Teniendo en cuenta que el 21 de junio fue el Día Internacional del Skate voy a contar una historia situada en los últimos años de la década de 1990.
El de la patineta tenía razón
En Paraná, un adolescente de 17 años decidió dejar de jugar al fútbol y pidió el dinero necesario para comprarse una patineta de “dos alas” porque estaba convencido de que era el deporte que quería practicar para toda su vida.
Consiguió que un skater le vendiera un skate completo y su mamá le juntó el total del importe, billete por billete, inclusive con algunas monedas.
Comenzó con las primeras pruebas en la puerta de su casa ubicada a unos cincuenta metros del puente blanco que une San Agustín con el centro. Después de agarrar cierta confianza empezó a patear por las calles del barrio hasta que se animó a cruzar la pasarela para aprovechar la soledad que ofrece el estacionamiento del cementerio municipal. Inclusive hasta en estos días, en donde los autos buscan ocupar cualquier espacio disponible.
Volviendo al final del siglo XX; en la capital de Entre Ríos los supermercados permanecían cerrados los domingos por lo que el Abud de calle España era un lindo lugar para ensayar pruebas que tardaban en bajar. El otro gran punto de encuentro era el parque Berduc.
La película se rompía cuando llegaban las burlas de casi todos por el solo hecho de caminar con una tabla con cuatro ruedas debajo del brazo.
Cuando comenzaron las transmisiones de los X Games por ESPN en un sector muy reducido de la sociedad llegó la aceptación. Otro punto a favor, entre comillas, fue el crecimiento de la industria de indumentaria y de zapatillas de marcas relacionadas con el skateboarding. Había para elegir remeras, buzos, camperas y pantalones. Caros, como ahora, pero el mundo de la moda ya había vislumbrado lo que estaba por venir.
Primero en Brasil y después en las grandes ciudades argentinas comenzaron con las construcciones de las pistas públicas por lo que siempre estaba la idea de viajar y conocer lo que antes solo se veía en videos y revistas.
De un día para el otro, la peatonal San Martín de Paraná, se llenó de locales que venden productos relacionados o copiados de creaciones skaters. Hoy una linda gorra, un buzo canguro, un pantalón amplio y las zapas de skate son tendencias entre los varones. Da la sensación de que lo que antes estaba mal, ahora está bien.
Aunque si bien la sociedad cambió todavía hay cierta resistencia. La gran incógnita es saber qué pasará luego del debut en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y la continuidad en París 2024.
De lo que estamos seguros es que la industria publicitaria hará su trabajo y las redes sociales se llenarán de contenido en donde las medallas tendrán gran protagonismo.
Todo este caudal de datos quizás ayude a pensar, aunque sea algunos segundos, en el gran cambio que se fue generando durante los últimos 30 años: cómo un deporte puede pasar de la marginalidad y de estar al borde de la ilegalidad, a ocupar un lugar entre la elite del deporte mundial.