El 30 de mayo de 2015 quedó inaugurada la plaza Mujeres Entrerrianas, en el predio del exhipódromo Almafuerte. Se convirtió en la plaza más grande de la ciudad, y constituyó un progreso en la calidad de vida de miles de familias de paranaenses, fundamentalmente de la zona este de la ciudad, que encontraron un espacio de cercanía para el ocio, la recreación y esparcimiento.
A cinco años de un hito urbano: la habilitación de la plaza más grande de Paraná
Por Daniel Caraffini
Pocas manchas verdes
Aquella jornada coincidió con la habilitación plena de la nueva trama vial interna, que puso fin a casi un centenar de años durante el cual la pista hípica emplazada en el corazón de la capital provincial –a pocos metros de las Cinco Esquinas– impidió la comunicación e integración entre barrios.
Con la habilitación definitiva de las nuevas calles, se logró la conexión de zonas a través de la prolongación de calles División los Andes, Coronel Uzín-Carmen Salvay de Germano; 4 de Enero-Susana Acevedo; la concreción de Artigas como bulevar; una calle paralela a Almafuerte (José María Cocuzza); calle José Lambarri, frente a la tribuna y entre calles Acevedo y Salvay de Germano; y cortadas Héctor Pajarito Fernández y Marta Casaschi, entre Almafuerte y Cocuzza.
En tiempos de vivir cada vez más apretados, casi hacinados, en una ciudad muy maltratada desde hace muchos años, la apertura de un nuevo espacio verde fue una inusual buena noticia. Si una ciudad sana se asienta en su urbanidad, las áreas públicas para el disfrute social son pilares básicos.
Aquella decisión durante la gestión de Blanca Osuna coincidió con un enfoque político tendiente a producir avances en los usos públicos de determinados espacios: hubo entonces también algunos intentos para ampliar y garantizar el acceso a la costa del río, prácticamente privatizada en toda su totalidad en Paraná.
La última carrera en el hipódromo había sido a fin de octubre de 2010, con la tradicional disputa del Premio San Miguel, en aquella ocasión con 13 carreras. Fue el punto final del Jockey Club de Paraná tras un derrotero judicial de una década, que finalizó con la venta del predio al grupo Libertad, conglomerado económico de origen cordobés, propietario de grandes superficies comerciales.
Los primeros trabajos de demolición de studs y movimiento de suelo para la traza de las nuevas calles se dio lentamente desde 2011. Previamente, el Concejo Deliberante había habilitado el cambio de usos urbanos en ese sector, autorizando áreas comerciales y residenciales; la plaza ocupó una parte más amplia de lo que venía siendo el campo de juego del Paraná Hockey Club.
Cinco años atrás, un día como ayer, una fiesta ciudadana con diversas actividades recreativas y deportivas fue la recepción para celebrar la incorporación al patrimonio público de 2,6 hectáreas.
No hizo falta que pasara mucho tiempo para que el sector fuera apropiado por la ciudadanía. Y al mismo tiempo que el proyecto urbanizador enarbolado detrás de una shopping languidecía, comenzaron a aparecer planteos legislativos e institucionales para que la ciudad pueda sumar más áreas del entorno para el uso de vecinos, escuelas e instituciones deportivas.
Iniciativas vecinales, y proyectos en el Concejo Deliberante o en la Legislatura provincial, de todos los sectores políticos comenzaron a transmitir y representar la demanda social. La apropiación de la plaza Mujeres Entrerrianas y su entorno por parte de la gente se constituyó en un proceso contundente de una toma de decisión colectiva sobre el destino del lugar, que no había sido oportunamente sometido a discusión pública. El negocio inmobiliario se adueñó hace años del avance y transformación de la urbanidad, moldeó nuestra forma de vida, sin un equilibrio para también desarrollar un proceso de más y mejor infraestructura verde, y de espacio para las relaciones sociales no mediadas por el consumo.
Desde el exedil Aldo Bachetti, por entonces en la denominada Concertación Entrerriana; luego la exdiputada socialista María Emma Bargagna; y más acá en el tiempo, la exconcejala justicialista Cristina Sosa, propiciaron diversos planes de expropiación en el Concejo Deliberante y en la Legislatura provincial para permitir que una amplia franja social, alejada de los principales espacios verdes de Paraná –concentrados en la costa y en el casco céntrico– tengan derecho a disfrutar de una necesidad esencial para la calidad de vida. Hasta se hizo eco el exintendente Sergio Varisco, con un anuncio en ese mismo rumbo, que finalmente no progresó.
Todo el arco político local, en los últimos años, demostró su postura a favor de un mayor uso público del lugar, teniendo en cuenta que el grupo económico propietario de la manzana más grande lindante al oeste de la plaza Mujeres Entrerrianas confirmó hace cuatro años su decisión de no emprender la megainversión prometida allá lejos, en 2008.
Las iniciativas de ampliación de uso público apuntaban, en general, a integrar la manzana más grande, o incluso la ubicada en Gervasio Artigas y 4 de Enero, permitiendo emprendimientos comerciales sobre la franja existente detrás de la galería comercial de avenida Almafuerte, como el inaugurado complejo deportivo, pocos días antes del inicio de la cuarentena.
Hacia un nuevo modelo
El Covid-19 también puso en crisis el modelo de urbanidad en el mundo. Y obliga a una reconfiguración de las formas de relacionarnos con el entorno.
Es que si una lección ya nos ha dejado la pandemia del coronavirus, aún en plena expansión, es que la alta concentración demográfica es el peor indicador de salud personal, comunitaria y ambiental.
Piezas claves de la globalización del siglo XXI como shoppings o áreas comerciales compactas y centralizadas; masivos y colapsados sistemas de transporte público; grandes edificios construidos en serie, unos pegados a otros, llevaron a una hiperconcentración comercial, residencial y administrativa. Paraná ha sido protagonista y testigo de los males del crecimiento urbano desordenado.
Dos décadas atrás, frente a pedidos de interés privado, se cambiaron los permisos de usos en la zona. Por ordenanza, sin someter a discusión pública el tema, se autorizó la construcción de un shopping y una variedad de nuevos usos residencial y comercial, en el centro del sistema nervioso urbano.
Las prácticas y hábitos, los usos y costumbres suelen hacer rotar los vientos del falso progreso. La apropiación social del exhipódromo, del mismo modo que los movimientos de defensa de los predio del Botánico y del Parque Varisco, e incluso hasta nuevos modos de movilidad, son indicadores de una “nueva normalidad” en la evolución urbana.
En ocasiones, la vida propia de la ciudad supera, se sobrepone o modifica las intenciones de un planificador. Y marca las aspiraciones, deseos y necesidades de una comunidad: es el caso del proceso de la plaza Mujeres Entrerrianas y su entorno.