Cuando se cumplen 40 años de democracia, este domingo el pueblo argentino va nuevamente a las urnas a elegir un presidente o una presidenta; pero lo que debería ser un festejo está algo empañado por un clima de incertidumbre y de crispación, dos términos adecuados para describir el ambiente político, económico y social con el que Argentina llega a estas Elecciones 2023.
Elecciones 2023: particular cobertura para particular escenario
Foto UNO/Juan Ignacio Pereira
Incertidumbre y crispación, dos términos adecuados para describir el ambiente político, económico y social con el que Argentina llega a estas Elecciones 2023
Hay desencanto y desazón, como si la depresión social ocasionada por la pandemia se hubiese prolongado. Un panorama internacional con un nuevo conflicto bélico que amenaza con afectaciones a gran escala, como un efecto mariposa incluyendo a todo el mundo globalizado. Con una sequía histórica que aún se prolonga a pesar de los pronósticos, en un país que depende de sus exportaciones agropecuarias para vivir y generar divisas. Un escenario de endeudamiento externo, de imparable inflación y estancamiento.
El pueblo agotado carece de la esperanza que significaba años atrás ir a las urnas, y está ante una elección atípica por haberse salido del tradicional esquema de polarización para ubicarse en los tres tercios -y quizás en los cuatro, ya que el desencanto expresado en un voto en blanco se podría convertir en una opción más. En ese marco, se respira una especie de quiebre con una dirigencia política y una Justicia disociada de la realidad, de espaldas al pueblo sufriente, al cual se acercan solo en el discurso, pero no en los hechos.
La situación económica está desbocada por diversos factores macroeconómicos, pero también por la inseguridad que genera la oferta de candidatos y sus entramados políticos que no brindan ninguna confianza a la ciudadanía. Algunos pondrán su voto en la urna con convicción, pero muchos otros lo harán con el ceño fruncido, en la certeza de que están votando al “menos peor”. Una oferta electoral salida de una clase política (tanto oficialismo como oposición) que no solo no ha estado a la altura de solucionar los problemas del cotidiano, sino que también ha demostrado impericia, mezquindad y corrupción en épocas de necesarios gestos de grandeza. La gente desconfía en la capacidad de llevar a buen puerto algunas propuestas expuestas. Quién la podrá acusar de paranoica luego de la experiencia argentina 1989-2001. Con actores políticos que se van de fiesta mientras los trabajadores hacen el esfuerzo, que se aprovechan de la volatibilidad de los mercados no solo para ganar dinero obscenamente sino también encender la chispa en medio de un polvorín; irresponsables e insensibles, sin importarles que en la explosión vuele el pueblo argentino, su moneda, sus trabajos, su salud y educación. Sus vidas.
Los y las elegidas tendrán la titánica tarea de estabilizar esta nave descontrolada de mercados ríspidos y volátiles, de precios sin techo, de especulación furiosa y de sueldos planchados. Y, a la vez, deberán tener la capacidad de diálogo y la cintura política para lograr gobernabilidad en medio de reformas y ajustes que la situación obligará a encarar. Un panorama difícil con el apoyo de solo un tercio de los votantes. Más que ingrato, si tienen algo de sensibilidad social.
Para el periodismo, comunicar en este contexto también es un desafío. Hay muchos recursos tecnológicos pero poco tiempo para analizar la información e interesar a audiencias cada vez más hastiadas de la política. Sin elementos predictivos de valor ni certezas, es fácil caer en carriles especulativos. Muchos se comportan como barrabravas de tribuna, agravando la crispación social. Pero otra parte del periodismo -que también atraviesa una crisis y muchos cambios en su morfología laboral- intenta reflejar la realidad con pluralidad, hablándole a un público fragmentado y apático, cuya atención esquiva está puesta en otros contenidos. En muchos y dignos casos, tratando de mantener la responsabilidad social con la democracia, que mucho costó conseguir y de la cual nunca más se debería apartar el rumbo.