Para la mayoría de las familias, las fiestas de fin de año están asociadas a las reuniones familiares, los brindis y los abrazos. Pero para otras, significan momentos de miedo, angustia y encierro, ya que el estruendo que causa la pirotecnia, todavía presente pese a las campañas y ordenanzas, puede tener un impacto profundo en personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA), especialmente en niños y niñas con hipersensibilidad auditiva.
Pirotecnia y autismo: el drama de las familias que viven las Fiestas con miedo y dolor
Si bien hay normativas que prohíben la pirotecnia que causa estruendo, muchas veces no se cumplen, con una falta de empatía alarmante
Por Vanesa Erbes
Gentileza Bigstock
La pirotecnia causa miedo e incluso fuerte dolor físico en personas con autismo
“Ellos sienten el sonido hasta siete veces más fuerte que una persona neurotípica. Eso provoca crisis severas: llanto incontenible, conductas de autolesión, ataques de pánico y, en muchos casos, convulsiones. No es una exageración ni una cuestión de gusto: es un problema de salud”, explicó a UNO Amarú Méndez, mamá de un niño con TEA, presidenta de la asociación MirarTEA y una de las impulsoras de la campaña “Más luces, menos ruidos”, en Paraná.
Por su parte, la terapista ocupacional Vanesa Páez, especialista en el tema, precisó: “La mayoría de las personas dentro del espectro autista tiene como principal desafío la administración de los estímulos sensoriales”, y contó que entre ellos, el sonido suele ser uno de los más difíciles de tolerar.
En este marco, sostuvo que la pirotecnia, incluyendo los fuegos artificiales, reúnen varias características que los vuelven especialmente nocivos: son extremadamente ruidosos, imprevisibles y repentinos. “No hay forma de anticiparlos. No se sabe cuándo van a explotar ni con qué intensidad, y eso el cerebro lo vive como una amenaza real”, detalló, y remarcó que lejos de ser sólo una molestia, hay un impacto físico y sienten dolor: “Algunas personas describen el dolor como si fueran agujas clavándose dentro de los oídos”, aseguró.
Las consecuencias pueden ser severas. Ansiedad intensa, ataques de pánico, crisis sensoriales, llanto, gritos, temblores, taquicardia, náuseas y una necesidad urgente de huir del lugar son algunas de las reacciones más frecuentes. “El problema es que, en ese estado, no pueden evaluar peligros. Pueden salir corriendo sin ver obstáculos o incluso hacia la calle, lo que los expone a situaciones muy riesgosas”, advirtió la especialista.
Además, los efectos no terminan cuando cesa el ruido. Muchas personas presentan alteraciones del sueño, dificultad para descansar y secuelas emocionales que pueden durar días o transformarse en experiencias traumáticas persistentes. “Son vivencias totalmente negativas que terminan obstaculizando su desarrollo”, señaló Páez.
En el caso de niños y niñas, estas reacciones suelen ser malinterpretadas. “Muchas veces se las ve como berrinches, pero no lo son. Se trata de una sobrecarga neurológica. El cuerpo y el cerebro no pueden procesar ese nivel de estímulo”, remarcó.
Ante estas situaciones, desde hace años organizaciones, familias y profesionales insisten en la necesidad de erradicar la pirotecnia sonora y promover celebraciones inclusivas. En Paraná, existe una ordenanza que prohíbe su uso y regula la venta exclusivamente en comercios habilitados, con canales de denuncia disponibles para la ciudadanía. Sin embargo, la realidad muestra que el problema persiste.
En Gualeguaychú también hay incumplimientos y ayer un grupo de vecinos hizo una marcha para exigir empatía y el respeto de las ordenanzas vigentes que protegen a las personas con hipersensibilidad auditiva. Fue la asociación TGD Padres TEA de la localidad la que hizo la convocatoria, ya que en Nochebuena hubo intensos estruendos de petardos que empañaron los festejos.
Desde la agrupación advierten además que el ruido ensordecedor de los escapes libres de motos también causan un estrés y malestar en las personas con TEA, generando en un estado de alerta tarda mucho tiempo en revertirse.
Según publicó el sitio La Región, Gualeguaychú fue pionera en la región al promulgar en 2016 una ordenanza de prohibición total de pirotecnia (tanto sonora como lumínica), que entró en vigencia en marzo de 2017. Sin embargo, Carina Leonardi, integrante de TGD Padres TEA, lamentó que “tras casi 10 años de vigencia, todavía sea necesario salir a la calle para pedir que se respete la ley”.
Fiestas bajo encierro debido a la pirotecnia
El impacto no se limita a los minutos que duran los estruendos causados por la pirotecnia. Para muchos chicos con TEA, el estrés se extiende durante días.
En este contexto, Mariana Martínez, mamá de un niño con autismo, recordó con dolor las primeras fiestas de su hijo, cuando aún no tenía diagnóstico. “Cuando escuchaba los cohetes, él se quedaba inmóvil, como congelado, mirando fijo. Yo pensaba que estaba ‘asustado’, pero después entendí que en realidad estaba atravesando crisis neurológicas. Hubo navidades en las que nos encerrábamos en el baño, con más de 35°, tapándole los oídos con almohadones, porque era el único lugar donde sentía que podía protegerlo”.
Con el tiempo y gracias a terapias de integración sensorial, su hijo logró tolerar un poco más algunos estímulos. Pero no todos los chicos responden igual. “Hay niños que siguen teniendo una sensibilidad extrema. Para ellos, el ruido no es una molestia. Es terror, incluso a morir, ya que el cerebro entra en modo de defensa y se ‘apaga’. En ese proceso, se pierde oxígeno, se pierden neuronas”, explicó Mariana.
La situación se repite en distintos puntos del país. Atento a lo que ocurre en otros lugares de la Argentina, Jonatan Pons, papá de un nene con TEA, se comunicó con UNO desde San Rafael, Mendoza, y relató escenas similares: “Pese a estar prohibido, en Nochebuena se usó pirotecnia sonora en mi ciudad. Mi hijo, con cinco años, se metía debajo de la cama, a oscuras, tapándose los oídos y gritando. Vivimos a unos 300 metros de donde tiraban pirotecnia. Nuestro barrio fue empático, pero los barrios vecinos no”.
A su vez, aclaró que el miedo no termina cuando cesan los estruendos. “El estrés le dura casi una semana. En su caso estuvo llorando el día 25, el 26, el 27; sin poder dormir, sin disfrutar los regalos, asustado y sin entender qué estaba pasando”, lamentó.
Aunque en Mendoza la pirotecnia sonora también está prohibida, el uso continúa. “Nos dicen que es imposible controlar a todos. Pero las empresas venden igual, incluso por internet. Ahí es donde el Estado debería actuar con firmeza”, sostuvo Pons.
“Se trata de vidas humanas”
El debate sobre la pirotecnia suele reaparecer cada diciembre, muchas veces reducido a una discusión económica o cultural. Para las familias, el planteo es otro. “Cuando se discutió la ordenanza de Pirotecnia Cero, se puso sobre la mesa la pérdida de puestos de trabajo del sector. Pero estamos hablando de vidas humanas”, subrayó Mariana, y cuestionó: “¿De verdad vamos a priorizar la ganancia por sobre la salud de niños, adultos mayores y personas con discapacidad?”.
El impacto también alcanza a bebés, personas mayores, animales y a adultos dentro del espectro autista, que muchas veces no son visibles en la discusión pública. “Nadie está exento. Todos tenemos cerca un niño, un bebé, un abuelo o una persona con discapacidad. Celebrar sin ruido es una cuestión de empatía social”, remarcó por su parte Amarú Méndez.
Las campañas de concientización buscan cambiar el foco: celebrar sin excluir. Fuegos artificiales lumínicos, espectáculos organizados y habilitados, y sobre todo, decisiones individuales que tengan en cuenta al otro.
“Las familias queremos pasar las fiestas juntas, alrededor de una mesa, no encerradas en una habitación con un hijo en crisis. Queremos un Año Nuevo con amor, con prosperidad y con respeto. Con más luces y menos ruidos”, resumió Amarú Méndez.
¿Qué se puede hacer?
Desde la terapia ocupacional, se sugieren algunas estrategias para mitigar el impacto: el uso de auriculares con cancelación de sonido, la anticipación (explicar qué va a pasar, qué se va a escuchar y por cuánto tiempo), y la creación de un espacio seguro dentro del hogar, con luces bajas, música suave o ruido blanco, donde la persona pueda refugiarse.
“También es fundamental validar lo que sienten, no minimizarlo. Decirles ‘sé que te molesta, estoy acá con vos’”, subrayó la terapista ocupacional Vanesa Paéz.
Pero hay una medida que excede al ámbito familiar y depende del compromiso colectivo. “Promover la pirotecnia sin ruido es el mayor apoyo que podemos dar como sociedad. Es la forma de lograr que las fiestas sean realmente inclusivas, no sólo lindas para algunos”, afirmó la especialista, quien insistió en un mensaje clave: no se trata de exageraciones ni de falta de tolerancia. “No es un capricho, no es un berrinche. Es dolor real”, reiteró, y sostuvo que difundir esta información es un paso fundamental para construir empatía y generar cambios culturales. “Que la gente entienda esto es súper necesario”, dijo a modo de conclusión.
El pedido no es nuevo, pero sigue siendo urgente. Porque mientras el ruido siga siendo sinónimo de festejo, para miles de personas el comienzo del año seguirá siendo sinónimo de miedo.

















