Tomar la ley por mano propia es la mejor y más eficiente salida para agravar la actual coyuntura de seguridad en la que se vive. Matar a un ladrón de autos, plata o el bien que sea representa una escalada de violencia que a todas luces será incontrolable.
La justicia por mano propia agrava las cosas
23 de septiembre 2016 · 07:00hs
Entiendo la angustia y el rencor de las víctimas porque me pasó. A todos los miembros de mi familia, menos dos, alguna vez le robaron. Es indignante, pero debo confesar que jamás se me cruzó por la mente salir a reprimir por mis propios medios. No le encuentro la razón. Tampoco el justificativo. Los que alguna vez nos robaron tampoco fueron detenidos. "Paciencia, ya van a caer" medité reiteradas veces a título de consuelo. Y fue solo eso, un consuelo.
Es mi experiencia; no mucho más. La del resto puedo dar cuenta por testimonios o noticias producidas en la Redacción. En incontables ocasiones escuché los deseos de las víctimas de "moler a palos a los chorros". Los comprendo, pero no comparto. En principio por el más puro pragmatismo: no estoy habituado a la violencia y los cacos conviven con ella en todas sus versiones. De manera que tienen todas las de ganar. Considero que la inseguridad se debe paliar con prevención y penas que duelan. Lo demás es verso o bien estrategias para que todo siga igual o empeorando.
"Con buena voluntad en la Alcaidía de Tribunales de Paraná entran 60 encartados los viernes y queda colmada; para el lunes ya está vacía de nuevo" me contó hace algún tiempo un jefe policial en un contexto donde trataba de obtener algo de información acerca del accionar de la fuerza en la represión de delitos menores; por ejemplo punguistas o ladrones de motos. La conversación terminó poco después sin dejar más rastros que la sensación de que estábamos en una encrucijada compleja, dado que tiempo antes un magistrado del Superior Tribunal declaraba que los juzgados estaban atestados de causas que se resolvían en mérito a los juicios abreviados donde, en resumido relato, los imputados aceptan la culpa y los premian con una condena menor. En otras palabras un canje de tiempo en prisión a cambio de ajustar la ley al presupuesto de Tribunales. Además aquí, en la provincia, ningún delito, por aberrante, violento y grave que sea, será penado con más de 35 años. Entonces se concluye que todo el amplio abanico de delitos penados son pasibles de ser castigados con menos tiempo.
Quizá, y solo quizá, en esa conjunción de comentarios pueda haber una explicación a lo relativo que puede ser una temporada en prisión para que un delincuente entienda que robar le puede costar muy caro. La sensación actual es por el contrario, que en general les sale a precio de oferta. Y ejemplos abundan a diario en las secciones policiales de cuanto medio de comunicación entrerriano uno acceda para informarse.
Hasta ahora, nadie dio en la tecla para paliar la inseguridad. Los modelos de inclusión social y los más crudos del liberalismo mostraron, en rango diverso, sus fracasos en esta materia: la de cuidar a las personas.
Lo bueno de todo esto, si es posible ponerlo en tales términos, es que el tema sea cuestión de debate popular; cosa que no sucede con igual ahínco con otros derechos vitales como el de la educación, salud, vivienda o trabajo dignos; asuntos que sin duda harán caer el ritmo del delito.