"Con un sueldo no alcanza, sobre todo cuando hay un solo sueldo y tenés una familia de cuatro personas. Entonces tuvimos que buscar una salida laboral, porque mi mujer no consigue empleo. Esto tiene que ver con la economía del país, la suba de los productos básicos y con un sueldo no te das ni un gusto". Con estas palabras definió su situación a este medio uno de los nuevos habitantes de la economía informal, empujado por las nuevas condiciones pautadas del mercado laboral a tener que sumar más horas de trabajo. Es innegable que a este trabajador y otros que como él deben padecer un proceso creciente de flexibilización, no les queda otra alternativa que sumarse al engranaje de una economía con muchos actores pero que está sujeta a una fecha de vencimiento.
El rubro elegido por la mayoría de los microemprendedores es el de la gastronomía, principalmente la elaboración de comidas caseras (pizzas, tartas, sánguches, papas fritas, panes caseros, platos del día). "La verdad la materia prima es bastante rendidora: queso, harina, verdura. Entonces te puede dar más ganancia", dijo acerca de algunos de los secretos para ganarle a la crisis. Y se explayó aún más sobre un negocio temporal pero que ayuda a llegar a fin de mes. "No gastas más de 50 pesos en hacer una pizza. El tema está después en cuánto se la vendés a la gente. Yo no vivo de eso, entonces trato de no cobrarlo tan caro y así atraer más clientes. Con la ganancia que a mí me da me sirve", planteó.
Es la flexibilización del trabajo en su formal más brutal, protagonizada por los asalariados que se constituyen así en el último eslabón de una cadena que obliga al máximo esfuerzo.
La frase de un dirigente sindical de Paraná puede resumir el espíritu de este momento: "Toda la economía está dolarizada, los alquileres, las tarifas, menos los salarios de los trabajadores".
La gastronomía en todos sus niveles tampoco escapa a este momento de caída del consumo y de bolsillos flacos, pero los cuentapropistas siguen dando pelea en base a la solidaridad de su familia, pero también de los que destinan sus ingresos a sustentar a estos microemprendimientos que florecen en todos los barrios como una marca de la crisis.
La creatividad, el marketing casero y cada nuevo recurso son válidos para aumentar las ventas, también los clientes que buscan ofertas, pero además calidad y el sabor que lleva dentro un producto hecho en el ámbito familiar. Es un reflejo de la época en que vivimos, donde el ingenio y el esfuerzo pueden más que la resignación.