En días nada más quedará perfilado el tren bala de candidatos entrerrianos que a toda velocidad competirán en las elecciones PASO del 14 de abril. Una maroma de nombres quedarán estampados en las boletas de todas la coaliciones y partidos para ocupar cargos tan variopintos como conocidos: aspirantes a gobernador, intendentes, ediles, legisladores integrarán listas en busca de las preferencias del electorado, que por deber constitucional deberá ir a escoger en las urnas.
¿Dónde están las caras nuevas?
15 de febrero 2019 · 10:00hs
Los votantes oirán o leerán, por más que se resistan, toda clase de propuestas ligadas al bienestar de la República y las instituciones, en este caso de la provincia. También se hablará de obras, honestidad y probanza. Vayan sabiendo que las redes sociales serán literalmente invadidas de mensajes más o menos originales que serán fruto de mentes creativas al servicio del andamiaje electoral. Una profesión por cierto muy digna en tanto sea ejercida con lealtad. Más allá de ver, oír y leer lo que tengan que decir los candidatos, interpelarlos sobre temas de interés social puede ser la tarea si la intención es vivir bajo un sistema donde las autoridades son elegidas por imperio del voto a conciencia. La otra variante es, como dicen varios "elegir por elegir, total no me importa" y en ese "no me importa" terminan ganando los autoritarios.
Quizá esta sea una coyuntura para ir en busca de las tan mentadas caras nuevas, estrategia que cuando es aplicada con malicia sirve para enmascarar los vagones donde van los mismos de siempre.
Caras nuevas implica definiciones contundentes y precisas sobre temas de interés social, como la generación de empleo, producción, desarrollo, educación, salud, igualdad y seguridad. También es hacer uso del currículum de cada candidato atento a que suelen hablar demasiado bien en campaña, pero hacen más bien poco en la gestión. Entonces caras nuevas no es sinónimo de juventud sino más bien de coherencia –justo es decirlo– bien poco preciado en el ámbito político de la Argentina al menos desde 1983 a esta parte. De modo que una lista con gente que tenga qué mostrar según lo hecho en el pasado público y privado será una que valga la pena votar. La que acopie nombres con el espurio criterio de amontonar será una para desechar. Y ya todos saben que la tijera siempre está al alcance de la mano para hacer de una lista la serie de tiritas de nombres que a uno le quede más cómodo a sus puntos de vista.
Dicho de otro modo, cuando se entra a las urnas por lo común se vota un partido, un ideario digamos; pero también a seres capaces de plasmar esas ideas y cuando los nombres no tienen un archivo que los respalde es cuando el electorado advierte que han sido embaucados otra vez. Lo de las caras nuevas abona la necesidad de creer que es posible salir del entramado de caras viejas que ya lo han dado todo para que el país esté como esté; que cada quien haga la valoración que le plazca; y que cuando se piense en un cambio sea por la connotación positiva y jamás, como sucedió hace un puñado de años, por las ganas de cambiar sin saber que todo puede ser peor.