La Huber es más que el nombre de una escuela secundaria en La Paz. Es la historia presente que permanece viva en el relato oral de muchos paceños de un hacedor que asumió un compromiso con la comunidad transmitiendo valores a través de la cultura, la educación, el deporte, especialmente entre los más jóvenes.
Llegó y se quedó en el corazón del pueblo
Enrique Guillermo Huber nació el 24 de agosto de 1918 en el barrio porteño de Monserrat, pero por consejo de su hermana mayor se mudó a La Paz apenas después de recibirse de doctor en Odontología, en la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). La decisión no fue casual, ya que eran pocos los médicos que aceptaban el desafío de ejercer en una ciudad que asomaba al mundo. Tanta era su vocación de servicio que eligió dejar atrás sus amistades y los diferentes círculos sociales de su Monserrat natal.
Se había formado en la medicina en las aulas de la UBA con profesores de la talla del Premio Nobel de Fisiología y Medicina, Bernardo Houssay, aunque fuera de la academia había encontrado otros pasatiempos: participaba de las troupes de estudiantes de Odontología que paseaban sus virtudes en los teatros de revista. Fue en la época que conoció a Pepe Iglesias, un reconocido comediante, actor y cantante argentino. Así, probablemente se haya forjado su amor por la actuación y las luminarias del espectáculo, puesto que años más tarde se dedicó a organizar y guionar los actos estudiantiles de fin de año en La Paz.
Todo ese bagaje cultural lo hacía una personalidad única, de una intachable calidad humana, que hasta los últimos días de su vida seguía leyendo los libros de su colección privada de más de 30.000 títulos.
Un amor a primera vista
El hotel Barcelonesa, ubicado en el barrio Monserrat, es parte fundamental de esta historia familiar, alimentada por viejos amoríos, cafés literarios y otras yerbas.
Berta, su hermana mayor, conoció a un estudiante de Medicina que con el tiempo se transformaría en su esposo.
El muchacho nacido en La Perla del norte entrerriano se había hospedado en el hotel que era propiedad de Juan Domenech, tío abuelo de la mujer. La relación nació en algún pasillo de ese viejo edificio, pero se afianzó tanto que ambos decidieron instalarse en el norte entrerriano, llevándose consigo al futuro doctor del pueblo. "Papá se recibe en el 46 y mi tía le dijo que se fuera a La Paz, que no había dentista. Y a partir de ahí comienza su historia en la ciudad", recuerda a la distancia Guillermo, el hijo mayor y responsable de reivindicar a un hombre que predicaba con el ejemplo.
Primero pasó el tiempo de la adaptación a su nuevo entorno junto a las costas del río Paraná, pero pronto se ganó el respeto de los vecinos que lo hicieron sentir como uno más. En ese entonces era común que los médicos atendieran en su casa, por eso el doctor Huber no iba escapar a esa regla no escrita. Al mismo tiempo comenzó a frecuentar los círculos sociales de la ciudad, una faceta que lo caracterizó de cuerpo entero según le contaron a UNO aquellos que lo conocieron. Empezó a tejer relaciones en el Club Social, donde había abrazado como un ritual la práctica del billar, pero ese fue apenas el principio de una vida dedicada a su comunidad y al aporte desde un costado social.
Otro capítulo de su vida comenzó a escribirse cuando conoció a María del Carmen Sotelo, quien con el tiempo se transformaría en su esposa y madre de sus tres hijos, Enrique Guillermo –el mayor-, Susana y Carlos (falleció a los 4 meses). El primer domicilio de la familia fue en calle Italia 1042, que hasta hoy conserva su fachada original en pleno centro paceño. Por su condición de actor cultural de su comunidad ejerció la secretaría y la presidencia de la Biblioteca Popular durante varios años. "Mi papá siempre fue muy lector, comenzó su biblioteca a los 15 años. Nosotros nos íbamos de vacaciones a Buenos Aires y llevábamos dos valijas; una con toda la ropa y otra vacía para traer libros. Había dos piezas enteras con libros en casa. Era una persona muy culta, escribía poemas, ensayos y obras teatrales que le pedían los chicos de la escuela", reseñó acerca de una de sus más destacadas virtudes. Como dirigente deportivo pasó por la presidencia del club Unión e incursionó en la política siendo afiliado del Partido Demócrata, una tarea militante que lo llevó a ser candidato a intendente suplente por la Nueva Fuerza y Director de Deportes de la ciudad.
Sobre el vínculo del padre con sus hijos, Willy se abrazó a los breves pero intensos momentos que pasaron juntos. "Mi papá siempre fue amoroso con nosotros; era cerrado, pero con una guiñada de ojos, o pegándote suavemente en la cabeza, con eso te estaba demostrando que te amaba", confesó. Sus abuelos (Alfredo y María) habían sido inmigrantes de la República Checa que habían llegado al país en 1877, por eso señaló que la descendencia explica en cierta manera su personalidad. Enseguida cambió el rumbo de la conversación para contar el destino que tuvieron los miles de libros que formaron parte de su colección privada.
"Donamos 20.000 libros a la Biblioteca Popular de La Paz. Los libros que correspondían a mi hermana, que se fue a vivir a Estados Unidos, están en la casa de Irma Echeverría. En mi caso, no tengo los 5.000 libros que me correspondían, porque algunos me los robaron, me mudé muchas veces de casa, se fueron perdiendo, los he prestado y no vuelven jamás", acotó.
La muerte de su madre, cuando los hermanos transitaban su infancia, marcó un quiebre en el grupo familiar. "Cuando a mi mamá la trasladan al hospital San Martín de Paraná, atraviesa la obra del Túnel Subfluvial que todavía no estaba inaugurado. Fue un golpe duro para todos", dijo con un dejo de nostalgia. Huber falleció el 8 de noviembre de 1987, pero su legado se mantiene vivo entre los paceños.
El premio al conocimiento
Permanente promotor de proyectos pensó que había que fomentar la lectura entre los estudiantes secundarios. Fue así que instituyó un premio para los mejores promedios en Literatura del Colegio Nacional y el Colegio de Hermanas, mientras que en el Comercial no se dictaba literatura. Estaba convencido que esa era la mejor forma de incentivarlos, por eso seleccionaba los títulos y el género que consideraba apropiado para el alumno ganador. "Un día se muere Huber y había que entregar los premios en diciembre, y estando en una reunión en la Biblioteca les digo: 'No se hagan problema que a los premios los entrego yo'", recordó Irma Echeverría, reconocida bioquímica, farmaceútica y amiga entrañable del doctor del pueblo.
Después la distinción alcanzó a diferentes instituciones educativas, algo que hubiera llenado de orgullo al hijo adoptivo de la ciudad. La mujer se lanzó a la aventura, aunque el entusiasmo se fue apagando de a poco. "En un momento se entregaban 40 premios, inclusive en escuelas rurales. Con el tiempo me di cuenta que los libros no eran leídos, por esa razón hace cinco años decidí no entregar más el reconocimiento. Saqué la cuenta que había comprado alrededor de 300 libros. No podíamos estar premiando con libros que luego no se leían", reflexionó algo contrariada. En la charla también rescató la anécdota sobre cómo se había elegido el nombre de la escuela para homenajear a Huber. "Había una profesora de literatura llamada Mireya Directter. Me dijo que estaban buscando el nombre para un colegio, y que el nombre de Huber podría servir. 'Vos que lo conociste tanto, ¿no le harías una reseña a los chicos?'", me preguntó.
"Sin Huber el pueblo no tendría todo lo que tiene, no tendría acceso a la cultura. Toda la cultura se mantuvo porque la Biblioteca siguió manteniendo actividades culturales", sintetizó.
Un merecido homenaje a un paceño por adopción
La Escuela Secundaria de Jóvenes y Adultos (ESJA) N3 "Guillermo Huber" nació en 1988 como un bachillerato para adultos, pero diez años después integró a su currícula a adolescentes. Actualmente funciona hace tres años con tres turnos en el edificio del Instituto Comercial Nocturno. "Nos ha abierto las puertas al turno de la mañana y el turno tarde", explicó a UNO la vicedirectora del establecimiento, Stella Maris Oroño.
La vieja casona donde se fundó la Huber atraviesa un proceso de restauración, con la construcción de dos aulas nuevas, un renovado patio y toda la facha original. "Lo ideal es que sea un poco más grande, porque estamos complicados con el tema matrícula. Entre turno mañana y tarde tenemos 220 alumnos, sumado a los 100 del turno nocturno", acotó la docente. Oroño afirmó que la finalización de la obra está programada para el 6 de diciembre.
La rectora organizadora, Judit Gómez, repasó los primeros pasos de una escuela que marcha hacia los 30 años de vida. "Era una escuela necesaria en La Paz, porque había un Comercial Nocturno pero que era de 6 años. Entonces se pensó en otra alternativa como era este bachillerato para adultos y la verdad que fue un impacto, porque hace 25 años no se inauguraba una escuela secundaria en la ciudad, con una matrícula importante. Fueron años muy felices", destacó. "Él daba conferencias, una de las que recuerdo era sobre el gaucho. En todo acto que fuera cultural, de importancia para la comunidad estaba presente, era una persona de una prestancia, de una bonhomía, que realmente te invitaba a compartir con él", dijo sobre sus valores.
Gómez tiene una mirada particular de la comunidad y el reconocimiento de sus personalidades. "Es una comunidad medio apática, no se le ha hecho un reconocimiento, pero ponerle el nombre de la escuela fue muy grato", enfatizó.