Desde aquel día en que se llevaron a Claudio a un centro clandestino de detención y luego a un destino final todavía desconocido, pasaron casi 41 años. Como aquel día, a pesar de los años transcurridos y de las huellas que el tiempo le deja en el cuerpo, ella lo sigue buscando y esperando. Pero cada día de esos 41 años, cada minuto que esa pieza sigue intacta y congelada, los genocidas siguen guardando en secreto lo que hicieron con él, siguen negándole a Clara el mínimo alivio de tener un lugar donde llorarlo y contarle en voz muy baja cuánto lo extraña.
La historia de Clara y de Claudio es la historia de tantos miles y miles que en todo el país fueron hechos desaparecer en el marco un plan ideado y ejecutado por militares y civiles para exterminar a la oposición política y así implementar un modelo económico de exclusión que hoy está más vigente que nunca. El daño irreparable causado a las víctimas y sobrevivientes y el terror sembrado en toda la población merecen una
Justicia que no es esta, la que dilata las causas hasta el infinito, desconoce los fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y se contradice a sí misma para liberar a los responsables del genocidio y así complacer las expectativas de quienes hoy conducen el país.