Desafíos de la nueva normalidad. La pandemia de Covid-19 no aterrizó en un mundo equilibrado. La brecha de género, las desigualdades socioeconómicas y la inequidad en el acceso a la salud, la educación, el trabajo y la conectividad se vieron agudizadas a partir del inicio de esta crisis global.
20 Aniversario: Los desafíos de la nueva normalidad
Por dar un ejemplo, de acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en América Latina y el Caribe la pandemia causó la pérdida de 5,7% de las horas laborales en el segundo trimestre del corriente año, lo que equivale a 14 millones de trabajadores a tiempo completo
En este escenario, y con el objetivo primordial de cuidar la salud de la población, la mayoría de los países debimos suspender las clases presenciales, afectando, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), a más de 1.200 millones de estudiantes de todos los niveles de enseñanza alrededor del mundo. Como en numerosas naciones, en Argentina iniciamos el proceso de adaptación, en tiempo récord y sin precedentes, de nuestro sistema educativo presencial hacia la modalidad virtual.
En Entre Ríos, para evitar la interrupción del vínculo pedagógico y emocional de los estudiantes con la escuela, acompañamos a las instituciones a través de las propuestas Contenidos en casa y Portal Aprender –cuya navegación no requiere del consumo de datos móviles–, el programa Contenidos en casa TV, la distribución de cuadernillos, la implementación de la plataforma GSuite, entre otras políticas educativas.
A su vez, los docentes entrerrianos realizaron un trabajo enorme e inédito para reinventar las formas de relacionarse, de comunicarse y de enseñar en un contexto sumamente difícil, dedicando tiempo y recursos en pos de que los alumnos de toda la provincia siguieran aprendiendo.
A este esfuerzo se le suma el de muchísimas familias que, en medio de una situación con múltiples consecuencias negativas y haciendo frente a problemas tales como la falta de Internet o la carencia de dispositivos, ayudaron a sus hijos, sobrinos, nietos con los requerimientos de las clases remotas.
Sin embargo, más allá de este gran esfuerzo de docentes, estudiantes y familias, uno de los consensos que arroja este tiempo de pandemia es la noción de que la escuela como espacio físico de aprendizaje, de vinculación y también como organizadora social es irreemplazable, especialmente para aquellos alumnos que no cuentan con las herramientas ni con los entornos necesarios para sostener la continuidad pedagógica a distancia. Este esmero por regresar a las aulas se relaciona entonces con la restitución de ciertas condiciones de justicia e igualdad, porque es en el encuentro presencial donde la escuela posibilita el acceso ecuánime a determinados bienes culturales.
Por eso mismo, desde hace meses venimos trabajando con el Ministerio de Educación de la Nación y las autoridades provinciales en recuperar la presencialidad en las aulas. En ese sentido, desde el Gobierno de la Provincia se han invertido millones de pesos en obras de infraestructura escolar, mientras que desde el Consejo General de Educación se transfirieron fondos especiales para la compra de insumos de higiene y seguridad destinados a instituciones de la provincia.
Al mismo tiempo, sabemos que aún no están dadas las condiciones sanitarias para regresar a la presencialidad tal como la conocíamos antes del 16 de marzo, cuando comenzamos a educar en aislamiento. El retorno a las aulas que hoy llevamos adelante es parte de una planificación prudente y responsable que abarca gradualmente a escuelas en departamentos donde la situación no reviste gravedad, aplicando los protocolos correspondientes y realizando monitoreos constantes.
Es por esto que los desafíos a los cuales nos enfrenta la pandemia nos dan la oportunidad de pensar un nuevo modelo educativo que nos permita, como sucede con el resto de los aspectos sociales, convivir con el Covid-19 hasta que se encuentre la solución definitiva.
Este escenario nos impone el reto de innovar, de construir el pasaje hacia una educación con distancia social, de pensar una escuela con modalidad semipresencial que incorpore la educación a distancia como un espacio propio, que profundice en la formación digital para docentes y que vaya de la mano de un proceso integral para asegurar el derecho a la conectividad, hoy considerado fundamental.
En un mundo profundamente desigual, poner nuestros esfuerzos en generar todos los mecanismos necesarios para una educación inclusiva no es solo una obligación, sino también una urgencia.
*Por Martín Müller/ Presidente del Consejo General de Educación de Entre Ríos