A Lucía Barrera la asesinaron 36 horas antes de que un amigo encontrara su cuerpo cubierto de sangre dentro de la vivienda de calle Ameghino, cerca del cementerio municipal de Paraná. Mujer transexual, 36 años, poeta y activista del colectivo LGBTIQ+. El de Lucía es, además, el segundo transfemicido ocurrido en la capital entrerriana en lo que va de 2019.
Nombre muerto
Por Paula Eder
Minutos después del hallazgo, en la vereda de la precaria vivienda que aún alojaba su cuerpo, familiares y amigos lo repetían una y otra vez: “Se llama Lucía, pero le dicen Loba” sin embargo, algunos periodistas y comentaristas de redes sociales (que a veces se parecen, y mucho) no dudaron en referirse a Barrera como “hombre”, “señor”, “muchacho”. Las primeras crónicas del hecho, incluso, dejaron trascender su antiguo nombre, nombre que según después contaría Agostina Busten, vecina y amiga hace unos 20 años, había dejado atrás.
Podría utilizar este espacio para repasar leyes vigentes, estadísticas y ultrajes a los que se ven sometidas día tras día las personas que integran el colectivo transexual, sin embargo, esta vez elijo detenerme en algo que parece menor, pero representa un agravio que quizás en algunos ámbitos todavía no se dimensione. Existe algo llamado “deadnaming” (algo así como “nombre muerto”) y se refiere a la acción, deliberada o no, de referirse a una persona transgénero por el nombre que usaba antes de hacer la transición. Llamar a alguien por su “nombre muerto”, no es otra cosa que invalidar su identidad y sus derechos como persona trans.
En 1997 Mauro Viale intentó que Florencia de la V revelara su “nombre muerto” en televisión y al no lograrlo, se desquitó con incomprensible malicia: “bueno cachito, tenés pene, sos un hombre”; es de suponer que 25 años después, la realidad sea otra, sin embargo la actriz vivió una situación similar en el programa de Mirtha Legrand en 2014 y luego en el de Jorge Lanata en 2017.
Un estudio realizado por la Universidad de Texas y publicado este año reveló que los jóvenes trans que son llamados por sus nuevos nombres tienen 65% menos riesgo de suicidio ¿se imaginan poder salvar la vida de alguien solo por llamarlo por su nombre? En el sentido inverso, me es difícil de imaginar por qué, pudiendo evitar hacer daño, alguien elige hacerlo. Ignorancia, crueldad, falta de empatía, más difícil aún es saber qué ingrediente predomina en el cóctel de transfobia que sirven los medios cada vez que una persona trans es noticia.
Keili González, activista trans y militante del MST, explica a UNO: “Estamos dejando atrás la clandestinidad y cuando dejamos de estar invisibilizadas y silenciadas, algunos suelen condenar nuestras identidades. Cuando se trata de travestis o trans se utilizan básicamente fuentes policiales, sin tener en cuenta a lxs integrantes del colectivo ni a nuestros contextos”.
Twitter ya tomó cartas en el asunto y lo prohibió a finales de noviembre de 2018 al delimitar las prácticas que constituyen “conducta de odio”, por la que cualquiera que se refiera a una persona trans con el nombre que esta ya no reconoce es susceptible de que le cierren la cuenta, por un tiempo o para siempre.
Claro que fuera de Twitter, es más complicado de negociar. Solo esforzarnos para practicar la empatía y para entender que, para algunos, ese otro nombre viene a recordar todo lo que no se es.