El cronómetro marcaba 91 minutos. Ucrania se imponía 1 a 0 sobre Italia en una de las semifinales del Mundial Sub 20 de Fútbol que se desarrolla en Polonia. Con ese resultado avanzaba por primera vez a una final de un certamen de estas características. El temor ucraniano se hizo presente cuando Gianluca Scamacca, uno de los atacantes de la Azzurra, recibió el balón.
No estamos preparados
Por Matías Larraule
Luego ensayó una gran maniobra individual que finalizó en el empate italiano. Explosión de los Tanos sobre el desenlace del encuentro. Con el empate el juego se trasladaba a una definición en tiempo suplementario. En ese escenario una de las potencias mundiales llegaba fortalecido por el impacto anímico. Ucrania sintió el golpe y ya no contaba con la participación de Serhly Buletsa, su principal figura. Sin embargo, Italia pasó del éxtasis a la frustración en cuestión de segundos.
El árbitro brasileño Raphael Claus decidió, a instancia del videoarbitraje (VAR), invalidar la conquista por una infracción del artillero sobre un defensor de Ucrania. Minutos después de esa acción, el colegiado decretó el final del encuentro. Ucrania lograba una victoria histórica que le permitía soñar con la posibilidad de alzar el trofeo.
En el centro del campo de juego los ucranianos celebraban con emoción lo obtenido. La contracara estaba en el semblante de los italianos, quienes masticaban el sabor amargo de la derrota. Quedaba reflejado en las lágrimas de los juveniles italianos que a pesar de sus 20 años mostraron madurez para no protestar el fallo y aceptaron la resolución.
A partir de ahí la polémica se trasladó a las redes sociales. “Cómo le robaron a los tanos”, remarcó indignado un amigo en un grupo de WhatsApp. “El VAR está matando al fútbol”, acotó otro de los integrantes de esa comunidad. “Estuvo bien el árbitro, hubo falta. El tema es que esas infracciones habitualmente no se sancionan. Y mucho menos cuando el partido estaba en los últimos segundos”, opinó un tercer miembro.
La protesta que no realizaron los perjudicados la realizaron quienes observaron el encuentro a la distancia a través de un living y oficiando de meros espectadores, sin tener una simpatía por uno de los seleccionados que protagonizó ese encuentro. Ahí se abrió otro interrogante. ¿Estamos preparados como sociedad a la implementación de la tecnología en un deporte tan apasionado como lo es el fútbol para los argentinos? La respuesta fue muy sencilla: no.
Pero no solo somos los fanáticos quienes no aceptamos fallos que pueden perjudicar nuestros intereses. “Inventaron el VAR para sacarnos de la Copa”, disparó Enzo Pérez con todas las pulsaciones días después de la eliminación que sufrió River en semifinales de la Copa Libertadores 2017 ante Lanús. Al año siguiente, esta herramienta le permitió al Millonario eliminar a Independiente por el mismo certamen continental.
Aceptar resultados que no queremos no es un problema que solo rodea a los devotos de la redonda. En otros ámbitos también es difícil asimilar escenarios donde la victoria está del lado de enfrente. Y un fiel reflejo de esto es lo que sucedió el fin de semana en Entre Ríos en las elecciones generales.
El intendente Sergio Varisco, que perdió la posibilidad de un segundo mandato consecutivo (y tercero al frente del municipio de la capital entrerriana) ante Adán Bahl, no felicitó al ganador de las elecciones. Apenas se expresó a través de un comunicado en las redes sociales. En el mismo solamente agradeció a quienes trabajaron en su campaña y aseveró que finalizará las obras que está llevando adelante en sus últimos meses de gestión.
Pero el capítulo más triste se vivió en Santa Elena, aunque en este caso no fue producto de una derrota, sino de una victoria. El escrutinio preliminar determinaba la reelección de Silvio Moreyra. El escenario se modificó con el conteo definitivo, que confirmó la victoria de Daniel Rossi por 40 votos. Posteriormente, personas alineadas al histórico dirigente de la ciudad del norte entrerriano que en diciembre asumirá su quinto mandato, agredieron a militantes del perdedor a modo de venganza por el resultado inicial que los daba como ganadores.
Como sociedad nos cuesta aceptar una derrota. Pero también debemos tener la grandeza de gozar del traje de ganador dejando de lado la sed de revancha.