Interpretaciones: hasta ahora, el nudo principal del juicio que se desarrolla contra la banda de los hermanos Celis y el intendente de Paraná, Sergio Varisco, está en los diferentes sentidos que cada cual le otorga a las escuchas telefónicas y otras pruebas sobre las intenciones en los pagos que desde la Municipalidad le efectuaban al Tavi, con cuyo dinero este financió su negocio narco. Para algunos, está muy claro que había un común acuerdo en la adquisición de droga con fondos públicos; para otros, eran pagos de deuda de los acuerdos políticas incumplidos.
Investigador dijo que Celis compraba droga con el dinero que le daban funcionarios
Foto UNO
Quien se inclina sin dudas hacia la primera hipótesis es el sargento de la Policía Federal, Carlos Frías. Fue el perito desgrabador de las escuchas telefónicas, es decir, quien transcribió las conversaciones de los audios que conforman buena parte de la prueba para la acusación. El hombre denunció en la Fiscalía local haber recibido amenazas, las cuales vincula directamente con su función en esta investigación. No obstante, esto no le impidió declarar ante el Tribunal y describir las actividades delictivas de los acusados. Fue ayer, en la quinta jornada del juicio oral y público de las causas Narcoavioneta y Narcomunicipio.
El investigador habló, durante unas cuatro horas, de lo que claramente se referían algunas conversaciones telefónicas entre los imputados, y también aportó sus interpretaciones y conclusiones acerca de los motivos que había detrás de los movimientos de los que hablaban, muchas veces en código.
Darle plata a un narco
El punto crucial del testimonio de Frías estuvo en torno a las diversas escuchas telefónicas que revelan el mecanismo por el cual Varisco, por intermedio de Griselda Bordeira y Pablo Hernández, le daba dinero a Tavi Celis, a través de su pareja Luciana Lemos y del inspector de Tránsito Alan Viola.
“Yo escucho, interpreto, desgrabo y todo se envía al Juzgado”, explicó el policía acerca de su trabajo en esta causa. “Llegué a tener más de 15 teléfonos intervenidos, de los cuales se empieza a escuchar a una persona del área de Tránsito, Alan Viola, que se encargaba de llevarle el dinero por orden de Daniel Celis a Luciana Lemos. De esa plata que habían acordado, de esos 50.000 pesos que la Municipalidad le daba a Celis. Creíamos que González iba a ser el encargado de suministrar esa plata, no sucedió así sino que se acercaba Viola a la casa de Lemos. Viola decía muchas veces que la plata salía de la Municipalidad. Celis le decía todo el tiempo a Lemos ‘andá a ver a Hernández, a la Gorda, andá a la Municipalidad’”, contó el testigo.
“Había conversaciones sospechosas desde nuestro punto de vista –aclaró el investigador–, que me hacían pensar que algo raro había, hablan de un cargamento de 800 kilos de zapatillas que lo trasladaron primeramente a una oficina que tenía (Hernán) Rivero, y después a la zona sur de la ciudad. Daniel Celis se pelea con Bordeira, hablaba con Silva por una deuda de 200 o 400.000 pesos, hacían sospechar por las grandes cantidades de dinero. Por eso se peleó Celis con Bordeira y no hubo más conversaciones”.
El defensor de Varisco, Rubén Pagliotto, le preguntó: “¿Alguna vez Celis pedía plata a la Municipalidad para la compra de estupefacientes?”. “No”, respondió Frías.
En seguida, la presidenta del Tribunal, Lilia Carnero, interrogó: “¿Para qué interpreta usted que era la plata que la Municipalidad tenía que darle a Viola, a Lemos o Fernanda?”. “Que era para la compra de material estupefaciente”, concluyó el testigo, y luego fundamentó su pensamiento: “Ellos (por Celis y su banda) no tenían un centavo, estaban quebrados económicamente, y cuando empezaron a recibir ese dinero, empezaron con los viajes a Buenos Aires a comprar droga”.
Es decir que, según el sargento de la Policía Federal, quedó muy claro cómo el dinero que salía del Municipio financió la actividad que desplegaba la organización narco. Lo que seguirá en discusión es si los funcionarios políticos le daban ese dinero para que el Tavi resurgiera en el negocio ilícito, o producto de las deudas del acuerdo electoral. Lo que está claro es que si alguien le da dinero a un hombre judicial y públicamente señalado como narcotraficante, lo que hará es financiar su actividad delictiva.
En la audiencia se reprodujeron varias de las escuchas telefónicas, de las cuales una resultó muy elocuente: Celis y Lemos hablaban de una reunión que iban a tener con Varisco, Hernández y Bordeira por el asunto del dinero.
Consultado sobre qué carácter tenían esas conversaciones, el policía indicó que eran “políticas, privadas”.
También le preguntaron a Frías por qué no siguieron a Lemos o a Viola para constatar las entregas de dinero, a lo cual el policía dio: “Porque no se podía estar en todos lados, era demasiado grande la organización para hacer tantas vigilancias”.
El defensor de Viola, Juan Pablo Temón, le preguntó a Frías cómo pudo acreditar que el inspector retiraba el dinero de la Municipalidad de Paraná. El testigo respondió que el mismo acusado lo revelaba en diálogos telefónicos.
La jueza del Tribunal, Noemí Berros, preguntó si había otras personas a las cuales Viola les daba el dinero, aparte de las mencionadas: “No me acuerdo, pero siempre era en un círculo íntimo. Si no era al Cholo Celis, era a otro familiar directo”, dijo Frías.
Otra escucha telefónica de mera interpretación, que recordó Frías, fue una conversación entre los hermanos señalados como jefes narcos: “En una oportunidad Daniel Celis, antes de quedar detenido, habla con el Titi Celis, que iba a la casa a hablar con él y que llevaba al jefe. Organizamos un seguimiento y no pudimos saber de quién se trataba. Sospechamos que podría haber sido el intendente Varisco al que llevaba”, dijo.
Operaciones
Frías se explayó también en contar cómo Celis, ya desde la cárcel y procesado en la causa Narcoavioneta, desarrolló su nueva banda y cómo la dirigía. “Lemos se encargaba de sacar fotos de la mercadería que llegaba, mandársela a Daniel Celis, de controlar la calidad y de la distribución. Primeramente Daniel habla con el hermano Cholo Celis, lo compromete que consiga una chica para viajar al mayorista, el Cholo consigue y hubo un enojo de Daniel porque no le servía, porque donde habían ido a buscar la mandaron devuelta. Después se ocupó de conseguir una mula, a Fernanda Orundes Ayala, hicieron varios viajes y pagaban entre 10.000 y 15.000 pesos, hasta que después la traían directamente de Buenos Aires con un peruano, le decían el Tío, que se alojaba en la casa del Cholo o de Lemos”.
Asimismo, refirió las dificultades que afrontaron para tener un seguimiento continuado de los movimientos: “Sabíamos de las operatorias, el problema que teníamos era que Daniel le pedía a Luciana que le lleve de a cuatro o cinco chips, cambiaban de línea cada tres o cuatro días”, explicó.
También el testigo dijo que “Pablo Hernández era muy amigo de Daniel Celis, siempre le decía que eran amigos, que no se enoje con él, hablaban de una plata que le debían de la campaña y de la Fiesta del Mate, que estaban muy enojados. Le pedía que haga el nexo con Varisco para que le devuelvan la plata”. A su vez, recordó la conversación telefónica entre Celis y Lemos, donde hablan de “ubicar” la droga que había llegado, la mujer le dice que le llevaba a Pablo, y más adelante, ante la insistencia de qué Pablo le hablaba, ella le dice Hernández. Por lo que el policía interpretó que el concejal “iba a adquirir gran cantidad de estupefacientes”. No obstante, luego, ante la pregunta del defensor Emilio Fouces, dijo que había un Pablo Larrosa que era un posible cliente de Celis y Lemos.
“Mañana llega el avión”
En cuanto a la causa Narcoavioneta, Frías relató varias conversaciones telefónicas en las cuales surgían episodios relativos al narcotráfico, protagonizados entre distintos procesados. Había sido una investigación extensa y complicada por los movimientos audaces de la banda. Sabían que iba a llegar el avión con droga desde hacía varios meses y tenían ubicadas las pistas (en campos de los hermanos Ghibaudo en María Grande y en Colonia Avellaneda). El testimonio de Frías complicó, entre otros, a estos agricultores, quienes intentan argumentar que no sabían del real uso que le iban a dar a las pistas en sus terrenos.
Luis Céparo los había contactado un tiempo atrás, y los convencieron del acuerdo. “Empezamos a escuchar a los hermnos Ghibaudo –recordó el testigo–. Con Luiggi que estaban muy ansiosos de que bajen el avión, les contaban anécdotas, los muchachos del avión les decían que podían ser pilotos y les pagaban 300.000 pesos para hacer algunos vuelos, que los chicos del avión estaban muy apurados”.
“Era evidente que iba a ocurrir el aterrizaje en el lugar, decidimos buscar un punto para ubicarlo, hasta que me pude contactar con vecinos que todos sabían de la existencia de la pista, y que primos de los Ghibaudo estaban en desacuerdo con que aterrice un avión porque sabían de qué se trataba”, contó. Luego describió que “era una pista de 550 metros, ponían bolsitas, la mantenían”.
En un momento se cortaron la comunicaciones entre los principales integrantes de la banda porque Céparo iba a hablar personalmente con los Ghibaudo. Los investigadores pensaron que se les pasaba la oportunidad para interceptar la operación narco. Pero hubo un detalle místico que salvó la investigación: las consultas permanentes de Omar Ghibaudo con Esther Márquez. “Las comunicaciones con Doña Esther nos permitieron saber el día que llegaba el avión, porque era curandera, mano santa, asesora espiritual de los hermanos. Les decían que protejan el lugar, que no querían que los primos de María Grande se enteren, que ya habían dado aviso los primos a la Policía, y Doña Esther les decía que sí, que bajen la avioneta, que ella los iba a estar cuidando. Hasta el día antes del descenso, que Omar la llamó y le dijo: ‘Doña Esther, mañana llega el avión’. Le respondió ‘sí, bajen tranquilos, que yo los voy a cuidar para que no los vean los vecinos’”.
Narcobarcazas
Entre otras anécdotas surgidas en la pesquisa, Frías contó que “iban a buscar droga a Córdoba, que la Policía no se daba cuenta, y contaba de una barcaza que llegaba al (balneario) Thompson, que traía droga y la bajaban a una persona que tenía una camioneta roja de calle Pringles”.
“Cristian Silva, el Flaco, comenzó a buscar un rancho en la costa, en Bajada de Núñez, que queda atrás de la Shell del Acceso Norte, donde pasa el canal del río Paraná. Por ahí pasan las barcazas paraguayas, lo primero que pensamos era eso, que buscaban un lugar para acopiar el estupefaciente. Fueron, vieron el lugar, creo acordarme que después Silva le dice al Tavi que el lugar no servía, y no escuchamos más nada”.
Confirman que no hubo escuchas ilegales
La semana pasada, los abogados defensores de Pablo Hernández le pidieron al Tribunal Oral Federal que investigue si el teléfono del concejal de Cambiemos, Pablo Hernández, fue escuchado, porque en el expediente no está la orden del juez Federal Leandro Ríos habilitando tal medida judicial. La confusión surgió del testimonio de un policía que dijo que lo habían intervenido, pero en rigor no lo recordaba.
Ayer, el perito desgrabador Carlos Frías aseguró que no hubo ninguna interceptación de la línea telefónica de Hernández en ninguna de las dos causas investigadas. Así, se descarta la sospecha que se había planteado.