jubilar en febrero de 2020 y me quedé hasta diciembre. Me quedé por la pandemia, porque era un momento difícil y había que organizar los servicios y realizar la capacitación del personal. Eran muchas cosas y era mejor continuar un trabajo que ya se venía haciendo, antes de que empezara alguien de cero en un momento tan complejo”.
“Ya cuando estuvo todo armado y en diciembre bajó la curva de contagios, ahí sí me jubilé, a los 54 años”, dijo, y agregó: “Estoy transitando los primeros meses sin trabajar en el hospital, aunque sigo dando clases en la Universidad. Por supuesto que extraño. Fueron 37 años de mi vida, desde que me levantaba hasta que me acostaba mi pensamiento estaba ahí. Pero ahora quiero dedicarle tiempo a mi familia y dejar lugar a las nuevas generaciones, que han sido parte de mis equipos, así que tengo una gran confianza en ellos”.
Con respecto a lo que más la marcó en su carrera, confió que fueron muchísimas las situaciones que están presentes en su memoria, y rememoró: “Mis inicios fueron en las áreas críticas, donde las personas y los momentos difíciles o límites de la vida son los que más nos marcan. Aunque es una instancia difícil, a quien más se acompaña es a quien está en el final de sus días”.
“También estuve 12 años en Traumatología. Era la época de la máxima accidentología en Paraná y en la provincia. Llegaban personas muy jóvenes y había casos muy fuertes. Recuerdo un paciente que estuvo seis meses, con fracturas de piernas y brazos, que nos escribió un poema que decía que cada curación nuestra eran pedacitos de esperanza, que a pesar de que era tan doloroso ese momento, le dábamos aliento y esperanza”, confió.
Por último, mencionó: “Siempre el enfermero es el que está en todo momento. Hoy por la pandemia, quien está internado está solo, sin sus familiares ni sus amigos. En esas noches largas, y en medio de esa soledad, el paciente necesita más que nunca de un personal que pueda hacer no solo sus prácticas en salud, sino además acompañar, contener y cuidar, en todo sentido de la palabra”.