Aquella idílica idea de cerrar los países para evitar que ingrese el coronavirus, y esperar a que el virus fuera desapareciendo del planeta para abrir las fronteras, ya no es viable. En realidad, nunca lo fue, pero como nadie sabía cómo actuar, todos creyeron que era lo mejor. Finalmente, los datos van dando la vuelta al mundo y ya estamos por la mitad del primer ciclo que terminará en enero o febrero para saber cómo se comporta el Covid de acuerdo a las estaciones del año y al tipo de país donde se presenta.
MIRADAS: La economía o la vida
En Argentina hemos pasado ya un tercio del año en cuarentena, por comparación con nuestros vecinos los resultados de las medidas son esperanzadores. Al día de hoy se registran algo más de 1.800 muertes, frente a casi 7.000 de Chile y 72.000 fallecidos en Brasil.
Que las cifras argentinas sean sensiblemente más bajas que las de estos vecinos tiene que ver con el largo proceso de aislamiento que registra la Argentina. Sin embargo, el resentimiento de la economía es insoslayable, y de no interceder un nuevo concepto para el cuidado de la población ante el Covid-19, el proceso de deterioro general comenzará a contar, ya no solo muertos por Covid, sino también muertos sociales.
Esto ya no tendrá el impacto mediático que tiene el informe de infectados y muertos que diariamente marca la agenda de los títulos principales del prime time televisivo.
La gravedad de la situación social terminará afectando a todos en un período de tiempo lo suficientemente holgado como para que parezca invisible, y solo pase a formar parte de las estadísticas del Indec una vez cada tres meses.
Es inevitable la apertura del aislamiento social y obligatorio. Tomar las medidas que se consideren necesarias no será tarea sencilla porque no hay resultados garantizados. El verano boreal trajo en aquel hemisferio la esperanza de la reducción de casos y un resurgir de la economía, pero todos los días se están viendo rebrotes y retrocesos que nuevamente hacen poner en duda si lo que hicieron esos gobiernos estuvo bien. Tener el coraje de abrir el país y liberar las actividades para darle aire a la economía es una tarea que traerá consecuencias sanitarias, y un costo político para el gobierno. No hacerlo también. El respaldo de la gente hacia un rígido resguardo de la salud o, por el contrario, hacia la apertura de la economía a riesgo de mayores contagios, se transformó en la excusa perfecta para sostener una grieta que jamás se cerró y solo encontró un motivo nuevo para revitalizarse.
Las crisis económicas siempre apuran los tiempos, y en pocos meses el mundo tendrá su primer ejemplo para saber si los muertos son más importantes que la economía a la hora de influir en la política.
El 3 de noviembre serán las elecciones en los Estados Unidos, el país con la mayor cantidad de muertos del mundo y bajo el mando de un irresponsable sanitario. Si Trump gana las elecciones, un gran signo de pregunta se abrirá frente a quienes tienen que tomar este tipo de decisiones para sostenerse en el gobierno.