Washington.- El presidente Trump renunció ayer a ahondar más en una espiral bélica con Irán tras el ataque del martes a dos bases estadounidenses en Irak con misiles, una calculada demostración de fuerza que no causó baja alguna. La naturaleza de la acción con la que los iraníes respondían a la ejecución del general Soleimani sugería que también ellos buscaban contener la escalada, desplegando una vía para escapar de un conflicto que nadie desea. “Irán parece estar retirándose”, dijo Trump, en un mensaje a la nación de tono solemne y fondo más contenido, en el que ha anunciado nuevas sanciones económicas e invitado a los firmantes del acuerdo nuclear a “abandonar sus restos”.
Trump evita la escalada contra Irán y limita su respuesta a sanciones
“Mientras yo sea presidente, a Irán nunca se le permitirá tener armas nucleares. Buenos días”. Con esas palabras comenzaba Donald Trump ayer por la mañana su mensaje a la nación, con casi media hora de retraso, rodeado solemnemente del vicepresidente Mike Pence, el secretario de Estado Mike Pompeo y altos mandos militares uniformados.
En plena escalada de la tensión entre Irán y Estados Unidos en Oriente Próximo, todo dependía de la respuesta de Trump, y esta ha sido de contención. “El pueblo estadounidense debería estar agradecido y contento. No hubo ningún herido, no sufrimos víctimas, y solo un mínimo daño en nuestras bases militares”, sentenció. “Irán parece estar retirándose y eso es una buena cosa para Estados Unidos y para el mundo”.
Despejado prácticamente así del horizonte del corto plazo la eventualidad de una respuesta militar al ataque iraní de la noche del martes, el presidente Trump ha ofrecido pistas sobre el medio y largo plazo. “Irán ha sido el principal patrocinador del terrorismo y su búsqueda de armas nucleares amenaza al mundo civilizado”, precisó, antes de anunciar que impondrá “inmediatamente” nuevas y “poderosas” sanciones económicas, insistiendo en su hasta ahora poco fructífera estrategia de máxima presión para forzar a Teherán a volver a la mesa negociadora.
En un discurso desprovisto de las continuas amenazas a la destrucción que han caracterizado sus intervenciones en los últimos días, no ha habido mayor desarrollo sobre las nuevas sanciones. Pero sí una llamada a sus aliados de la OTAN –alianza a la que al iniciar su presidencia en 2017 tachó de “obsoleta”– a implicarse más “en el proceso de Oriente Próximo”.
Trump también ha tenido un mensaje para los firmantes del acuerdo con Irán de 2015, por el que el régimen se comprometía a congelar su programa nuclear a cambio de un alivio de las sanciones, del que el republicano sacó a Estados Unidos en mayo de 2018. Los países firmantes, ha pedido Trump, deben seguir sus pasos y “abandonar los restos del acuerdo nuclear”. La prioridad, ha añadido, es trabajar en un nuevo acuerdo “que haga al mundo más seguro”. “Debemos mandar un mensaje claro al régimen”, mencionó, “de que su campaña de terror no va a ser tolerada”.
“Estados Unidos está preparado para abrazar la paz con quien la busque”, concluyó.
“¡Todo está bien!”, había tuiteado el presidente el martes por la noche tras el ataque. Irán había golpeado a Estados Unidos, en represalia por la ejecución el viernes del general Qasem Soleimani, poderosísimo arquitecto de la influencia internacional de Irán, disparando 22 misiles balísticos contra dos bases aéreas en Irak donde están desplegadas tropas estadounidenses: la de Ain Al Asad, en el oeste del país, y una en Erbil, en el Kurdistán iraquí.
El ministro de Exteriores iraní, Mohammed Javad Zarif, dijo poco después en Twitter que sus ataques a tropas estadounidenses habían “concluido”. Que Irán no buscaba “una escalada o una guerra”. El verbo concluir resultaba clave.
Se trataba del ataque más directo y descarado de Irán contra Estados Unidos en cuatro décadas de conflicto más o menos latente. Pero la naturaleza de la operación indica que no estaba diseñada para causar el mayor número de bajas en las filas norteamericanas.
Primero, por la hora: sucedió en la madrugada, cuando los soldados estaban durmiendo y no desperdigados por la base. También porque Irán sabía que la inteligencia estadounidense tiene medios para localizar esos misiles inmediatamente antes de ser lanzados. “No se perdieron vidas por las precauciones tomadas y gracias a un sistema de aviso prematuro que funcionó muy bien”, afirmó el propio Trump en su discurso a la Nación. Pero, sobre todo, porque Teherán informó al primer ministro iraquí, Adel Abdul Mahdi, de que se iba a llevar a cabo el ataque. Se le explicó que el ataque solo estaba dirigido contra intereses estadounidenses, aunque no se especificaron los objetivos.
La ejecución en la madrugada del viernes de Soleimani, dramático colofón a una escalada de hostilidades vivida en los últimos días del año, disparó la tensión en la región. Grupos armados proiraníes en Irak habían prometido unir fuerzas para responder al ataque, realizado por un drone estadounidense, que mató al general que dirigía la fuerza Quds, cuerpo de élite de la Guardia Revolucionaria iraní encargado de acciones en el exterior, y también al líder miliciano Abu Mahdi al Mohandes. Teherán había asegurado que la “venganza” sería dura, mientras Trump advertía de que tenía una lista con 52 “objetivos” y atacaría “muy rápido y muy fuerte” en caso de represalia.
Teherán optó por responder de forma directa, con una salva que demuestra la capacidad de su programa misilístico de golpear con precisión objetivos a más de 300 kilómetros de distancia de sus fronteras.
Una respuesta que todo indica que estuvo muy calculada. Un ataque al lugar desde el que consideran que se lanzó la operación contra Soleimani. Sin provocar bajas que detonarían inevitablemente un conflicto bélico, pero con la contundencia suficiente para cumplir el compromiso de responder de manera inequívoca, de Ejército a Ejército. Teherán desplegaba así la vía de salida al conflicto que buscan ambas partes y hacia la que Trump, con su discurso de ayer, parece haberse dirigido.
Las reacciones oficiales de Trump y del ministro Zarif invitan a confiar en que el ataque iraní será el final del conflicto militar abierto y no el principio de una escalada generalizada. Pero la posibilidad de que las milicias proiraníes que coordinaba el propio Soleimani en la región actúen contra Estados Unidos o sus aliados, o incluso de un ciberataque que los expertos no descartan, invitan a la cautela.
Argentina insta al diálogo
El Gobierno siguió ayer con mucha preocupación la escalada de violencia en Medio Oriente y el presidente, Alberto Fernández, ordenó mantener una posición inflexible de la Argentina: instar a Irán y a Estados Unidos a deponer el uso de la violencia, tomar medidas que permitan contener la tensión, encaminarse al diálogo pacífico por la vía diplomática y rechazó la idea de aplicar sanciones como forma de resolución de conflictos.
Desde temprano por la mañana, el Presidente mantuvo un contacto telefónico permanente con el canciller Felipe Solá, que se encuentra en México para participar de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), y ambos coincidieron en mantener la calma y en no salirse del eje discursivo que se estableció el sábado de “no injerencia” que se dio tras la muerte del general Qassem Soleimani, comandante de la Guardia Revolucionaria iraní. Ocurre que en las últimas horas creció la tensión en Medio Oriente a partir de la decisión de Irán de atacar bases militares de Estados Unidos en Irak.
La apuesta de la Argentina es contribuir a la paz.