Rosa Gabriela Giménez tiene 39 años y vive en calle Martiniano Leguizamón 920, en barrio La Milagrosa Norte, de La Paz. Según contó, reside junto a su pareja, varios de sus hijos, y tres nietos pequeños: un varón de 4 años, y dos nenas, una que hace poco cumplió un año y otra de 10 meses.
Desesperante situación de una familia de La Paz que vive en la indigencia y necesita ayuda
Por Vanesa Erbes
Son 10 personas las que comparten una especie de rancho construido con nylon, lonas y unas pocas chapas. Es un solo ambiente, y cuando llueve lo que oficia de techo deja pasar el agua; también el frío se cuela entre las hendijas que sobran en la estructura precaria que los cobija.
Al frente del terreno hay una casita, habitada por la hermana de Gabi, como la conocen todos en el barrio, y ocupan su baño.
Sin recordar el año exacto, la mujer comentó que se anotó hace bastante tiempo en el programa Mejor Vivir, con la esperanza de que el Estado le tienda una mano para edificar una pieza aunque sea. “Hace poco fui a Desarrollo Social de la Municipalidad de La Paz preguntar qué pasaba con eso, y me dijeron que no se iba a hacer más nada. Tengo el número de carpeta, que es la 26, pero seguro que la archivaron”, lamentó.
No es por capricho que quiere tener una estructura de material: junto a su grupo familiar ya sufrieron tres incendios cuando no contaban con el servicio de luz eléctrica y debían utilizar velas para alumbrarse. En el primero, que fue hace más de dos décadas, ella era madre adolescente y falleció la mayor de sus hijas. “Hoy tendría 26 años”, rememoró con tristeza.
Los otros dos focos ígneos arrasaron con cosas materiales que fueron recibiendo como donaciones y quedaron sin nada, pero por suerte la voracidad del fuego que se expandió no afectó la integridad de nadie más en su familia.
“Tengo el terreno propio, pero vivimos en un toldo. Estamos en una sola habitación”, contó a UNO Gabi, y agregó: “Tengo ocho hijos en total, dos que ya se juntaron. Mi nene más chico tiene 8 años, sufre problemas respiratorios y cuando hay cambio de tiempo se ataca de asma”.
En su caso cobra una pensión no contributiva para madres de siete hijos; de acuerdo a la página de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses) el monto mensual es equivalente a un haber mínimo, que hoy alcanza a 16.875 pesos, de los cuales le descuentan un porcentaje por un crédito que sacó hace casi dos años en el organismo para poder pagar la bajada de la luz a su domicilio, donde uno de sus hijos hizo la instalación en la frágil vivienda. “Fui a la usina de La Paz a presentarles todos los papeles de mi nene, que se ataca del pecho, y me dieron la luz, pero tuve que pagar 2.500 pesos. Compré un alargue grueso y mi hijo de 18 años, que sabe algo de electricidad, acomodó todo y hasta ahora tiramos con eso”, indicó.
Sus dos hijas que son madres perciben la Asignación Universal por Hijo (AUH) y con la tarjeta del Plan Alimentar logran parar la olla y no pasar hambre. “Nos ayudamos entre todos. Lo que yo cobro es para comer, porque para otra cosa no alcanza. Mi marido trabaja en el Volcadero. Él recicla cartón, papel, botellas, aluminio, cobre y demás, pero ahora con la cuarentena no puede ir”, sostuvo.
A su vez, comentó que fue a implorar a la comuna que le dieran aunque sea ladrillos y algo de material, para edificar entre todos un lugar más digno para vivir: “Mi marido, mis hijos y yo sabemos hacer el block y podemos construir nosotros algo. Fui a Bienestar Social de la Municipalidad y me dijeron que no tienen nada, pero yo sé que le dan al que quieren”, afirmó, y fustigó: “A mi hermano, que no tiene hijos y también fue a pedir, ahora le están arreglando la casa. No entiendo por qué a mí no me ayudan”, señaló angustiada.
Carlos, un vecino de Gabi, definió como “una injusticia” que la familia tenga que vivir de ese modo tan precario y opinó: “Hace unos 20 años se incendió su casita y ella perdió una hija. La familia armó una carpa y es donde viven más de 10 personas. Dos de las hijas más grandes tienen chicos y recién hace dos años pudieron poner la luz”.
“A ellos no les falta para comer, con eso se la arreglan. Pero cada vez que llueve se les moja todo y es insalubre vivir así, más cuando estamos en medio de una pandemia. Lo que necesitan es que les den o les construyan alguna vivienda como la gente”, subrayó.
Una lucha diaria
Cuando refresca, en la familia de Gabi se calefaccionan con leña. Al consultarle si considera el peligro que significa encender fuego bajo los toldos, responde que con todo lo que le pasó ya en los anteriores siniestros ahora controla con atención la llama para que no la sorprenda otra vez la tragedia.
Lejos de bajar los brazos con cada embate del destino, se muestra dispuesta a insistir en su lucha por sacar a su familia adelante.
Su vida no es fácil, y en el estado de vulnerabilidad en que vive junto a los suyos ha recibido visitas de trabajadoras sociales y, según mencionó, del personal del Consejo Provincial del Niño, el Adolescente y la Familia (Copnaf), pero no le han brindado soluciones. “Dos veces vinieron a querer quitarme los gurises, pero yo me pongo firme. Me van a tener que matar si me quieren sacar a mis hijos. Yo estoy haciendo todo lo posible para mantenerlos y tenerlos bien. Todos estudian, hasta la más grande, que tiene 21 y le falta poco para terminar”, refirió.
Ahora que rige el aislamiento social, preventivo y obligatorio para frenar el avance del coronavirus en el país y no concurren a la escuela, se las arreglan como pueden para cumplir con las tareas: “No tenemos Internet ni computadora, así que hacemos todo a la antigua. Mi hija de 21, Micaela, es la que me ayuda con la tarea de los nenes más chicos. Nos mandan los cuadernillos o a ella le llega el material a su teléfono, que es el único que hay en la familia”, manifestó.
Es justamente el celular de Micaela el que brindó Gabi para que quien pueda ayudarla se comunique por WhatsApp o llamando al (03437) 15542604.