El padre Alejandro Patterson cumple hoy 50 años al servicio de Dios y de la comunidad. Nacido en 1936 en Johannesburgo, Sudáfrica, se ordenó como sacerdote el 4 de julio de 1971 en Dublín, Irlanda, junto a John OMalley -más conocido como el padre Juan-, Peter OConnor y Michael Hubbart. Los cuatro llegaron un año después a Paraná, traídos por el arzobispo de entonces, monseñor Adolfo Servando Tortolo.
El padre Alejandro Patterson cumple 50 años como sacerdote
Por Vanesa Erbes
Destinado a la parroquia San Miguel Arcángel, es en esta iglesia donde el padre Patterson encontró su hogar, y allí oficiará hoy la misa de acción de gracias las 11, con los protocolos que impone la pandemia. Muy querido y respetado en la provincia y en Santa Fe, será acompañado por el grupo de fieles Nacimiento Niño Jesús, de la vecina provincia, y los feligreses locales que siguen su obra.
Se trata de un trabajo inclaudicable, a veces llevado adelante con apoyo del Estado en los sucesivos gobiernos, y otras forjándose solo con donaciones de quienes fueron acompañando cada una de sus iniciativas, tras entregar su vida a Dios, pero también a los más necesitados, soñando con un futuro mejor para los más desfavorecidos.
Todo esto le valió para que el 27 de abril de 2017 Patterson fuera declarado Ciudadano Ilustre por las autoridades municipales de entonces. Y ese año fue reconocido por segunda vez como personaje destacado por UNO, por su incansable labor social en distintos barrios de la ciudad, entre ellos el Maccarone, una zona de gran vulnerabilidad social en la que Patterson fundó una escuela que hoy tiene nivel Inicial, Primario y Secundario, además de contar con un centro de capacitación y recreación. Se trata del complejo Educativo María Reina Inmaculada, erigido para brindarle un provenir con mayores oportunidades a quienes viven en el lugar.
Fue en 1972 cuando adquirió un ranchito en el postergado barrio, para instalar allí un comedor y poder brindarle alimento a los chicos de la zona, consciente de que la desnutrición puede afectar notablemente el desarrollo de las personas. “Los chicos tienen que comer bien durante su niñez para tener un desarrollo intelectual adecuado, y por eso fue que empezamos el comedor, que más tarde fue creciendo, y hoy tenemos el complejo educativo”, sostuvo el sacerdote, que también acompañó iniciativas vinculadas a la educación y capacitación en otros barrios, como San José.
Otra de las iniciativas destacadas que impulsó fue el comedor María Reina Inmaculada, que hasta 2020 funcionó en un salón de la iglesia San Miguel, situada en la intersección de las calles Carlos Gardel y Buenos Aires, en el que un grupo de voluntarias preparaban a diario alimento para unas 70 personas en situación de calle o sin recursos. Pero después de de casi 45 años, las mujeres que se ocupaban con sumo amor de esta tarea tuvieron que interrumpirla por la pandemia, ya que la mayoría son personas que están entre la población de riesgo.
Pero además de su labor social, el padre Alejandro sobresalió siempre por brindar apoyo espiritual a quien lo requiera, e incluso se le atribuye el don de la sanación. Sobre esta cuestión mencionó a UNO que fue a través del padre Juan que conoció la labor del movimiento carismático, aclarando que “no son los sacerdotes los sanadores, sino que es Dios obrando”.
Labor incansable
Aunque ya está jubilado, a sus 84 años Patterson sigue dando misas y compartiendo la fe con los cristianos de su parroquia, aunque actualmente de forma más limitada por la pandemia, lamentando la imposibilidad de seguir en un contacto más frecuente con la gente.
Su vocación es tan fuerte que ni siquiera abandonó su tarea cuando le diagnosticaron miastenia gravis, una dolencia que no tiene cura pero sí tratamiento para aliviar los síntomas, y que se caracteriza por la debilidad y fatiga rápida de cualquiera de los músculos de control voluntario.
Sobre este tema, comentó que a través de una persona concurrente a San Miguel se contactó con el reconocido neurólogo Facundo Manes, quien lo atendió y logró controlar la enfermedad, a la que se refiere con humor: “Cuando se manifestó no podía hablar, así que la gente debe haber estado aliviada por no tener que escucharme”, expresó divertido, y añadió: “Lo que más me gusta es hablar y comer, y eran dos de las cosas que no podía hacer”.
Otro tema del que se ríe a menudo es de su vínculo con el idioma, señalando que los entrerrianos siempre fueron “muy abiertos a los extranjeros”, cuestión que no sentía del mismo modo cuando estuvo en Francia: “En Francia miran por arriba a los que no hablan bien el francés”, dijo divertido.
Patterson contó que aprendió castellano escuchando y hablando con los argentinos, aunque agregó entre risas: “Yo viví y aprendí acá más que en mi propio país, y todavía no sé hablar castellano. Pero nunca me han discriminado como extranjero y muchas veces son demasiado tolerantes, y no me corrigen, por eso sigo hablando así”.
Por último, manifestó su gratitud a quienes lo acompañan siempre: “He estado siempre muy feliz en Paraná”, destacó, y concluyó con la gran humildad que lo caracteriza: “Quiero agradecer a toda la gente por su bondad, su aceptación y su tolerancia”.