Marcelo Medina/ De la Redacción de UNO
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Messi: la franquicia y el pasaporte
No soy fanático de Messi ni lo seré. No creo que eso afecte al mejor jugador de fútbol de la actualidad. Por mi edad soy más maradoniano. Pero, tengo que dejar en claro que es el hombre que hace que en todas las esquinas de Porto Alegre la gente salude a los argentinos con muy buena onda. Es lo que me sucedió cuando estuve en la capital del Estado de Río Grande do Sul con amigos para presenciar la fiesta inigualable que solo se vive en un mundial del fútbol. “Messi, Messi”, gritan con entusiasmo apenas distinguen a un argentino.
Cuando se adelantan pronósticos, los brasileños no creen que Argentina vaya a ganar la copa del mundo, muchos opinan que Alemania u Holanda son los grandes candidatos, y otros, una mayoría silenciosa anhela revivir la final del 50, pero con otro final. De todos modos, por cómo se dieron las cosas, aquel desenlace deberá esperar, ya que los uruguayos se volvieron a casa en octavos. Asimismo, Alemania u Holanda, por la forma en que siguen en carrera deben haber hecho dudar a quienes los daban como seguros aspirantes a ganar el torneo más importante de fútbol del mundo.
Cuando el árbitro belga John Langenus dio el pitazo final en el estadio Centenario de Montevideo marcando la culminación de la primera Copa del Mundo, que se jugó en 1930, entre Uruguay y Argentina, se consolidó una de las rivalidades futboleras más grande, que aún perdura, de la región. Las sucesivas copas del mundo y los torneos internacionales de clubes fueron fortaleciendo las identidades nacionales.
La clásica rivalidad entre uruguayos y argentinos corrió las fronteras, subió hacia el noreste y se instaló en “o país mais grande do mundo”. Esta nueva rivalidad se agigantó por la pérdida de protagonismo futbolístico de los uruguayos y el crecimiento de Argentina y Brasil, que fundamentaron su estilo futbolístico en el buen juego, en detrimento de la famosa garra charrúa.
Brasil siempre es el rival a vencer para Argentina y viceversa. Entre los dos reúnen siete copas del mundo, con una clara ventaja brasileña. La rivalidad se fue fortaleciendo con Maradona-Pelé hasta llegar a Messi- Neymar. Esto se complementó con grandes finales protagonizadas por Boca, River e Independiente, ante Flamengo, Inter, Gremio, Corinthians, Palmeiras y San Pablo. Casi me olvido de Cruzeiro y Estudiantes de la Plata.
En las calles de Porto Alegre se volvió común ver a jóvenes brasileños con la 10 de Messi y la Bandera Argentina utilizada a modo de capa. Algo impensado en otros tiempos. A la hora de pensar este fenómeno se puede analizar que uno de los factores para que aquello se dé es la globalización del deporte más hermoso del mundo; otra llamar la atención en pleno desarrollo de la copa del Mundo; otra la identidad gaúcha de Porto Alegre que está molesta por la ausencia de jugadores de esa región en la selección Verdeamarela; otra puede estar atravesada por la política doméstica de Brasil. Un triunfo de los locales alimentaría el gobierno de Dilma Rouseff de cara las elecciones. Por ejemplo las denuncias de las grandes cadenas de televisión contra el gobierno brasileño por la millonaria inversión realizada para el mundial quedarían archivadas. Algo similar a lo que sucede en nuestro país.
No obstante todas aquellas elucubraciones y especulaciones, la imagen de Messi puede ser lo que rompió la frontera futbolística que Dios Maradona supo construir en su enfrentamiento con O Rei Pelé. Distinto es el trato, por ejemplo, que tiene el rosarino con el crack de la Selección de Neymar.
A diario los compañeros del Barcelona de España se elogian y sueñan con cruzarse en la cancha. Es más, se podría decir que se trata de evitar ese acercamiento que a todas luces prescinde de cualquier antinomia ajena al enfrentamiento que supieron construir Dios y O Rei.
Si bien en estos días del mundial hay hinchas argentinos que tratan de plantar una división futbolera cantando: “Brasil decime qué se siente... tener en casa a tu papá”, los habitantes del país organizador del mundial con los que tuve la oportunidad de hablar se preguntan ¿de qué paternidad hablan cuando las estadísticas muestran que Brasil tiene cinco campeonatos del mundo? La buena onda de los locales con Messi sirve para abrirle la puerta a los argentinos en otro país muy futbolero.