"Me lleva el agua", el poema inspirado en la tragedia de Fiorella Furlán
Lucía Pabón Morales, es profesora y fundadora de la Asociación de Escritores de Entre Ríos (Adeer). En una entrevista realizada para UNO por Julio Vallana, relató que la tragedia de Fiorella Furlán, la joven que pereció durante una tormenta al caer a las aguas del arroyo Antoñico con su auto, revivió un suceso trágico de su vida y la conmovió tanto que le escribió un poema.
“Lo de Fiorella me hizo recordar a lo que yo viví”
La profesora Pabón Morales fue conmovida particularmente por la tragedia reciente de Fiorella Furlán, quien falleció ahogada en el arroyo Antoñico, de Paraná, el sábado 14 de diciembre, ya que le recordó la muerte de su padre y su pequeña hermana, también en circunstancias trágicas.
—¿Lo de tu papá y hermanita fue un accidente?
—Como niños fuimos imprudentes; no hicimos caso y nos metimos en el arroyo Feliciano; mi papá, que era buen nadador, se desesperó y sacó a mis hermanos. Yo, de 6 años, fui la última, y mi hermana de 10 años cayó en un remanso… fue dramático. Esperamos a que saliera con ella pero… esa espera es impresionante. Luego los encontraron juntos. Fue todo muy feo y triste. Mi mamá quedó a cargo de todo, siete hermanos, y es una gran luchadora.
—¿Cómo percibiste la tragedia en ese momento?
—Cuando sos chico te angustia pero siempre pensás que volverán, porque está la idea de la muerte como viaje, así que los esperaba.
—¿Escribir te ayudó a elaborar el duelo?
—Por supuesto. Te libera de muchas penas; el escritor es juez, víctima, toma revancha… es como Dios, por eso es maravilloso.
—¿Cómo te impactó emocionalmente lo de Fiorella Furlán?
—Me conmovió y me hizo recordar mucho lo que me había pasado, especialmente por la comunicación final que tuvo su padre en ese final tan horrible. Sentía que tenía que escribirlo así, y lo escribí con mucho respeto, desde el alma. No me animaba a publicarlo porque no sabía cómo lo tomaría la familia, quería que fuera un alivio para su pena… me conmovió mucho, desde las entrañas y el corazón ese papá. Cuando vi que la gente compartía el poema por las redes, me alivió. Ojalá y Dios quiera que con el tiempo, el gran amigo y médico del dolor, se puedan reponer. También lo sentí mucho porque era algo que se hubiera podido evitar. En el caso de nosotros, que también fue una tragedia, se hubiera podido evitar pero fue por no hacer caso.
—¿Tuviste devoluciones por la publicación del poema?
—No podía creer que hubiera tanta gente leyéndolo y dejé de fijarme cuando lo habían hecho más de 13.000 personas. Me daba miedo leer los comentarios, entonces leía sólo algunos, pero me di cuenta que posteaban algunos de los versos y me agradecían, y quienes de alguna manera me conocían, me daban el pésame por aquella tragedia ya lejana.
—¿Cuándo cerraste tu duelo?
—Fue difícil y complicado porque mi mamá siempre ponía uno o dos platos de más en la mesa, y a veces, también, compraba ropa, lo cual hizo durante 10 años. La veía sufrir y me daba mucha pena. Yo solía ir al cementerio con mi otra hermana. Creo que lo superé cuando pude meterme nuevamente al agua, porque tenía cierto miedo de ahogarme, y cuando pude volver a Feliciano, al lugar donde se ahogaron. Me hizo bien; de a poco fui cerrando la historia y sanando.
—¿Lo de ir al lugar fue un desafío?
—Sí, sí… incluso meterme al agua en el mismo lugar. Hice una pequeña ceremonia y creo que ahí cerré todo. El tiempo, y el cariño y acompañamiento de los demás es el mejor remedio.
—¿Cuánto tiempo transcurrió hasta que volviste al arroyo?
—Fue cuando tenía 40 años.
—¿Cuál fue la sensación al meterte al agua?
—Fue lindo, porque me llevaba, flotando, agua tibia… me dejé llevar, en un momento no hice pie y pensé en mis hermanos y el dolor que yo había sentido en los pulmones cuando me estaba hundiendo. El agua me atrae, me hace sentir bien y hay que tenerle respeto, no miedo. Como docente me gustaría que fuera obligatorio el aprender a nadar, tanto en la primaria como en la secundaria, y reforzarlo deportivamente en la universidad. Tenemos que conocer nuestras cuencas hídricas; la gente, en general, no conoce los arroyos, su profundidad, cuáles están entubados…
Me lleva el agua...
Y me buscan
entre las piedras
y los rescoldos
del caudaloso arroyo
y en cada junco
que toca mis cabellos
de cada cuenca
de mi Paraná
Y tu mirada
que es la mía
Y en el adiós de mi voz
que guardarás en tus oídos
En la etéreas nubes grises
En cada noche
destellante de relámpagos
En el amanecer de la incertidumbre
Y el atardecer melancólico
de las lluvias de verano
Me encontrarás
en cada ser
que me llevó en su alma
y me acompaño en este viaje
No llores papá
Me lleva el agua
para estar siempre
inmortalizada en tus recuerdos
y en los de todos
los que pronunciaron
mi nombre.