En agosto del año pasado, Kenai, un oso pardo macho de 5 años y unos 300 kilos, fue liberado en el santuario animal Tekove Mymba, ubicado en el Departamento Colón. Hasta entonces y desde que era una cría, se encontraba en situación de cautiverio. Este martes la fundación que lleva adelante este proyecto difundió imágenes de cómo está hoy este ejemplar que nació en un circo y hoy goza de un ambiente más acorde a su especie.
Así está hoy Kenai, el oso pardo que vive en Entre Ríos
Kenai llegó a Entre Ríos tras un largo periplo y sufrimiento. Nació en el carromato de un circo, en la localidad de General Rodríguez, provincia de Buenos Aires. Tenía un hermano que nació en el parto. Por una denuncia, una veterinaria de la zona se acercó hasta el lugar y logró que los propietarios del circo le entregaran el pequeño oso.
Gracias a los cuidados que recibió, la pequeña cría pudo salir adelante. Pero quienes lo criaban advirtieron que necesitaba un espacio más apropiado a su especie. Fue así que, tras los contactos, fue liberado en Entre Ríos.
El traslado hasta el santuario estuvo a cargo de la Brigada de Control Ambiental, con la presencia del ministro de Ambiente de la Nación, Juan Cabandié. Fue la primera vez que un oso pardo fue trasladado a un santuario en la Argentina.
En este video, Kenai juega y corre a poco de llegar a su nueva casa:
En este otro video se lo ve nadando, en noviembre del año pasado:
Hoy
En las fotografías que publicó este martes Tekove Mymba se puede observar a Kenai disfrutando de las dos hectáreas que hoy constituyen su hogar. Se lo ve trepado a un árbol, caminando entre pastizales y explorando los rincones del predio que tiene asignado.
Cerrado al público
Tekove Mymba no puede ser visitado por el público. Sus administradores explican que esto se debe a que un santuario de animales es una instalación en la que se protege el derecho a la salud y la vida de seres sintientes no humanos, generalmente rescatados del tráfico y de zoológicos que necesitan ser reubicados, y que muchas veces están enfermos. La premisa es no permitir ninguna actividad que pueda producir un estrés innecesario a sus habitantes.
En este tipo de lugares se rechazan las acciones realizadas "en beneficio humano a expensas de los residentes no humanos". A diferencia de los refugios de animales, los santuarios no buscan colocar a los animales con individuos o grupos, en su lugar mantienen cada animal hasta su muerte.
En algunos casos, un centro puede tener tanto las características de santuario como de refugio; por ello algunos animales pueden residir temporalmente hasta que se les encuentra un buen lugar donde reintroducirlos, mientras que otros serán residentes permanentes.
"Los animales no son vendidos, cambiados o usados para experimentación. Una de las más importantes misiones de los santuarios, junto con cuidar de los animales, es educar al público. La última meta de un santuario debe ser cambiar la manera en que los humanos piensan en los animales no humanos y en cómo los tratan", explican.