Valeria Girard / De la Redacción de UNO
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Hay muchos que ayer no pudieron parar. A pesar de la medida de protesta convocada por las tres centrales sindicales opositoras (CGT, CGT Azul y Blanca y la CTA disidente) gran cantidad de trabajadores ayer debieron arreglárselas para asistir a sus puestos de trabajo.
Claro está que el paro es un derecho histórico, un mecanismo de defensa y de lucha por mejores condiciones económicas y laborales, no es ese el cuestionamiento.
El problema se da con los que quedan atrapados en el medio del conflicto que, dicho sea de paso, son siempre los mismos. Los que sí o sí tienen que llegar a cumplir con la labor diaria y no saben cómo hacerlo, los que no cuentan con vehículo propio o no quieren sacarlo a la calle porque tienen miedo que se lo dañen, los taxistas a quienes su gremio les recomienda no circular por su seguridad, los que deciden caminar cuadras y cuadras o ir en bicicleta porque no pueden justificar su inasistencia, los que tenían un vuelo programado (no importa si es por cuestiones comerciales o porque se van de vacaciones) y tienen que retrasar su viaje porque los aviones cancelan sus vuelos, peor aún el ciudadano que tenía un turno programado en un hospital público y se encontró con que sólo se atendían las guardias mínimas. En definitiva, los “rehenes” de la medida de protesta.
Es imposible medir el apoyo a un paro si el resto de los trabajadores que no lo quieren hacer, no tienen colectivos, subtes, trenes ni aviones, y tampoco las estaciones de servicio funcionan con normalidad.
Ayer, cuando salí de mi casa pensaba ver las calles desiertas e incluso especulé con dormir un ratito más preasumiendo que el trayecto iba a ser mucho más rápido.
No había colectivos urbanos, tampoco de media ni larga distancia, aún así avenida Almafuerte de la ciudad de Paraná en horario pico era un caos, un zigzagueo constante de automóviles queriendo llegar a destino y una catarata de bocinas impacientes. La cola de vehículos era interminable y tiró por tierra todas mis estimaciones acerca de la inactividad de la jornada.
En Entre Ríos no hubo cortes de ruta. Integrantes del Sindicato de Camioneros de la Provincia de Entre Ríos permanecieron a la vera de la ruta en espacios tales como el túnel subfluvial en Paraná, Ceibas, Concordia, Chajarí, Paso Telégrafo y Concordia; pero en Buenos Aires la autopista Panamericana, puente Pueyrredón (une Capital Federal con Avellaneda), Corrientes y Callao y el puente La Noria, entre otros, permanecían cortados desde tempranas horas de la mañana y el movimiento de aviones en el aeroparque metropolitano Jorge Newbery era nulo. El resultado, trabajadores que hacían malabares para cumplir.
El artículo 14 bis de la Constitución Argentina establece el derecho a huelga de los trabajadores, en contraste el artículo 14, el derecho a trabajar y a ejercer toda industria lícita. El hecho de que la huelga se decida democráticamente, ya sea en forma directa mediante asamblea de trabajadores o indirecta, a través de sus representantes, no elimina el carácter coercitivo que la misma tiene para aquellos que preferirían una modalidad distinta a la de los huelguistas. La existencia del derecho de huelga no debe hacernos ignorar el derecho a trabajar. Las consecuencias sobre la libertad individual resultan evidentes.
Los que no pueden parar
10 de junio 2015 · 06:10hs