El viernes 3 se reinauguró A la vuelta de la esquina, un espacio cultural que reconoce como antecedente a La Esquina, y al artista plástico Ernesto Tabares como su artífice fundamental. El centro cultural, en Ameghino 130 de Paraná, refaccionado íntegramente, este viernes 17 cumplirá diez años, sobre los cuales el docente recordó algunos momentos y destacó la nueva etapa que se inicia.
Pintura, arte y experimentación en tiempos de inmediatez
Por Julio Vallana
Tierra de duendes y gnomos
—¿Dónde naciste?
—En calle Sudamérica, a una cuadra y media de Don Bosco, el 7 de octubre de 1972, donde mi familia alquilaba una casa y viví hasta los seis años, que nos vinimos acá (Gutiérrez al final). Mi papá había comenzado a construir una casa en Bajada Grande pero se enteró que era complicado llevar el agua, así que luego vendió y construyó acá.
—¿Recordás algo de aquella zona?
—A un amigo que se llamaba igual que yo y que era mayor, y nos decían Ernesto grande y Ernesto chico. Cambió mucho esa zona por lo cual ahora me cuesta reconocerla.
—¿Y de acá?
—También, era muy distinto: muchas menos casas con descampados alrededor y había uno al lado donde jugábamos al fútbol. Con el grupo de amigos andábamos mucho en la Naturaleza y en lugares insólitos, y hacíamos expediciones a la casamata, en los terrenos del Ejército.
—¿Otros lugares de referencia?
—El polideportivo, íbamos a catecismo a la Iglesia San Agustín y hacía básquet en el Club San Agustín.
—¿Personajes?
—Cuando éramos chicos, en determinados lugares aparecían duendes y gnomos… Alfredo era el padre de un amigo, quien nos llevaba por distintos lugares a tener aventuras.
—¿Qué actividad laboral desarrollaban tus padres?
—Mamá falleció el año pasado y fue maestra, comenzó en la Escuela Estrada, estuvo en Viale y en la Escuela Casiano Calderón, con cargos directivos y se jubiló de vicedirectora. Era profesora de Ciencias de la Educación pero siempre estuvo en primaria. Mi papá es jubilado de la Fuerza Aérea, personal civil, además era preceptor en la escuela de la Base, y luego en la ENET Nº 5, donde se jubiló.
Arte y talleres de verano
—¿Qué materia de la secundaria te gustaba?
—Más que nada era un espacio para hacer vínculos, éramos bastante revoltosos con mi grupo y la pasábamos muy bien haciendo nuestras cosas, no vinculadas con lo educativo. Me gustaban las materias relacionadas con lo literario, el arte y la Historia.
—¿Sentías una vocación?
—Siempre me gustó el deporte: natación, vóley, básquet y softbol. A los seis años comencé la Escuela de Música, durante tres años; mi hermano comenzó Artes Visuales y yo tres años después. En la Escuela de Música no entendía solfeo, porque no había diferencias por edades, así que fui a un profesor particular pero finalmente mi mamá decidió que dejara.
—¿Hay algún antecedente artístico en la familia?
—Mi abuelo materno era carpintero, muy conocido en Victoria, donde hizo la puerta de la iglesia. En verano me iba a pasar allá, andábamos en piragua y construíamos karting con rulemanes.
—¿Dibujabas y pintabas antes de comenzar la escuela de arte?
—Sí pero de forma muy esporádica.
—¿Leías?
—Sí, sí, nos compraban muchas historietas de Patoruzú, Condorito y Walt Disney.
—¿Un libro influyente?
—La aventuras de Tom Sawyer y Los viajes de Gulliver. Cuando fui mayor hice dos años de Historia y de Ciencias Sociales. El profesorado de Artes Visuales lo comencé durante la secundaria del Colegio Nacional.
—¿Te atraía o te mandaban a Artes Visuales?
—Estaba enloquecido. En el verano quería seguir, entonces busqué hacer talleres y en esa época fui al puerto, donde estaban Celia Schneider con Gloria Montoya, y también La Farola. Hablé con Marcela Pujol y Marta Daneri, y me dijeron del taller de Ramón Moncho Infrán, quien luego fue mi profe y mejor amigo en el arte. Te trasmitía su pasión y el dejar todo por lo que se hacía, sin buscar un rédito sino como alimento para el espíritu. Con él comenzamos a organizar exposiciones en lugares no tradicionales, como bares, y te hacía sentir uno más.
—¿Lo considerás un “maestro”?
—¡Sí, no solo mío, sino de otros artistas, a partir de su sencillez, humildad y pasión! Aprendí muchas cosas que en la capacitación formal muchas veces no están. También con Juan Carlos Eberhardt, de mucho talento y oficio.
—¿Qué hiciste al terminar la secundaria?
—Continué tres años más la carrera de arte, me recibí y comencé a trabajar. Tenía claro lo que me gustaba. Mamá insistía que hiciera las materias pedagógicas, para poder dar clases, lo hice, me costó porque no era lo que más me gustaba y hoy dos clases en escuelas secundarias.
Arte, vínculos y camino
—¿Había contrastes entre el aprendizaje con aquellos maestros y lo formal de la escuela?
—No; la escuela de arte era muy diferente a la actual. Los profesores eran muy allegados a nosotros y fui amigo de Norma Muñoz, profesora de Historia del Arte y Teoría del Color. Era una más del grupo y hacíamos peñas. Ni bien ingresé me relacioné con gente egresada, quienes tenían otro camino en el arte, me llevaban a exposiciones y me ayudó para encontrar mi propio camino, a partir de segundo año.
—¿Qué fue clave para ello?
—Al ingresar a la escuela rotábamos por los talleres de dibujo, grabado, pintura, cerámica y escultura. Después de primer año ya sabía que lo mío era dibujo y pintura, y el color me atraía mucho.
—¿Con quién aprendiste el manejo del color?
—Fui tomando de distintos profesores, de Ramón Infrán, Juan Carlos Eberhardt y otros artistas que no se guardaban nada en cuanto a técnicas, materiales, experiencias e ideas orientadoras.
—¿Se perdió ese tipo de relación pedagógica entre profesores y alumnos?
—Los medios digitales llevaron a que se pueda apreciar una obra por Internet, aunque no es lo mismo. Hasta 2000 había muchos lugares de exposición, el Bersa lo tenía, otro banco de calle Monte Caseros… Hoy también hay lugares pero el vínculo de la obra con el espectador es diferente. En cuanto a la relación pedagógica hace mucho que no voy a la facultad pero como docente entiendo que hay un vínculo muy real, afectuoso pero inmediato. Lo que comienzan, lo tienen que terminar rápido.
—¿No se aprecia ni considera el proceso?
—Exacto, cuando para resolver algo bien lleva su tiempo. Cuando enseño, por ejemplo del sombreado con el grafito, digo que es un proceso de tiempo, y así todo. Estamos muy en lo inmediato no obstante que hay chicos cuyo talento deslumbra.
Expresionismo y color
—¿Qué corrientes o artistas te atraían cuando estudiabas?
—Mirábamos mucha pintura y se formaban distintos grupos que se inclinaban hacia determinado “ismo”; en aquella época era más del expresionismo con figuras con mucho color y carga de sentimientos en la obra. Cuando comencé a indagar en la historia del arte me gustó mucho (Henri) Toulouse-Lautrec, quien trabajó también mucho la línea y tenía una carga de elaboración en el tratamiento que deslumbra. Los profesores te motivaban a ver a determinados artistas y los viernes íbamos a exposiciones.
—¿La primera obra con la cual te sentiste realmente satisfecho?
—Es una búsqueda para no hacer siempre lo mismo, algunas veces a partir del tratamiento del color buscar la imagen, otras no tanto, sino desde la imagen misma, o variando la técnica y soporte, como últimamente hice con la acuarela. No descarto nada de lo que hice, más allá de que algunas obras me gustan más que otras; a todas trato de encontrarles algo para ir hacia otro camino. Pasé del expresionismo de hacer figuras de estadios de fútbol, ya que iba mucho a la cancha de Patronato, a una serie de juguetes, otra de insectos gigantescos…
—¿Hay una constante?
—El color… su experimentación, con diferentes búsquedas compositivas y temáticas. Tiene que haber un recorrido cromático, agradable a la vista, más allá de que se pueda ensuciar. También el tratamiento de la línea o de la composición. Hubo una serie de lugares de ciudad
—¿Tuviste crisis en cuanto a descartar todo o hacer una pausa más o menos prolongada?
—Hay mucha gente que rompe o tapa porque no le gustó algo, pero en ese sentido no me caractericé; busco otro soporte y pinto otra cosa. Las cosas que me gustan menos las sostengo porque sirven para ver el crecimiento y rescatar.
—¿Te identificás con el arte digital?
—No he incursionado porque me gusta lo material.
—¿Cómo describís, en términos generales, la oferta en Paraná?
—Hay mucha diversidad de corrientes dentro de la cuales hay opciones para observar propuestas alternativas y tradicionales. Lo nuestro ha sido mucho más tradicional y clásico, porque nos gusta y lo seguiremos haciendo, pero hay espacios con otras miradas y búsquedas.
—¿Qué aporte, en ese contexto, representa lo académico?
—En nuestra época estábamos muy vinculados con el taller y se ha perdido un poco, por la carga de otras materias, que incluso no se dictan todas en Artes Visuales. Es otra cosa.
—¿Es un déficit?
—Sí, en cuanto a lo artístico se ha perdido un poco el vínculo con el taller, como herramienta fundamental para explorar materiales y técnicas.
Una década para plasmar y reflejar en el mural que viene
Más allá de las secuelas generales del confinamiento la reinauguración de A la vuelta de la esquina se dio en un momento particularmente doloroso para su hacedor: “La pintura me dio un refugio para canalizarlo”, confió el artista con relación al duelo por la muerte de su madre.
—¿Cómo surgió la idea del espacio propio?
—Fui alumno de Ramón Infrán a fines de los 90, cerró La Farola y éramos un grupo, además, con Eberhardt, Mauro Troncoso, Sergio Damonte y Adrián Grandoli, hasta que pasados unos años Juan Carlos necesitaba un lugar para pasar un rato al salir del trabajo y luego tomar el colectivo. Decidimos alquilar en el peor momento de 2001 para hacer arte y se fue consolidando un taller-galería que se llamaba La Esquina, en Montevideo e Italia, donde durante tres años hicimos más de 50 exposiciones, talleres, muestras de la gente de la unidad penal y del hospital neuropsiquiátrico Roballos. Todo el tiempo había movimiento y fue un lugar muy conocido porque fue muy abierto a todos, con espectáculos de narración, música, intervenciones visuales y pintura de murales.
—¿A la vuelta de la esquina es la continuidad de ese espacio?
—En verano se complicaba con la cuestión del alquiler y tuvimos que cerrar, más allá de que pedimos algún apoyo. Ramón estuvo bastante complicado de salud, en 2007 con mi papá adquirimos la propiedad de calle Ameghino donde yo iba a pintar, le hicimos muchas refacciones e inauguramos en 2011, con el nombre de A la vuelta de la esquina, porque tiene el mismo espíritu de aquel espacio. Todo el grupo siempre me ha dado una mano. Ahora refaccionamos especialmente los techos y se pudo reabrir con las condiciones ideales.
—¿Cómo fue la actividad hasta antes del confinamiento?
—Se desarrollaron, también, actividades musicales, teatrales, tango y muestras colectivas que incluían artesanías, fotografías y otros objetos. Y el Día del Artista Plástico se hacía un evento especial.
—¿Cuál es la experiencia de gestionar un espacio de este tipo en una ubicación no estrictamente céntrica?
—Fue un desafío, si bien La Esquina tampoco estaba en pleno centro. A nivel conocimiento, tal vez al principio no pero luego comenzó a conocerse. Es una zona de tránsito y nos falta que la gente vaya y se asiente para ver algo.
—¿Y en cuanto a la relación con los vecinos?
—Nos falta un poco de promoción en el vecindario cuando se organiza algo.
—¿Cómo fue la reinauguración?
—Con una muestra de (Víctor) Grillo que estará hasta el jueves 23. Mauro Troncoso hizo un trabajo brillante en cuanto a refacción y pintura. Con motivo del aniversario pensamos hacer un mural conmemorativo de los diez años, a cargo de quienes participamos en el espacio. La reapertura me costó muchísimo porque tuve que transitar por una situación familiar muy dolorosa por la pérdida de mi madre, pero la pintura me dio un refugio para canalizarla.
—¿De qué va la muestra de Grillo?
—Es una retrospectiva de diferentes etapas: lo muralístico, desarrollado en distintos puntos del país y en lo cual para cada trabajo hizo una réplica en pequeño, una serie de dibujos con la temática del ajedrez y otra con la pandemia, además de objetos artísticos de madera y parsecs, algunos de ellos iluminados.
—¿Cuándo se puede visitar?
—De lunes a viernes, de 17 a 20.
—¿Tienen espacio en las redes?
—Sí, en Facebook, A La Vuelta D de la Esquina.