En los últimos días llamó la atención cómo una diputada kirchnerista, poco más maldijo todo el sistema productivo que la maravillosa naturaleza nos puso a disposición de los argentinos. Es llamativo el nivel de desprecio que tienen algunos sectores políticos y del poder hacia el campo y la producción.
Campo: Las maldiciones y las bendiciones
Por Javier Aragón
Foto UNO/Archivo/Ilustrativa
"Es llamativo el nivel de desprecio que tienen algunos sectores políticos y del poder hacia el campo y la producción".
Gente estudiosa, formada, con compromiso social, y tal vez hasta con buenas intenciones, caen en el pecado de ideologizar todo. De esa manera, retuercen la historia, el presente y llegan a conclusiones que termina pagando, en este caso, el pueblo argentino.
La verdad, decir que es una maldición la existencia de millones de hectáreas de campos para producir para la Nación y poder exportar y generar divisas genuinas, es directamente como pegarse uno mismo un balazo en el pie.
Las visiones obtusas de estos tiempos, llevan a poner permanentemente la mirada sobre el productor del campo, a quien se lo trata de pisotear para sacarle el dinero que obtiene -lean bien- trabajando.
Uno de los pocos sectores que en los últimos años sigue generando dólares a la Nación para el “mantenimiento” del Estado es el campo, y es contradictorio cómo a la gallina de los huevos de oro se la sigue castigando, no solo en los hechos, sino también en el discurso. Hoy este gobierno se va a ver favorecido por el aumento de los precios internacionales, y gracias a la soja y otros productos del campo, tendrá un poco más de plata en sus arcas. Cuesta entender cómo un legislador nacional se atreve a mirar a los ojos a los hombres y mujeres del campo, que se levantan todos los días bien temprano para ir al tambo, a trabajar la tierra, a alimentar chanchos, pollos y producir, y decirles que lo que ellos hacen es una maldición para el resto de la población.
Lo más triste, es que esa idea forma parte de una concepción política en la cual el campo es el enemigo del Estado y de la ciudad. Ya no están conformes con hacer grietas políticas, económicas, religiosas, sino que ahora buscan dividir más a la comunidad con diferencias que no existen entre el campo y el pueblo.
Lo que darían los países serios, que soportaron guerras o castigos de la naturaleza por contar con un territorio como el argentino: lleno de campos, ríos, sistemas montañosos, con regiones desarrolladas y urbanizadas. Japón, Alemania, Israel, los países escandinavos, son un claro ejemplo, y muchos de ellos han logrado sacar agua de las piedras en el desierto. Pero claro, ponen ante todo un proyecto común y una frase clave: un país se hace grande “TRABAJANDO” y exportando.
Donde el Estado apoya a los sectores productivos, y no se hace socio con pesadas cargas impositivas. Con reglas claras y apostando a la propia gente para que se dé el salto de calidad. Como lo fue en la Argentina, cuando llegó a competir en niveles de producción con Australia u otros países que despegaron en el tiempo.
Argentina en la década del 50 o 60 tenía un poder productivo en el campo, y además había un sector industrial en pleno crecimiento. Estábamos orgullosos de la creación de vehículos como el Rastrojero, las Estancieras IKA, tractores, cosechadoras, industria pesada, siderurgia, ferrocarriles, astilleros, aviación, sin olvidar que la educación argentina nos dio los premios Nobel en distintas áreas científicas, de investigación y salud.
¿Qué nos pasó en el medio para que lleguemos a este presente, de destrucción interna, con una fenomenal pobreza y falta de trabajo que nos avergüenza?
Seguramente esa diputada, el sector político al que representa, como la misma oposición, tienen mucho que ver en este presente espantoso que padece el país.
Si el gobierno actual no se da cuenta de que se debe volver a la receta que hizo grande al país, el único camino posible, es convertirnos en una de las peores naciones de este mundo. De qué valió el esfuerzo de nuestros padres y abuelos, que “TRABAJARON”, para que en pocos años vengan estos impresentables llenos de odio a dividir la sociedad y convertir a la Argentina en un país sin oportunidades.
La bendición de la producción, exportación, el trabajo digno, ingreso de divisas, generación de empleo, y una mejor sociedad es el reflejo de una comunidad organizada con un sistema que funciona virtuosamente. Hoy nada de eso ocurre, porque a causa de la ceguera política se sigue creyendo que los productos del campo que se exportan son un castigo. Así nos va.