Este jueves se celebró el Día del Estudiante, una jornada donde alumnos y alumnas de todos los niveles festejan el acceder a su derecho a recibir una educación o, en algunos casos, iniciarlos, retomarlos o continuar con instancias superiores. Esta fue la primera vez que transité esta fecha desde el lugar de graduada de una carrera de nivel superior y comencé a reflexionar en el panorama que debemos afrontar las y los jóvenes profesionales en un país completamente diferente en comparación de cuando iniciamos los estudios universitarios o terciarios.
Día del Estudiante: ¿y ahora qué?
Por Fedra Venturini
Sin mencionar lo difícil que es el proceso de decisión de una oferta académica o de capacitación profesional -en el que no sólo se juega la vocación, sino también el futuro laboral o económico- una problemática cada vez más recurrente es el después de la última materia, la tesis, el confeti, la harina y los huevos: ¿y ahora qué?
El mercado laboral es una realidad sumamente compleja donde la competitividad para acceder a un puesto es alta y cada vez más se ven requisitos difícilmente alcanzables. Por ejemplo, más de tres años de experiencia en puestos similares o referencias comprobables son las más vistas en redes profesionales como LinkedIn. En esta línea se ve cómo las exigencias son sumamente elevadas, pero las recompensas -profesionales, económicas y personales- no igualan el precio emocional y físico de la inserción laboral.
Una ilustración con la que crecimos las generaciones de recientes graduados es la emblemática película “El Diablo viste a la Moda”, donde una aspirante a periodista que busca insertarse en el panorama editorial es contratada como asistente de Miranda Prestley, la infame editora en jefe de Runway. El film, inspirado en la novela homónima de Lauren Weisberger, refleja cómo la joven sufre más de un tipo de maltrato laboral, pero la protagonista debe resistir estoicamente porque ese empleo le abrirá las puertas a su profesión, pero a un costo humano y personal altísimo.
Si bien hay varias universidades que ofrecen oportunidades de inserción con pasantías rentadas o prácticas profesionales, donde no se brinda un sueldo sino un ‘estímulo’, la demanda es altísima y sólo unos pocos son seleccionados. Además, son pocos los afortunados que, tras este tipo de instancias formativas, reciben el llamado de las empresas para ejercer la profesión que estudiaron como empleados de planta, en blanco, y todos los derechos que conllevan. Pocas veces las empresas ven a los pasantes como una inversión para los equipos de trabajo, sino una forma ‘económica’ de tener empleados sin tantos ‘problemas’. No obstante, así como la joven asistente de Miranda, deben sentirse “agradecidos” de tener un trabajo “por el que un millón matarían”.
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En los casos de nuevos graduados, que milagrosamente alcanzan las altas expectativas de las empresas, es cada vez más común ver casos de precarización laboral, donde abundan los trabajos en negro y largas horas por un sueldo paupérrimo que no permite el ahorro o la independencia por fuera de la casa familiar sino solamente afrontar gastos mínimos o colaborar con los gastos del hogar. Lamentablemente, hoy en día, pensar en un trabajo en blanco donde se cumplan los derechos es casi una utopía y resulta extremadamente raro ver a un joven con un recibo de sueldo que incluya obra social, aguinaldo y jubilación. Hoy es una cuestión de suerte donde deberíamos considerarnos agradecidos, cuando en realidad debería ser algo de lo más normal y el pensamiento debería ser de orgullo, porque conseguir un trabajo y mantenerlo es el resultado de un esfuerzo, además en los nuevos profesionales debería ser considerado como la escalera para un crecimiento integral.
Es momento de pensar que la inserción laboral precisa urgentemente una instancia para ser repensadas desde un lugar más humano para las futuras generaciones porque, a diferencia de lo que pueden pensar un gran número de personas, hay muchísimos jóvenes que ansían la llegada de su momento para iniciar su futuro en lugar de pensar ‘¿y ahora qué?’ tras dejar atrás la etapa de la graduación.