Cuando aumentan los combustibles se escuchan muchos análisis y nunca falta alguien que opina que "a la nafta nos la estaban regalando con los subsidios" para explicar algo tan complejo como la política energética de los últimos 30 años. Con una mirada hacia el pasado reciente, se puede advertir que, luego de las privatizaciones de los 90, si alguien regaló algo no fueron precisamente las corporaciones petroleras al pueblo argentino.
¿Nos regalaban el combustible?
15 de septiembre 2018 · 23:57hs
Durante el gobierno de Carlos Menem una sucesión de leyes y medidas benefició a un puñado de oligopolios, casi en su mayoría extranjeros que, desde entonces, se han dedicado al saqueo de las riquezas naturales de nuestro subsuelo, con gravísimas consecuencias para el medio ambiente y sus habitantes. Desde esa época, estas empresas gozan de la libre fijación del precio a boca de pozo apropiándose de una renta fabulosa y haciendo pagar los costos al resto de la cadena de comercialización hasta llegar a los surtidores.
En cualquier país soberano los combustibles son recursos geopolíticamente estratégicos y el motor de su economía, no solo por la producción y el consumo, sino también por la incidencia que tienen en los costos y precios de los bienes y servicios. Y, justamente, al ser recursos estratégicos, no deberían estar sometidos a los vaivenes del mercado ni a la cotización del dólar. Pero estas son las reglas de juego desde la última etapa del gobierno menemista, cuando se fundaron las bases de un modelo de acumulación económica en base a la depredación de nuestros recursos naturales.
En cuestión de hidrocarburos las privatizaciones de los 90 destruyeron las economías de escala de un sistema energético integrado, fragmentándolo, incrementando los costos y encareciendo el servicio. Se privatizó solo la explotación de las riquezas del subsuelo, que es la actividad más rentable del sector, pero no la exploración de nuevas reservas, que era y es lo más costoso. Además, en la explotación se permitieron métodos peligrosos y altamente contaminantes de las reservas de agua, napas y glaciares como el fracking.
Ni la Alianza ni los tres períodos de gobierno kirchnerista que siguieron pusieron en discusión las consecuencias de este modelo extrativista. Durante el Gobierno K se optó por aliviar a los usuarios subsidiando los combustibles del transporte público pero, en realidad, no se tocó la renta extraordinaria de las petroleras. Luego, Mauricio Macri profundizó al extremo este modelo barriendo los pocos controles que había y otorgando, a estos sectores, beneficios impositivos nunca vistos y baja de retenciones. Hoy poco importa a cuánto cotice el barril de crudo en las pizarras internacionales, en Argentina el precio de las naftas nunca baja. Si el país fuese soberano fijaría un precio razonable en boca de pozo en función al costo de extracción, pero al mercado lo manejan los oligopolios que se llevan rentas fabulosas al exterior. No importa que el precio del petróleo caiga, porque este Estado argentino le garantiza sus ganancias y la disponibilidad de dólares para que la sangría continúe. Porque, repitámoslo una vez más, desde los 90, en vez de considerar a los hidrocarburos como bienes estratégicos del pueblo argentino, se los considera commodities de la entrega. El Estado no opta por restringirles la renta a las petroleras, escoge trasladarles el costo a los consumidores para que este saqueo continúe. Y nadie cuestiona que funcionarios del Gobierno formen parte de las empresas saqueadoras, ni siquiera los socios radicales del binomio Cambiemos que, si tuviesen un poco de memoria, recordarían el sistema energético como lo pensó Yrigoyen cuando creó YPF, con Mosconi a la cabeza, con una renta nacional dirigida al desarrollo económico del país. Dicho esto... ¿qué era que nos estaban regalando?