Mientras avanza la campaña electoral en la provincia de Entre Ríos y a nivel nacional, se profundiza el plan para atacar la pandemia con un dinámico operativo de vacunación. Los hechos marcan que en ese proceso de mezclar todo, donde muchos políticos son expertos, se inició un alocado debate sobre quién es el verdadero responsable de este estrepitoso presente que sufre el país.
Los hechos, en la Argentina son sagrados
Por Javier Aragón
Hoy contamos con cerca de 110.000 muertos por Covid, que no tienen banderías políticas. Son argentinos que cayeron, sin merecerlo, esperando la vacuna o la cama de una terapia intensiva colapsada, tal como ocurrió hasta hace unos meses en varios puntos del país.
Desde la oposición se acusa con virulencia, la torpeza del gobierno en enfrentar la pandemia, tomando decisiones desacertadas para aliviar la situación de la población. Se alertó que por culpa del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, no llegaron antes las vacunas, simplemente por un tema ideológico. Cerraron filas con Rusia y China, dejando de lado la posibilidad de acuerdos con laboratorios de Estados Unidos o Inglaterra.
Se recordó que el exministro de Salud, Ginés González García, el propio Presidente y otros legisladores oficialistas, pusieron el grito en el cielo a la hora de acordar con estas empresas que -supuestamente- pedían el obelisco, la Antártida, la Patagonia. Obvio que eso no ocurrió, y cuando se estaba con el agua al cuello por la desesperante falta de vacunas –obligados- forzaron la salida, tratando de disimular el grueso error.
En esa línea de críticas, no es menor el proceso de vacunación VIP, que el propio gobierno nacional impulsó entre sus funcionarios y legisladores, y que llevó el escándalo a tener que echar al ministro de Salud. Simplemente vergonzoso.
Entre errores propios y negligencias, la gestión nacional, ahora suma el escándalo de fiestas y eventos violando las restricciones impuestas por el propio Gobierno.
Toda esta serie de episodios en una república de morondanga, terminaron minando la autoridad del Jefe de Estado, que perdió la credibilidad, autoridad, palabra y respeto. Ocultaron los hechos, y una vez que salieron a la luz pública, trataron de desmentirlos. Ya sin salida, trataron de maquillar las situaciones con más desaciertos, dejando expuesta a la primera dama o admitiendo de modo forzado un pedido de disculpas.
¿Con qué autoridad, ahora desde el Poder Central van a poder “retar” al resto de la sociedad que viola el DNU o inflige la ley?.
Claro es que en medio de una campaña electoral, los grandes partidos –lamentablemente- sacan lo peor. Lo hizo la oposición y también lo hace el gobierno.
Lo cierto es que por este presente, no se puede culpar íntegramente al gobierno nacional, que parte de la responsabilidad la tiene la gestión de Mauricio Macri.
El gobierno anterior tuvo la poca feliz idea, de desjerarquizar el Ministerio de Salud. Si un gobierno es capaz de quitar la prioridad a la salud, podemos hablar de las características de una administración. Patético por donde se lo mire. Y si a eso le sumamos una espantosa deuda que ató a la nueva gestión, es justo marcar que tiene gran parte de responsabilidad.
Además, la mayoría de las referencias políticas de las listas de la oposición, muchos fueron funcionarios de Macri, y otros son dirigentes de medio pelo que nos hace presumir que su trabajo en el Parlamento no llegará a descollar. Más de lo mismo diríamos.
La realidad marca que la pandemia golpeó en el mundo y en la Argentina, el Coronavirus paralizó todas las actividades, pero en el país, por decisiones erróneas propias se dejó de lado la economía, el trabajo y la producción. Se debió priorizar, como hicieron en gran parte del planeta: la Salud y la economía. Alberto Fernández, dijo que prefería unos puntos más de pobreza, que antes que muertes de argentinos. Así nos fue. Y la verdad es que la cantidad de decesos creció por la falta de vacunas y de testeos, pero al mismo tiempo, aumentaba a niveles históricos la pobreza, la marginalidad y la desocupación. Obviamente que este presente no era solo por la pandemia, sino por políticas de paralización envueltas con la temible cuarentena.
Este proceso de control exagerado, obligó a cerrar empresas, comercios y trabajos de todo tipo en la economía y que miles de personas tuvieran que quedar en la calle. Mientras tanto, en la Quinta de Olivos, se divertían las autoridades.
Este presente no se podrá cambiar con políticos que griten o se enojen, u otros que traten de aparecer como la renovación, cuando en verdad son la continuidad de lo viejo.
Los hechos son sagrados, y frente a los mismos, si la dirigencia política pretende obtener el respaldo de la población, no será con frases de campaña o críticas al pasado. Será con propuestas que intenten ayudar a cambiar este espantoso panorama.
El gobierno tendrá la responsabilidad de replantearse seriamente hacia dónde quieren ir. Hasta el momento, han fracasado en grandes premisas que trazaron en Salud, Economía, Producción, Inversiones y Trabajo. Solo apostaron a ampliar la ayuda social –necesaria-, con más planes sociales. Los otros programas nacionales, son solo maquillaje que no cambian en nada este presente inmerso en una crisis que llevará años superarla.
Y la oposición, que ve el descontento de la población, que entienda, que si la gente hoy está por castigar al gobierno nacional, no es por mérito de la dirigencia de Cambiemos. Deberán comprender que si siguen repitiendo los errores del pasado, no serán merecedores del nuevo crédito que les pueda dar la sociedad.
Mientras tanto, dentro del país habrá que seguir viviendo con este panorama, de tratar de elegir lo menos malo, ya que los hechos son sagrados.