El esencial escritor oriental Eduardo Galeano creó la sentencia que hoy se aplica para titular esta columna y que complementó el filósofo José Antonio Marina: "El pesimismo es un lujo que solo se puede uno permitir en los buenos momentos. Cuando las cosas se ponen difíciles, el optimismo se convierte casi en un deber moral".
"Dejemos el pesimismo para tiempos mejores"
22 de octubre 2017 · 23:05hs
En tiempos en que la desaparición forzosa de una persona supuestamente a manos del Estado es tan repudiada como minimizada se descubre que, entre tantas otras cuestiones, en el país no anda del todo bien la formación cívica. No alcanzaron los negros años de la dictadura ni los incontables casos de gatillo fácil a manos de efectivos de seguridad para crear suficiente conciencia acerca de los derechos de los ciudadanos.
Ahí anda tironeado el caso Maldonado para probar que los pensamientos totalitarios están lejos de formar parte de mínimos núcleos de la sociedad. Más bien da la impresión que son multitudes las que bregan por vivir en un país con más gente en las cárceles que en las calles; prisiones donde quepan primero los negros, drogadictos y los chorros. Y luego empezar a meterle a los desamparados, los indios, las putas viejas y así hasta llegar a los que andan en moto sin casco. Llenar las cárceles con los que no piensan, visten y actúan como uno. Si como sociedad perdonamos la desaparición forzada de Maldonado, terminaremos perdonando todo lo demás. Como Basualdo y Goméz, sin ir más lejos; que un día de junio de 1994 ambos dejaron de verse por Paraná y, salvo algunos de sus familiares, ya nadie se acuerda de buscarlos. Lo que pasó con Maldonado es incomparable a tantas otras desapariciones de personas, porque a este muchacho lo pudo haber matado el Estado. Como a Martín Basualdo y a Héctor Gómez.
El Estado está para cuidar a todos, para preservar a la comunidad, educar, brindar salud, construir y también para apresar a los que delinquen. No está para desaparecer gente. Tampoco para amparar a los corruptos. Y de esos hay en todas partes y en todos los tiempos, pero parece que recién ahora se avivaron de su existencia. En buena hora.
Como para poner en contexto la idea sirve otra sentencia de Marina: "El optimismo es la inteligencia decidida a determinar el futuro. No es un sentimiento, sino un modo de actuar. La magnitud de la crisis está haciendo que nos refugiemos en un paternalismo global, que transfiere la responsabilidad a otros".
Ayer se votó en la Argentina bajo el signo de Santiago, como tituló este diario. Y está bien que así suceda, es un gesto hacia el optimismo. Más allá del resultado, que a unos les pudo gustar más que a otros; lo que de verdad importa es que el destino trágico de este joven tiene chance de no quedar impune porque una parte de la sociedad se plantó frente al pensamiento totalitario de otra parte.
No me hablen ahora de grieta; porque aquí hay una al menos desde que se materializó la Revolución de Mayo y empezaron a pujar los que querían soberanía con los que buscaban hacer negocios. Acá es simple la cosa, no se trata de achicar la grieta sino de elegir un lado. Yo ya elegí; allá lejos y hace tiempo.