La movilización de ayer jueves al centro cívico de Paraná por parte de distintos sectores de la producción reveló el malestar que existe en el hombre del campo –que casi nunca sale de su rutina– respecto del fallo judicial que "les ata las manos" para trabajar la tierra.
La vida, la producción y el campo
El mensaje del campo y la producción hacia los jueces, ecologistas y otros sectores que se oponen a las prácticas habituales de cultivo debería ser sencillo: "hablemos desde el disenso y avancemos hacia el consenso".
23 de mayo 2019 · 22:09hs
Esta gente recorrió largas distancias con la idea de hablar con las autoridades del Poder Judicial.
Fue interesante escuchar algunos diálogos cordiales entre las personas que viven en la capital y el hombre que llegó vestido rudimentariamente, sin afeitar y con las alpargatas embarradas o llenas de bosta.
Mientras aguardaba el inicio del acto, tres señoras que venían de caminar de la Costanera le preguntaron a un par de productores de Nogoyá el motivo de la concentración. El diálogo fue serio, respetuoso y directo. "Se quejan que no tienen plata, pero vienen en las cuatro por cuatro", espetó la mujer vestida con indumentaria deportiva. Y agregó: "Si yo fuera gobernador les mando la Policía para que no corten las calles".
El paisano respondió: "Si las chatas son nuestras herramientas de trabajo, y además hace bastante tiempo que pagamos mucho dinero, y estamos al día con los impuestos, y los caminos de tierra son un desastre. Hay que andar en tractor o camioneta, en auto imposible", replicó.
La restante señora consultó sobre las fumigaciones. "Mire, escuché a varios ecologistas que dicen que ustedes están matando a la gente del campo, a los animales, al medio ambiente y debe ser así, porque es gente bien entendida", aseguró.
El más joven de los productores le mostró la grasa negra del pantalón. "Recién me bajé del tractor, estuve trabajando mi campito, ordeñamos en el tambo, acomodamos los animales y nos vinimos a Paraná. Ahora al mediodía llevo a mi hijo a la escuela que está dentro de mi campo, que donó mi padre para que se levante el edificio. Van mis familiares, los hijos de los vecinos ¿y usted cree que vamos a permitir que cuando se fumigue con la asistencia de un ingeniero, maten a nuestros hijos o vecinos?", alertó. "Señora, lo que pasa es que acá hay mucho fundamentalismo, ignorancia y soberbia. Se habla del campo con un gran desconocimiento, y ni siquiera saben cómo es el trabajo", añadió amablemente, para marcar: "Usted sabe que desde hace años científicos e investigadores del INTA o el Conicet autorizan el uso de agroquímicos y con el cuidado y control adecuado se deben articular prácticas saludables para no afectar el medio ambiente".
Este diálogo como otros se replicaron en la jornada, e incluso a algunos les llamó la atención la difusión de las vivencias que padecen según algunos políticos los "famosos terratenientes del campo".
El mensaje del campo y la producción hacia los jueces, ecologistas y otros sectores que se oponen a las prácticas habituales de cultivo debería ser sencillo: "hablemos desde el disenso y avancemos hacia el consenso".
No puede ser que por posturas ideológicas se pretenda afectar la totalidad de las producciones del campo. Es obvio que se debe priorizar y respetar el valor vida de la población rural, pero para ello debe definirse científicamente si son nocivos o no los agroquímicos.
Por estas idas y vueltas, hoy el sector agropecuario de la provincia que representa un poco más del 40% del PBI se siente que tiene las manos atadas.
Hoy hay pueblos, localidades y ciudades que viven o tienen una directa relación con el campo, y risueñamente de la noche a la mañana se intenta provocar un cambio radical en los cultivos, que debería ser, al menos ser progresivo.
Si se toma en cuenta la decisión extrema de la Justicia entrerriana, llevaría de una a perjudicar no solo la producción agrícola, sino también, la mano de obra, el transporte, el comercio, las cooperativas y otros prestadores que "viven del campo".
Tal vez por ignorancia o por tratar de quedar bien con algunos sectores, el ataque que sufrió el cultivo de la soja llegó a otros granos en la provincia, y a otras actividades como son la arrocera o la citrícola. Sería bueno que en estas cuestiones también dejara de existir la bendita grieta.