Su felicidad estaba en alentar el abrazo. En ese encuentro de los demás se encontraba él, esa era su naturaleza, se conocía a sí mismo apreciando la mano tendida entre dos amigos que aún no se habían hablado siquiera pero ya eran amigos en su corazón. Ahí la sabia intuición del Mange Casís.
Se nos murió el hermanador, ¿y qué haremos sin el Mange?
Condición singular la de este paceño que nos dejó hace un mes, a los 73 años. Condición singular que no muere, que anda en el aire y es el espíritu unidor. Cada vez que se vean un cantante con un acordeonista, que se ensamblen una guitarra, un poema, un bandoneón; cada vez que se abracen los compositores, los intérpretes, la vecindad, ahí estará el Mange, fogoneando la reunión, señalando la belleza y la hondura del diálogo, del ensamble; la filosofía y el arte de las sobremesas.
¿Qué haremos ahora, sin el Mange? Su grave y sutil oficio tiene la particularidad de quedarse entre nosotros. Bastará nombrarlo, bastará recordarlo nomás, que lo demás vendrá por añadidura.
En la academia no figura
Todo lo que digamos de Carlos Casís, el Mange, es fruto, no de nuestra admiración, que es cierta, sino de su vocación única por el arte como arte y como vía de encuentro y manifestación de un modo de ser en el mundo.
Esa vocación no sé si tiene nombre. ¿Cómo llamar al profesional de la reunión de las personas en las esquinas musicales, y de las personas y sus artes con el paisaje todo? ¿Cómo llamar al profesional del tejido con fibras del entorno, capaz de congregar sin esfuerzo a los de ayer con los de mañana? El Mange era un mecenas, ponía todo su sueldo anual al servicio de artistas del litoral, para difundir sus obras, para que pudieran mostrarlas y a la vez dialogar con sus pares y los amantes de la música en una sobremesa. Para que la gurisada se mirara en el espejo de los mayores, y de los que están en la memoria.
Pero mecenas suena a capitalista con sensibilidad, abierto, y el Mange era un asalariado que ponía el bolsillo y también el tiempo, el cuerpo y el alma en las juntadas de enero, y una vez logrado el objetivo dedicaba el año completo en divulgar los ensambles, los abrazos, las imágenes, y en preparar el libro con literatura e imágenes que repartiría gratis en el encuentro del enero siguiente.
Si la vida comunitaria requiere de muchas funciones en el cuidado, la alimentación, la vestimenta, la organización, la salud, la vivienda, los saberes, las charlas, los consensos, la memoria, las artes, etc., el oficio de congregar ¿qué nombre tiene? El Mange fue un cultor y un unidor, claro, y lo sigue siendo. Mate en la rueda. Con el Mange uno descubre la unidad, no la inventa, su nombre es un símbolo. Y más que unidor, hermanador. Este adjetivo puede no figurar en el diccionario pero sí camina entre los panzaverdes: hermanador. Fibra principal en la red que por siglos han sabido tejer los pueblos, con el compromiso especial de las mujeres, para sostener y aceitar y cultivar el valor primigenio y supremo de la vida comunitaria. Antes que los estados, antes que las instituciones, antes y después: la comunidad, con ese empaque tan propio de la entrerrianía; “corazón tierno y fibra fuerte de caranday”, como ha dicho Linares de nuestra gente; Linares Cardozo, el ángel tutelar, en palabras del Mange.
No me iré de ti
“Che, para esta nueva edición del PAGO, va a llegar tu colega porteño Ricardo Acebal”, nos invitaba en diciembre pasado. Hermanar a los futuros amigos era su mayor anhelo. Estábamos de viaje cuando recibimos la mala noticia por un mensaje de la amiga Graciela Bascourleguy en la mañana del 18 de enero, hace un mes, y nos descolgamos en un llanto, pero al toque entendimos que debíamos dejar orear esta sorpresa al sereno, a la serena luz de nuestro amigo, siempre tan delicado y tan comprometido y tan inclinado a los llamados de la Pachamama.
Después escuchamos largas expresiones de gente allegada que revelaba actitudes del Mange, desconocidas pero no sorprendentes, con esa admiración por el paisano que ha dado tanto por su comunidad, su tierra.
Hace casi cuatro décadas Carlos Casís pintó en este soneto su amor al terruño, que tituló Últimas palabras. “No me iré de ti. Todo me llama./ La magnolia, el parral, la santarrita,/ el aroma de mi infancia y la infinita/ mansedumbre que tus lágrimas reclama”. “No me iré de ti, soy quien te ama!/ con las voces del recuerdo tengo cita/ y en tu patio fatigado de visitas/ de aquel árbol solamente hay una rama”. “Mas te quiero ahora, el sentimiento,/ no se cambia con el rumbo de los vientos,/ ni cual frágil golondrina que derrama/ su ternura tan solo en un momento,/ está mi vida enclavada en tu cimiento,/ y por eso no me iré: es mi proclama!”
Desde esta actitud a corazón abierto organizaba el Mange con sus amigos paceños y sus familiares el encuentro anual Cuando el Pago se hace Canto. “No es un festival, es un encuentro”, repetía.
Armonía con el cosmos
En diálogo con Casís, en su clásico programa radial Estampas provincianas, así describió Ramón Ayala, el Mensú, el encuentro anual en La Paz. “El gusto es mío, amigo, de estar aquí respirando este clima de La Paz llegando desde Asunción del Paraguay, cruzando el río Paraná, Posadas, y toda esta costa, Goya, Esquina, todos esos pueblos, para llegar a La Paz para estar junto a ustedes, amigos, para integrarme a este movimiento en pro de la defensa de la música argentina, en este caso partiendo del litoral”.
“Es muy meritorio este gesto, hay que apoyarlo de cualquier manera, si es que uno se siente argentino, si no es como esos argentinos con alma extranjera que le dan la espalda a su propia tierra, a su propio país, sin darse cuenta que se van borrando de la vida y de su propio mapa. Hay que afirmarse la vida, crear raíces en la tierra, proyectar su tierra, amarla, sentirla, esto es importante, y es muy difícil comprenderlo, porque hay que tener el alma limpia, llena de asombro, de amor, para darse cuenta de la maravilla que es sentirse parte de un lugar en el planeta, defenderlo, quererlo, vibrar con él”.
“Esto es importantísimo, amigo, porque hace a la vida, a la sonrisa, al bienestar, hace a un encuentro con uno mismo. Uno no tiene vergüenza de ser de un lugar que se llame La Paz, Posadas, Buenos Aires o Paraná, no tiene vergüenza porque está en armonía con el cosmos, con su tierra, con su sangre, con su idea y con uno mismo”.
Estampas provincianas marcó una época, desde LT 40 de La Paz y radio comunitaria Barriletes de Paraná.
Seguir hermanando
El Mange Casís no se irá de La Paz ni se irá de nuestras rondas. El oficio de hermanador, en el que fue pionero, tiene la particularidad de seguir obrando desde otra dimensión. Quién no siente en esta ahora las ganas y la necesidad de abrazar a quienes abrazó el Mange.
La zamba de Magma, “El Hermanador”, dice mucho de nuestro amigo. El Mange podía ir a cualquier lugar y recibir un abrazo, era un halago esa visita porque él mismo era todo un mensaje de confraternidad, de autenticidad, de música, decencia, entrerrianía.
Sobre el piano de Alfredo Ibarrola, la voz de Alberto Felici pregunta cómo se hace, cómo se hace para hermanar distancias. ¿Cómo hizo nuestro amigo para tender esos puentes en su peregrinar por nuestras provincias del litoral?
Estos artistas de Magma no están lejos del Mange, si luego cantan los versos que Linares Cardozo le entregó en manos a nuestro amigo paceño, su copoblano, el poema “Desprendimiento”, a modo de despedida. “Guitarra, es tiempo de partir… presiente el ser una música cósmica, el eterno sonido de la inmensa guitarra de cuerdas estelares… allá voy en desprendido vuelo… allá voy aligerado hacia la profunda guitarra de la noche”.
Hermanador, oficio necesario, imprescindible en estas horas en que reinan el agravio, el ultraje; sacrificado oficio, que exige conocer, escuchar con paciencia, visitar, poner el hombro, buscar las grietas, pagar, imaginar modos diversos para mantener viva la llama del encuentro, no doblegarse ante las sorderas, no lamentar sorderas, y sobre todo disfrutar el arte, saludar a sus intérpretes.
No hay mejor testimonio de respeto por el arte que conocerlo, seguirlo con amor, registrar momentos únicos y compartir esos registros. El Mange Casís fue y es hermanador. Cuantas veces lo encontramos acompañando reuniones, conciertos, ubicado quizá en la última silla, serenamente presente, dando espacio a los demás.
Compendio de saberes
Los conocimientos de Casís sobre la música del litoral eran frondosos. A sus archivos, registros en casetes y discos y videos, fotografías, libros, sumó decenas de programas radiales que están grabados, y en donde desplegaba en detalle sus saberes acerca de la vida y la obra de los artistas, los momentos, los sentidos de las composiciones, los intérpretes, los conjuntos. Mucho de eso se encuentra en las revistas del Pago, que no pocos recibieron de las manos del Mange de manera gratuita y las coleccionaron.
Decenas de artistas, periodistas, estudiosos de diversas disciplinas, diseñadores, obreros, fotógrafos, amigos, familiares, pusieron el esfuerzo para salir adelante con el encuentro y con la revista. Largo sería enumerarlos. El patrimonio cultural de los archivos de Casís debe ser preservado y ofrecido al público, siguiendo su legado. Todos podemos colaborar para ello. Sabemos que han quedado en manos de gente preparada, comprometida, que acompañaron los encuentros por lustros.
No existe un compendio de fotos, por caso, con los encuentros de artistas como tiene el archivo de Casís, y no para él, porque todo ha sido publicado en su libro anual llamado revista. En su alma de periodista, lo que lograra el Mange en sus entrevistas y andanzas llegaba a su audiencia, a sus lectores, y era tema de conversación en sus visitas. Allí queda patente la unidad ancestral de los panzaverdes y correntinos en una amplia nación chamamecera, como se ha dicho; y el destino de patria grande desde la siempre viva aunque tapada Liga de los Pueblos Libres.
Los gustos del Mange
“Entre los temas que más me han impactado del cancionero nombraría el hermoso chamamé de Cacho González Bedoya y Tarragó Ross, “Por Santa Rosa me voy al río”; hay una zamba hermosa que tengo grabada y suelo pasarla, “Cuando tu te vayas”, de un riojano llamado Luis Vall. También me gusta mucho una chamarrita que compuso un querido amigo que ya partió, José Albino, llamada “La Linareja”. Por la originalidad, la belleza y la interpretación”.
La letra de González Bedoya junto a la melodía de Antonito nos hermanan también en el gusto del Mange. “Una luna lavandera trajo la noche/ con un atado de ropas para lavar,/una luna lavandera está de cuclillas/ y en el arroyo retuerce su delantal”.
Tomamos sus palabras de una entrevista que nos concedió acerca de su experiencia en el ejercicio del periodismo radial para la difusión de nuestras artes. “La música folklórica -comentó entonces- tiene muy pocos lugares propios de difusión, son muy escasos. A los programas informativos o deportivos los sonorizan con música que no tiene nada que ver con nuestra idiosincrasia. Inclusive hasta los mismos programas llamados culturales, en televisión especialmente, pasan otro tipo de música, pero nosotros, los conductores radiales, tenemos que dar un poco la didáctica de lo que hacemos. Yo me acuerdo que en el congreso de chamamé de 2015, en Corrientes, dije que los conductores radiales tenemos que ser como escribanos, dar fe de lo que decimos, porque la gente nos escucha y nos cree. Si contamos la historia de un tema debe ser así. O si decimos el autor, que debe decirse, tenemos que conocer, no cualquiera puede hacer un programa radial. Y más en la música folklórica”.
Para el Mange, nuestra cultura sobrevive si es auténtica. “Es cierto que en bares y restaurantes no se escuchan zambas, chamamés, tonadas, milongas, chamarritas; no se escuchan. Pienso que se debe bastante al desconocimiento que se tiene de nuestra música, de los cultores populares, entonces pasan lo que les venga mejor. Eso se podría revertir sugiriendo un poco a quienes están en esas actividades, comentándoles sobre los intérpretes nuestros, de la provincia, del país. Llega gente de otros lugares y quiere escuchar música de la región. Se podría sugerir que cambien un poco el repertorio”. Su mirara no era cándida, sabía que detrás de algunos aportes hay toda una propaganda y que nuestros cultores, compositores, intérpretes, andan siempre medio a la intemperie, pero también sabía que a veces no tenemos disposición para cambios pequeños, que no requieren de mucha logística ni de tanta plata y sí dependen de nuestra conciencia.
Carlos Casís, el Mange, nos sigue hermanando. Así como su actitud y la de su vecindad lograron que en La Paz se dieran los memorables reencuentros de Roberto Galarza y Julio Lorhman, Francisco Casís y Linares Cardozo, Mateo Villalba y Pocholo Airé, entre decenas, en esas juntadas, los que hemos sido testigos de su oficio de fogonero y hermanador podremos cultivar aquí y allá huertitas parecidas.
Deudos del hermanador
No exageramos si decimos que son miles las mujeres y los hombres de la música, la literatura, la pintura, la historia, que han pasado por los programas y las revistas y los encuentros promovidos por el Mange. Y muchos más si contamos la audiencia y los lectores de sus obras, y si no olvidamos el mensaje dejado por esta pasión de valorar las obras de la vecindad.
En la revista anual encontramos ensayos, poemas, canciones, columnas de opinión, entrevistas que cruzan fronteras porque el director de la obra no se encerraba en compartimentos. Los pueblos ancestrales, el federalismo, los grupos musicales, los poemarios, los instrumentos, la música sobre todo, la ecología, con aportes de estudiosos de diversos rincones del país. Y por supuesto, la danza, el canto, los intérpretes de cada instrumento, y miles de fotografías como testimonio del cancionero del litoral hacia finales del siglo XX y en las primeras dos décadas del XXI. Notable recopilación. En la revista Barriletes de enero de 2016 figura una extensa y profunda entrevista a Casís que está en las redes y es de lectura obligatoria porque resume con gran lucidez los saberes y las inquietudes del entrevistado.
Los poetas indígenas, la historia del chamamé, la resistencia jordanista, la anécdota sobre una cuarteta que hizo historia (“En el cielo las estrellas…”) nacida en La Paz, y el reconocimiento a los cultores fundamentales de nuestra idiosincrasia.
Ha sido un verdadero orgullo para muchos recibir la invitación del Mange para publicar algún aporte en la revista, porque sabíamos la calidad y la calidez y el desinterés y el compromiso colectivo que se creaba en ese ámbito, y la seriedad y la pasión del director.
Salud, Mange Casís. Un río te acompaña, hermano querido, un chamamé te besa, un fuelle te llora, interminable, como la amistad que cultivaste. Contagiados de tu alegría por la música y el encuentro, intentaremos mantener la llamita encendida.