El día que Entre Ríos cambió para siempre. Tal como tituló ayer en su edición especial Diario UNO, la conmemoración por los 50 años del túnel subfluvial Raúl Uranga-Carlos Silvestre Begnis merecía otra consideración de las autoridades políticas.
Con mucha pena y casi nada de gloria pasaron los 50 años del Túnel
El día pasó realmente con mucha pena, y prácticamente nada de gloria. La expectativa y los recuerdos presentes en las jornadas previas en gran parte de las comunidades de ambas orillas, del mismo modo que el tratamiento dispensado por los medios de comunicación social de la región, transmitieron y reforzaron ese sentimiento de identidad y orgullo que recorre los corazones metropolitanos por la obra de ingeniería más importante de Latinoamérica, emblema del federalismo, y un antes y un después para la economía, la cultura y la idiosincrasia de paranaenses y entrerrianos, que por el viaducto lograron una real integración al resto del país.
Pero 24 horas antes del gran día, determinaciones políticas modificaron el programa original. El acto previsto para que gobernadores e intendentes accedan al centro del viaducto, al límite entre ambas provincias, para hacer la foto de los 50 años, se debió suspender debido al reciente recambio institucional particularmente en Santa Fe.
La ceremonia se hará otro día, pero ya no será lo mismo. A la altura de hito para Entre Ríos, la fecha debió tener la misma consideración y respeto que tienen otras fechas históricas recientes o casi fundacionales.
No valen las excusas por problemas de agendas de los funcionarios políticos de una o de las dos costas, que en este caso, parecieron no estar a la altura de las circunstancias.
El show pirotécnico dejó, habrá que decir también, una sensación o gusto a poco, para la importante cantidad de gente que se acercó a la Costanera. Canal 11 de Paraná transmitió en vivo el evento, desde las barrancas del Patito Sirirí y debió buscar otras cámaras fijas ubicadas en la costa, para dar cuenta de esos dos minutos y medio que duraron los fuegos de artificios.
En una época de grandes adelantos tecnológicos que facilitan un mayor despliegue y visibilidad de juego de luces, la fecha merecía que la ciudad toda (o la mayor parte posible de su urbanidad) pudiera verlo y así sentirse parte de un hecho histórico. O haberse programados otros espectáculos festivos masivos.
Por qué no también premiar o distinguir a aquellos primeros vehículos que en el sentido de circulación a Paraná –como hace 50 años–, o en ambas direcciones, hayan sido ayer los primeros en cruzar esa colosal obra de inteligencia humana; o a aquel que coincidió en cruzar a la misma hora de la inauguración.
Está claro que detalles más o menos, la responsabilidad no le cabe exclusivamente a la administración del Túnel, cuando hay negativas desde las autoridades políticas.
Los habitantes de Santa Fe, cuyo casco está más alejado del acceso al Túnel, no pudieron siquiera apreciar ese show pirotécnico y sentirse parte de un hecho histórico.
Una lástima que las generaciones que nos sucedan, cuando rastreen en archivos de cómo se festejó o se vivió el aniversario 50 de una obra emblemática, no encuentren nada, o casi nada.