El jueves se reunió el Consejo Provincial del PJ entrerriano, encabezado por su presidente, que es el gobernador de la provincia. Tal vez la mayor novedad del encuentro fue la reunión misma, en la vieja casona de calle 9 de Julio, para un PJ que si bien se junta en ese lugar para recordar alguna efeméride partidaria, se acostumbró realizar sus reuniones más importantes en hoteles.
Desempolvando el PJ
La buena imagen de Bordet no tiene que ver necesariamente con los peronistas en la provincia. Sin embargo, fortalecer la presencia del PJ es una necesidad electoral, que trae aparejados desafíos y posibilidades
11 de agosto 2018 · 22:31hs
La foto del gobernador y buena parte del Consejo Provincial sesionando bajo la mirada desde los cuadros de Evita, de los exgobernadores Héctor Maya y Enrique Cresto, y con los bustos del General y de Néstor Kirchner a cada lado, parece indicar la intención de apalancarse en el PJ para una campaña en la que el posicionamiento partidario será importante. Del mismo modo que lo es dejar en claro quien ejerce el rol de conductor que implica sentarse en la punta de esa mesa.
Gustavo Bordet asumió la titularidad del PJ entrerriano el lunes 6 de junio de 2016. Las fotos son parecidas: los mismos cuadros y casi los mismos asistentes. El jueves no estuvo el exgobernador Sergio Urribarri, que aquella vez había compartido la cabecera con Bordet. Hoy las distancias relativas entre las referencias del justicialismo entrerriano han cambiado (pero ni aún en el momento más tenso llegaron a asemejarse al convulsionado proceso que protagonizaron antes Jorge Busti y Urribarri).
El titular del Ejecutivo provincial es hoy el único aspirante declarado del justicialismo a la Gobernación en 2019, y posiblemente termine siendo el único. No hay discusión en que es quien tiene mayores chances de ser el candidato. Oficialistas y opositores coinciden además en que tiene una elevada imagen positiva en la sociedad entrerriana. Y en voz baja los primeros o más abiertamente los segundos, indican que no siempre la imagen positiva es sinónimo de intención de voto.
Podría opinarse que si bien no son lo mismo, la imagen positiva es al menos una condición necesaria para ser votado; y considerar también que aún si la intención de voto fuera solo la mitad del porcentaje de buena imagen que le asignan las encuestas, igual Bordet sería un fuerte candidato a la Gobernación. Pero, también es cierto que se trata de una especulación hecha sin un panorama claro de quiénes serán los contendientes.
Alguien podría preguntarse si la imagen del gobernador es mejor en el universo de votantes de una elección general que en el universo de los peronistas. Se trata de una pregunta difícil de responder, puesto que primero habría que delimitar ese segundo universo, o tratar de determinar quiénes forman esa opinión. Dicen que el peronismo no perdona la derrota, y hoy Bordet es promesa de triunfo, por lo que tal vez esa especulación no debería constituir una preocupación electoral.
Molestia
Sin embargo, hay una piedra en el zapato del gobernador, y él no disimula la molestia. Incluso la crónica oficial del encuentro, la que se emitió desde el PJ, que contiene solo dos breves frases textuales del mandatario, se incluyó referencia clara. "No cogobernamos con el gobierno nacional aunque algunos elijan no entenderlo", señaló Bordet. Elegir no entenderlo, no es lo mismo que no entender. Es equivocarse adrede, se interpreta.
Dicen que a Bordet le molestaron especialmente los cantitos de algunas barras kirchneristas en el acto que el sábado 4 encabezó en Paraná el exministro de Economía Axel Kicillof, en los que se lo tildaba de socio político de Mauricio Macri.
Si bien la figura de Kicillof no tiene una incidencia directa en la política provincial, los kirchneristas que fueron a verlo son entrerrianos. El Candidato comunista, como lo llaman irónicamente algunos, canalizó el descontento de algún sector y así como él lo hizo, podrían hacerlo otros aquí en la provincia. Kicillof no tiene el peronómetro, pero desconocer el descontento en la mirada crítica de sectores del peronismo sería un error.
Hoy los votos del justicialismo le garantizan a Bordet la sanción en la Legislatura de la reforma electoral abreviada, esa que permite a la provincia fijar la fecha de las elecciones. Y si parece claro que un escenario de comicios provinciales y nacionales separados sería más favorable al peronismo, tampoco alcanza para confiarse.
El sector nacional que Bordet integra tiene un problema: no tiene candidato presidencial y seguramente ningún peronista entrerriano piense que da lo mismo ganar la Intendencia o el municipio con Macri de presidente que con un candidato justicialista. (Párrafo aparte, algunos tomaron con sorna la candidatura presidencial del senador Miguel Pichetto, lanzada el mismo jueves, pero en realidad lo que hace el dirigente rionegrino es poner algo donde no hay nada. Ni Juan Manuel Urtubey ni nadie).
Pero no es solo eso, sino que la chance de que en octubre de 2019 el principal rival de Macri sea un kirchnerista alentaría una expresión local que sea el correlato provincial de esa construcción. Es esta una alternativa que se diluye si la elección provincial fuera en mayo, junio o julio.
El desdoblamiento puede ser incuestionable visto desde la perspectiva del federalismo, y atacado desde la consideración del costo del operativo electoral; pero está claro que no da garantías totales.
La impresión que transmite esa reunión en la sede partidaria, más otros elementos del contexto político provincial, es que el gobernador busca atalonarse en el PJ, para desarrollar desde una identidad más pejotista su propuesta frente a la elección pensando en 2019.
Explicar desde ahí que el contexto en el que le tocó gobernar demandó de un fino equilibrio con una gestión nacional de signo contrario y poca sensibilidad. Bordet tuvo que afinar varias veces la punta del lápiz para compensar con fondos provinciales los olvidos de la Nación, y es de imaginar que de haberse enfrentado cerradamente al gobierno macrista, las cosas hubieran sido peores.
Y aunque esas definiciones constituyen hoy las bases de la consideración positiva que tiene del gobierno el grueso de los entrerrianos, no está claro que alcancen a contener a la totalidad del universo PJ cuya identidad resulta indispensable para pararse firme frente Cambiemos.
Cuando Bordet asumió, a mitad de 2016, la conducción del partido, dijo que pretendía darle una impronta "muy dinámica. Habrá una mesa permanente de discusión, de debate y diálogo sobre todo lo que haga falta para después sí salir con un criterio homogéneo que marque coherencia y unidad". El jueves instó: "Hay que generar acciones políticas para fortalecer nuestro partido y nuestro movimiento". (Esa es la otra frase textual del comunicado). Puede pensarse, cuanto menos, que la tarea propuesta en 2016 no está completa.
Bordet sabe también que Cambiemos sigue siendo lo nuevo en la provincia. Y que frente a eso, aunque él pueda ser el mejor candidato a gobernador, debe conducir al PJ en este proceso.
Se sabe de la dificultad de la tarea. Conducir no es como muchos creen, mandar. Conducir es distinto a mandar. Mandar es obligar; conducir es persuadir... Lo dijo el que más sabía de conducción.
Bordet debe persuadir al grueso del peronismo aunque tenga una ancha base electoral en la sociedad despolitizada. Incluso pensando en la capacidad de daño que tienen ciertos "dirigentes" que solo conducen en redes sociales, pero que tienen capacidad de irritar la epidermis justicialista.
Una condición favorable que tiene Bordet es que la base de su consideración no está mayoritariamente dentro del PJ, por lo que puede construir de afuera hacia adentro. Si su fortaleza está más en los ciudadanos menos politizados que en la rosca partidaria; más en la evaluación que hacen diferentes ciudadanos de su tarea que en acuerdos con referentes territoriales o cooperativas de dirigentes; tiene el gobernador la posibilidad de oxigenar la propuesta electoral, de favorecer la renovación dirigencial en algunos casos y de impulsar el reconocimiento de ciertos méritos a determinados dirigentes. Es decir, si bien es cierto que Bordet no aparece hoy como el conductor consolidado del peronismo entrerriano, esa base amplia por fuera del universo pejotista le da una posibilidad mayor de fomentar una oferta electoral más amigable con la sociedad entrerriana, una oferta que no esté basada solo en la figura del candidato a gobernador.
Al fin de cuentas, una de las ventajas de votar en una fecha diferente a la Nación es que esa circunstancia debería permitir evaluar mejor al postulante para cada cargo.