El doctor en Ciencias Sociales y Humanas Gabriel Matharan analizó algunos de los fenómenos actuales más relevantes relacionados con las redes sociales, la inteligencia artificial y los procesos de conocimiento. Y en paralelo argumentó la incorporación del taoísmo a su cosmovisión filosófica y de estudio. “Me permite observar y valorar más diversidad”, fundamentó el profesor de Epistemología de la Historia y Metodología de la Investigación Histórica de la Facultad de Humanidades de la Uader.
"Vivimos en la sociedad del conocimiento, pero también en la del desconocimiento"
Gabriel Matharan. Escuela y aburrimiento. Rompiendo con la religiosidad. Crisis y vidas diferentes. Sociedad, conocimiento y credibilidad. La IA y la no verdad.
Por Julio Vallana
“Hay muchos mundos y hay que establecer canales de conexión” dijo Gabriel Matharan.
Dos pasiones
—¿Dónde naciste?
—En Paso de los Libres, Corrientes, en 1975, donde estuve hasta quinto grado; por el laburo de mi viejo nos trasladamos a Curuzú Cuatiá y luego llegamos acá en 1988.
—¿Cómo era tu barrio en Paso de los Libres?
—Vivía enfrente de Obras Sanitarias, en una casa humilde y sencilla, mientras mis padres hacían su casa acá, y en la esquina hay una escuela. Eran veredas de tierras, donde andaba con el triciclo, corríamos y subíamos a los árboles, y había calles asfaltadas.
—¿Otros lugares de referencia?
—Fui deportista así que recuerdo el Club Guaraní, donde me inicié en el básquet. Tuve mi primera raqueta y mis dos deportes de siempre son el tenis, una gran pasión entre los diez y doce años, y el atletismo, que también hizo mi papá.
—¿Pensabas en una carrera como tenista?
—Compraba la revista Tie Break y leía en Clarín sobre Ion Tiriac.
—¿Por qué dejaste?
—Nunca encontré una respuesta de por qué me saturó. En Curuzú Cuatiá comencé a hacer atletismo.
Conocer y saber
—¿Leías?
—No, porque en casa no teníamos biblioteca, salvo unos libritos de mi abuelo.
—¿Ninguno influyente?
—Después; cuando no tenía ninguna formación en Ciencias Sociales y comencé a estudiar Historia me ayudó mucho el suplemento cultural de Clarín, y recuerdo uno dedicado a (Michel) Foucault. Desde ahí me familiaricé con filósofos, sociólogos, antropólogos e historiadores. La teoría social comenzó a gustarme mucho más que la historia propiamente dicha.
—¿Materias predilectas?
—La secundaria me pareció muy aburrida intelectualmente, porque tenía otros intereses.
—¿Cómo viviste el venir a Paraná?
—Me costó un poco y fue un desarraigo muy fuerte porque dejé a mis amigos cuando tenía 14 años. Lo primero que hice fue ir a Echagüe a jugar al básquet, hasta que en 1990 el profesor Edgardo Nader nos hizo un test en la escuela y me invitó a hacer atletismo en Estudiantes, con lo cual continúo, también como dirigente, aunque tuve un paréntesis de diez años por cuestiones académicas, cuando estuve parado y excedido de peso, mal.
—¿Qué actividad profesional desarrollaban tus padres?
—Mi papá era médico militar y mi mamá, maestra normal.
—¿De qué origen es el apellido?
—No sabemos; se supone que era Mat Haran, árabe vasco o árabe francés.
—¿Quiénes llegaron a Argentina?
—No sé; mi abuelo era de Nogoyá y hay otros familiares en Victoria.
—¿Sentías una vocación?
—A los doce años vi Top Gun, quería ser piloto de avión y compraba la revista Aviones de guerra. Siempre me gustó conocer; recitaba, sin saber nada, de qué estaba hecho el átomo, y comencé a comprar la revista Conocer y saber, que me motivaba "para ser un genio de la Física". Quise estudiar en el Instituto Balseiro, me preparé en Matemáticas, necesitaba dos años de ingeniería, comencé Química en Santa Fe, tuve una crisis con mi cosmovisión, no fui a rendir y comencé Historia.
De crisis y rupturas
—¿Crisis existencial e intelectual?
—Una crisis grande de reflexión, revisión, cambio y búsqueda, para pensar de dónde venía, ya que con la facultad de Historia comencé a ver un mundo distinto.
—¿Cuál fue la primera ruptura?
—Conocer gente que tenía otra manera de pensar el mundo. Otro momento fue cuando fui a estudiar a Buenos Aires, tras recibirme de licenciado en Historia, con una beca de la Secretaría de Ciencia y Tecnología, para hacer una maestría, donde encontré otras trayectorias y vidas diferentes, más allá de lo académico. No sabía ni tomar un subte.
—¿En qué te enfocaste en cuanto a lo histórico?
—Originariamente, en la Edad Media, por la religiosidad; después rompí todo y me dedico desde hace muchos años a estudiar el proceso de cómo se conoce en Historia, hasta dónde y cuántas formas hay, dentro del mundo occidental. Ya que otra faceta de mi vida es lo oriental.
Ciencia en revisión
—¿Qué significa para la ciencia histórica que casi todo se visibilice, en un contexto de post verdad?
—Hay que ver qué se hace visible y qué no, y si las tecnologías son neutrales o tienen valores, fines y normas preestablecidos para su uso. Siempre es posible, al menos, ver dos caras de la realidad y de los procesos que ocurren. Internet democratizó el conocimiento pero ahora estamos en un proceso inverso en el cual se busca privatizarlo. En términos de conocimiento histórico la tecnología permite, por ejemplo, que la validación no sólo sea un acto de creencia del lector hacia el historiador, sino que en las revistas está el link con una fuente o libro. Se puede interactuar de otra manera. ¿Por qué le tengo que creer al historiador lo que afirma? Voy a la fuente, leo y veo si hizo una buena lectura o no. La credibilidad del conocimiento cambió y el lector no es tan pasivo.
—¿Qué debilidades tiene, en general, la construcción del conocimiento?
—Es una pregunta complicada y compleja. El conocimiento científico, tecnológico y la innovación están en revisión, por las responsabilidades sociales, y sus consecuencias éticas, morales y políticas. En cuanto a la inteligencia artificial, ¿quién gobierna lo que se produce y se investiga, y lo que no? Hay otros planos de los cuales la ciencia no puede dar cuenta, como sucede con lo emocional, energético y espiritual.
—¿Cómo está condicionada la ciencia por su objetivo inicial?
—Desde sus comienzos el ideal fue transformar la naturaleza, con el ser humano como un demiurgo de la realidad, para que sea como queremos. El ideal de control de la modernidad, casi concretado con la biología molecular y la genética, permiten clonar y transformar genéticamente árboles y animales. Es una perspectiva globalizada a medida que la ciencia es no sólo una forma de producción de conocimiento sino una cosmovisión. Sin embargo, por ejemplo, en el mundo chino se puede observar un cuadro donde está la naturaleza y el ser humano es chiquito, cuando en Occidente aparece exactamente al revés. Con el ideal de control surgió el capitalismo que dice que hay que producir y consumir más.
—¿Entonces?
—La pregunta es en qué medida la ciencia y la tecnología están articuladas a los intereses del sistema.
—¿Como la ciencia e industria médico-farmacéutica?
—El capitalismo es un sistema de producción infernal, sumamente eficiente en la cantidad, pero hay que ver el costo social, ambiental y económico.
Internet y la abundancia
—¿Qué es ciencia, hoy?
—Cuando apareció la ciencia moderna, siglos XV, XVI y XVII, se habló de la revolución científica, pero era uno o dos científicos solos que experimentaban. Evolucionó y con la Segunda Guerra Mundial, cuando se creó la bomba atómica, hubo un cambio de producción de la ciencia, con inversiones de miles de millones de dólares, y una infraestructura militar y civil con gran cantidad de seres humanos, “la gran ciencia”. Hoy hablamos de mega redes y conexiones entre grupos, lo cual cambió los instrumentos, costos de inversión y cantidad de investigadores.
—¿La tremenda abundancia de contenidos y accesibilidad es un problema?
—Humberto Eco lo dijo hace mucho tiempo: el problema de Internet no es la cantidad de información sino saber cuál es genuina y cuál no; se presume que es conocimiento pero ¿lo es? Vivimos en la sociedad del conocimiento pero también del desconocimiento. Con la inteligencia artificial cada vez se ven más cosas que no suceden en la realidad, no hay un deseo de saber si es verdad y la gente lo repite. Me gusta saber qué recursos utiliza “la gente de a pie” y los académicos para pensar su mundo y actuar. Antes eran la tradición oral, la radio, la escuela y ahora las redes sociales. ¿Cómo certificamos qué es genuino? Por eso nos encontramos con razonamientos delirantes.
—¿Desaprendiste, integraste?
—Con la madurez uno se da cuenta de que la vida es más compleja de lo que se piensa, con muchos matices, lo cual me llevó a ser más flexible. Fue un enriquecimiento, aunque hay momentos de ida y vuelta. Tuve momentos cientificistas, por considerar a la ciencia como la única forma de conocer, y después te das cuenta de que hay otras maneras. En paralelo siempre tuve una faceta metafísica (ver recuadro).
Enseñanza y posibilidades
—¿Cómo lidias, ante la complejidad del conocimiento, con estudiantes que no saben leer ni interpretar?
—(Risas). Eh…digamos. Doy clases en cursos de primero a cuarto año, de la facultad.
—O sea que tenés que enseñar a leer.
—Claro; hasta la escuela secundaria se debería aprender a leer de determinada forma; en la universidad los textos tienen otra densidad y complejidad, entonces hay que enseñarles a leer y comprender en términos académicos.
—¿Con qué realidades te encontrás?
—Con muchas dificultades de comprensión básica de los textos o dicen que “son muy largos”, cuando son cinco carillas. Generacionalmente hay muchos mundos.
—¿Se puede remediar o hay que adaptar las estrategias pedagógicas?
—Las redes sociales y tecnologías implican una permanente revisión de las formas de enseñanza. Doy clases en función del curso que tengo y veo las posibilidades, conversando, pensando y aprendiendo juntos, más allá de mi posición de autoridad cognitiva. Hay muchos mundos y hay que establecer canales de conexión.
—¿Se configuró una nueva forma de leer e interpretar, por la realidad virtual?
—Va cambiando desde hace muchos años. Con la aparición del mundo digital se dijo que era el fin del libro físico y sin embargo todavía está, pero al cambiar el soporte del texto implica un cambio de contenido y de la forma de lo escrito. Los libros digitales funcionan como libros y en la tablet no tenés el problema de dónde ponerlos. Hay un cambio en la lectura, aunque no soy especialista en ello. Uno comienza a leer un texto y se salta hacia otro, hay hipertextos y se es una especie de lector “salteado”.
—¿Tres libros que llevarías a una isla sin conectividad?
—Mitos de la luz, de Joseph Campbell; Los libros del Tao Te Ching, de Lao-Tse; y Elogio de la inactividad. Vida contemplativa, de Byung-Chul Han
—¿Qué fenómenos analizás con particular atención?
—La digitalización del mundo y sus consecuencias, el capitalismo digital. Estamos viendo que el billete físico desaparece. Los cambios son la inteligencia artificial, con crecimiento exponencial e impensado, la robótica y las computadoras cuánticas.
—¿Publicás artículos científicos?
—Sobre historia de la ciencia, de la química y de la bibliotecología en Argentina, y videos sobre filosofía, publicados en Instagram, Elgabimata, y en Tik Tok, elsenseifilosófico7.
La riqueza del tao frente a la cultura occidental dualista
El titular de la cátedra de Ciencia, Tecnología y Sociedad, de la Facultad de Ciencias Hídricas de la UNL, conoció la filosofía taoísta a partir de la práctica del tai chi, la cual modificó su forma de pensar, sin excluir el ámbito científico y académico.
—¿Qué te genera interés de lo metafísico?
—Le tengo miedo a la muerte, así que quiero saber sobre eso y cómo vivir de la mejor manera, fructíferamente y con sentido. Como no conocemos bien lo que es la vida tampoco sabemos bien qué es la muerte, o viceversa.
—¿Cuál fue la primera aproximación al “mundo oriental”?
—Vi una serie en Netflix que me interesó porque el protagonista hacía una especie de tai chi chuan, comencé a practicarlo, investigué sobre su filosofía, descubrí la ancestral filosofía taoísta y su libro más representativo, el Tao Te Ching, que emergió con la medicina tradicional china.
—¿Fue disruptivo?
—Sí, la idea del tao y el wu wei, que se expresa en las películas Kung Fu Panda, ya que quienes la hicieron se asesoraron muy bien, porque quisieron introducirlas en China. Está incluida toda la simbología.
—¿Qué significó el tai chi contrastado con el atletismo?
—Me hernié (risas), no sentí cómo y me operaron, aunque no sé si tiene que ver con eso, porque no eran movimientos tan intensos. Un amigo me dijo que pudo haber un bloqueo grande y comenzó a fluir la energía. Corté hasta que me recuperé y continué. Me interesó mucho el yoga, cuyo profesorado hice y encontré similitudes, y también hice un año de prácticas chamánicas, con Esteban Kipen.
—¿Qué relaciones estableciste con tu cosmovisión occidental?
—La mecánica cuántica tiende a entender lo micro con la cosmovisión del tao; siempre hay que poner entre paréntesis las creencias propias.
—¿Cuál sería el tao de la historia y la ciencia?
—Mi cosmovisión tiene que ver con esa forma de entender la realidad, por el yin y el yang como proceso de transformación. Por ejemplo, ver cómo dos argumentos se implican, porque no son opuestos sino complementarios, o son opuestos complementarios. El mundo en el que vivimos es relacional, y si hay altos, hay bajos. La naturaleza es como es y el ser humano la clasifica de determinada manera. La gente no es gorda o flaca, linda o fea, es como es y el sistema social clasifica, binariamente, mientras que el sistema taoísta no lo es, sino que es un proceso que pasa por diferentes momentos. Si bien hay dos extremos, cada uno contiene el inicio del cambio hacia el otro. Así se puede ver más diversidad que “alto y bajo”.