En un primer intento, llamaron a la guardia costera, pero respondió que poco podían hacer por salvarlo. Fue entonces cuando Sam Synstelien, uno de los pescadores, decidió arriesgar su vida y hacerlo por su cuenta ante el asombro de su compañero, que grabó la escena. Saltó sobre la ballena, y a pesar de los movimientos bruscos del cetáceo consiguió cortar la cuerda para liberarla.