Desde hace varios años se debate sobre el futuro de la pesca convencional, en un contexto en el que la depredación de los ríos por parte de los frigoríficos pone en jaque a los ecosistemas y tiene en vilo, sobre todo, a quienes viven de la captura artesanal de diferentes especies de peces con determinado valor comercial. Pero además de la pesca extractiva a gran escala, que amenaza los recursos ícticolas, la extraordinaria bajante que registra el río Paraná desde hace varios meses suma un agravante a esta situación, ya que afecta considerablemente la reproducción de los peces.
Tras la bajante debaten el real potencial de la piscicultura
Por Vanesa Erbes
Esta situación reabre un interrogante sobre una afirmación que desde largo tiempo sostienen organismos como la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que afirma que “la acuicultura o cría en cautiverio de especies acuáticas –que incluye a la piscicultura–, será la única opción para satisfacer la creciente demanda de pescado, cuyo consumo se ha duplicado de manera significativa a nivel mundial”.
Asimismo, la FAO asegura que “es el sector productivo alimentario con el mayor crecimiento en todo el mundo” y recomienda “potenciar aún más esta actividad, por su gran contribución a la seguridad alimenticia, además de ser una fuente de ingresos y empleo”.
Sobre este punto, Jennifer Jacquet, investigadora de la Universidad British Columbia, de Canadá, estimó: “La pesca convencional continuará en las próximas décadas, pero las capturas no aumentarán. Tendremos peces de acuicultura para que el consumidor resulte menos afectado ante la cantidad que se pierde en los océanos. Un 50% de los pescados del mercado occidental proviene en la actualidad de granjas de peces, una tendencia que ha ocurrido en los últimos 30 años”.
Sobre este tema, Sebastián Almará, uno de los pioneros en Entre Ríos en la cría de peces en cautiverio, comentó a UNO: “Hoy en el río prácticamente no hay pescado. Estas bajantes que se están dando afectan al recurso, sobre todo en el verano, que fue la época de reproducción. A esto lo van a sufrir quienes viven del río no solo el año que viene, sino dentro de dos y tres años, que es cuando las crías deberían llegar al peso de faena y podrían pescarse”.
En este marco, evaluó: “Creo que esto puede favorecer la piscicultura. Pero lo que falta acá es gente que se anime a producir, que invierta, que haga estanques, ya que es muy escasa la oferta de criaderos en Entre Ríos”, dijo, en referencia a una realidad que se advierte desde hace tiempo: se trata de un rubro que requiere una importante inversión inicial, tiene altos riesgos, y muchas veces el panorama económico desalienta nuevos emprendimientos.
No obstante, Almará evaluó: “El producto y el consumidor están. Y uno puede pensar en el mercado interno, pero si en el día de mañana se logran mayores volúmenes, hay grandes mercados también. Hoy el mayor productor de pacú está en el Chaco y está logrando unas 2.800 toneladas al año”.
Por otra parte, observó que el consumo de pescado de criadero va sumando adeptos y opinó: “El pescado es la carne más saludable de todas. El problema en general es la fama que tiene por la calidad del agua del río del que se lo extrae, cómo se lo transporta y demás; estamos acostumbrados a ver en la calle baúles de autos que abren, sacan el pescado y se instalan en cualquier esquina a vender. Creo que todo eso al consumidor lo tira un poco atrás, pero el pescado de criadero tiene otras cualidades: no tiene por lo general el olor fuerte que le da el agua de río, es más sano; son varias las ventajas”.
Almará, quien comenzó con su emprendimiento Pez Campero hace 16 años en Paraná, dedicado en sus inicios a la cría y engorde de pacú, y hoy sumó la reproducción de alevines de otras especies, como boga, sábalo, carpas chinas, abasteciendo a varios criaderos del país, se mudó a Concordia. Allí cuenta con un predio con acceso al agua termal está logrando esquivar el frío del invierno y conseguir resultados en menor tiempo.
Sobre este punto, contó: “Alquilé una estación de piscicultura que llevaba unos nueve años abandonada, que está dentro de un barrio que tiene un pozo termal privado. Esto es una ventaja y apuntamos a una producción más importante, que es posible por las temperaturas: en Paraná, en los inviernos hay especies que se mueren, al pacú lo tenía que guardar bajo techo y demás. Acá en Concordia los peces están en el agua con 30°, comiendo como si estuvieran en pleno verano, y con esto logramos acelerar el ciclo de engorde: de 16 meses esperamos reducirlo a ocho, o sea, a la mitad”.
En la Capital del citrus se desarrolla también un proyecto experimental vinculado a la acuicultura, llevado adelante por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), a través de un convenio de cooperación celebrado con la Comisión Técnica Mixta (CTM) de Salto Grande, que está basado en la cría de peces en el campo El Alambrado. Maximiliano Bertoni, jefe Gestión Ambiental de la CTM de Salto Grande, contó a UNO: “Desde el año 2016 tenemos la Estación Agricultura entre la CTM y el INTA Concordia, con el objetivo de producir especies nativas del río Uruguay, como pacú, sábalo y bogas, como medio de promoción de la actividad de la piscicultura en la zona centro de Argentina y norte de Uruguay. A su vez también tiene objetivos ambientales, ya que se busca reducir la presión de pesca la comercial en el río y generar una nueva alternativa productiva de distintas escalas, que incluye la economía familiar, y a productores medianos y grandes de la región”.
Desde el INTA Concordia publicaron hace dos meses un informe que procura orientar a quienes buscar dedicarse a la actividad, en el que estiman los principales costos de inversión inicial y de producción para un ciclo, y al respecto indican que “para realizar un emprendimiento piscícola, que produzca alrededor de 1.000 kilogramos de pescado, se requiere una inversión de alrededor de un 1,5 millones de pesos”.
Impacto de la bajante
Pablo Scarabotti es doctor en Ciencias Biológicas, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), docente en la Universidad Nacional del Litoral, y trabaja en el Instituto Nacional de Limnología (INALI). Sobre el impacto de la bajante en la reproducción de los peces en su hábitat natural, señaló a UNO: “La mayoría de las especies que tienen importancia económica en la pesca del tramo medio del Paraná son migratorias y sus ciclos reproductivos habitualmente están coordinados con los fenómenos de creciente. Cuando no ocurren crecientes, generalmente la reproducción de esas especies se ve perjudicada”.
En este marco, explicó: “Normalmente el sábalo, la boga, el surubí, el patí, el dorado, comienzan a madurar sexualmente todos los años, en general, a partir de la primavera, cuando llegan las crecientes, que es la época habitual en que el río empieza a elevarse. El río Paraná tiene todos los años una variación aproximada de dos a tres metros y puede llegar incluso de hasta seis metros sobre su nivel. Cuando se producen las crecientes estas especies desovan en los ríos y arroyos, que van aguas abajo. Si el río está crecido, llegan a hacia todas las series de lagunas y bañados que hay en la llanura aluvial del Paraná, que es un sistema inmenso. Esos sitios son fundamentales para la cría de juveniles de estas especies. Cuando los huevos van derivando, tienen los primeros dos o tres días de desarrollo, se convierten en larvas, y si el río está crecido van a estos lugares, que son como refugios y tienen muchísima más supervivencia”.
Asimismo, manifestó: “Una pequeña mejora en la supervivencia de estas especies, que desovan hasta un millón de huevos, genera un aumento enorme en la producción de juveniles, y eso termina incidiendo en la producción pesquera. Si no ocurren crecientes, generalmente estas especies pueden llegar a desovar igual, pero los huevos siguen su curso a través de ríos y arroyos y no entran en estos hábitat de cría, en estos bañados y lagunas, y frecuentemente terminan muriendo o siendo presas de otros peces depredadores”.
Acto seguido, evaluó: “Este período de bajante empeora las condiciones para la eproducción. Durante el año 2021, en marzo aproximadamente, hubo un pico de creciente muy tenue, que apenas superó los tres metros. Las especies aprovecharon ese pico de creciente, que fue algo tardío y se dio ya casi entrando al otoño, con lo cual estos juveniles no lo pueden aprovechar en buena manera, porque es como que se le acorta la estación de crecimiento, entran al invierno con menor tamaño y tienen menor superviviencia después. Sobre esta generación que se produjo en 2021, no sabremos qué fuerza tendrá, hasta tanto pase el invierno”.
¿Es solución la acuicultura?
Ante este panorama desalentador sobre la disponibilidad del recurso ictícola de manera convencional, hay quienes, como la FAO, posan su miraba en la alternativa de criar peces en cautiverio para satisfacer el consumo de pescado y contrarrestar, también de este modo, los efectos de la pesca extractiva en los ámbitos naturales.
Con respecto a este tema, Pablo Scarabotti, señaló: “Particularmente pienso que la acuicultura o puede competir contra la producción natural de peces, al menos utilizando las mismas especies y con el mismo mercado económico, principalmente por el volumen del ecosistema del río Paraná en cuanto a la producción de peces”.
“Es muy difícil competir, en términos de acuicultura y también desde el punto de vista económico, por los costos que implica por ejemplo, producir sábalos o bogas e introducir esa producción al mismo mercado en el que se obtienen gratuitamente. La acuicultura puede ser un negocio rentable, pero hay que tener en cuanta que demanda mucha inversión en términos de superficie, de cuidados del agua, de empleados”, observó.
Por otro lado, remarcó: “La acuicultura debería contar con una buena base de investigación e inversión, eligiendo las especies adecuadas, cuidando que no se introduzcan especies exóticas en los hábitat originales; que no se empeore el ambiente en la utilización, por ejemplo, de jaulas en ambientes naturales, ya que hay distintos casos, pero está el ejemplo de salmonicultura en el océano Atlántico que se genera con una escala y un nivel de tecnificación tan grande, que se termina empeorando la calidad de los ámbitos naturales. En distintos lugares, además, hay efectos nefastos por el tema de la introducción de especies exóticas que han terminado perjudicando a las especies nativas y, contrario a suponer que la acuicultura tendería a beneficiar, termina perjudicando”.
“Hay que ser muy serios y cautelosos con respecto a la acuicultura, porque hay que mirar ambas caras de la moneda, tratando de invertir en investigar y mantener la salud de los ecosistemas naturales. Porque esa es la mejor forma de mejorar la producción pesquera: generalmente, por el sistema de producción que tenemos nosotros en el Paraná, el cuidando el ambiente es mucho más rentable y mejoraría mucho la producción pesquera, que prohibiendo la pesca”, subrayó, y acotó: “O sea, uno puede seguir pescando, siempre y cuando tenga un ambiente saludable que produzca peces. Lo que ocurre, y vemos con un poco de preocupación, es que se tiende a pensar que la acuicultura es la solución de todo y se tienden de a invisibilizar los problemas ambientales que tiene el río, más allá de la pesca, porque el argumento sencillo es que como la pesca está destruyendo al río, con la acuicultura producimos peces sin sacarlos del agua y con eso favorecemos la producción pesquera, pero no es correcto”.
Un problema que se agrava
Luis Cosita Romero, referente social de Paraná vinculado a la pesca artesanal y defensor de la cultura ambiental, reflexionó: “Llevamos unos cuatro años con la altura del río Paraná por debajo de la media, y ahora se agravó. La reproducción de peces sucede en primavera y verano, y esas larvas son arrastradas por la corriente, llevadas hacia las planicies del río, que son los humedales, donde se refugian y encuentran alimento fácilmente en su primer estadio de vida. En este contexto, hay una reproducción que es prácticamente nula, porque se pierde este recorrido”.
Con respecto a este tema, puntualizó: “Es necesario que el río esté crecido para que sea óptima la reproducción. Con este contexto, para los próximos años va a haber una enorme escasez de peces, y van a quedar afectados los pescadores tradicionales, el pescador artesanal, que es el que mayor esfuerzo hace para obtener su producción, por las herramientas que utiliza, que son muy básicas, como un espinel, una red que lo puede ayudar para sacar carnada, o una de arrastre con pequeñas dimensiones para obtener algún sábalo, un dorado, algún cachorro de surubí o alguna otra especie. Hay que tomar medidas para cuidar este recurso y cuidar el trabajo de la gente que vive del río”.
A su vez, comparó: “Hay pescadores a los que no les han permitido salir a pescar, porque hay veda en determinados días y no tienen otro sustento. Pero está la pesca comercial para frigoríficos, que tiene otra escala, y hay que revisar la explotación que hacen de los recursos naturales, porque la naturaleza ya no nos va a dar mas chances: hemos perdido más del 70% de los peces de nuestro río Paraná en los últimos 30 años. Es mucha cantidad y es necesario que se estudie para revertirlo en forma sustentable y que pueda permanecer en el tiempo. Este es un momento de reflexión y de pasar a la acción, y ayudar a aquella gente que depende de este recurso”.
Sobre la viabilidad de reintroducir especies criadas en cautiverio para repoblar el río, concluyó: “Suponiendo que capturáramos peces del río Paraná y logramos que logren reproducirse esas larvas de peces para reintroducirlas al río, no va a dar resultados: son considerados peces bobos los que se crían fuera de su hábitat original y luego se los arroja al río. En cautiverio aprendieron a alimentarse de la mano del hombre, y cuando se los tira al río no saben dónde encontrar comida, porque perdió la memoria biológica”