Tirso Fiorotto / De la Redacción de UNO
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Cómo cambiar los trajes que heredamos de aquellos abuelos
Los jóvenes argentinos que fueron asesinados en razón de sus ideales antes de marzo de 1976, los primeros que sufrieron la dictadura, no supieron jamás de qué se trata el 24 de marzo. Para ellos, el 24 de marzo no cambió nada.
La fecha sirve para recordar en un día a la dictadura y su ferocidad, pero es un reduccionismo: mucho antes pasaba ya lo mismo, y el partido en el gobierno que dio origen a la letal embestida capitalista seguirá, por décadas, haciendo como el perro que volteó la olla. Es que la historia no siempre cambia de un día para el otro. Hay momentos que son clave, como el 24 de marzo, pero no encierran todo un proceso sino que lo simbolizan. Entonces, el 24 representa lo que vino desde entonces, y lo que pasaba antes.
Las estructuras que dieron origen a la dictadura (sectores militares, de la curia, sindicales, políticos, empresarios, por derecha y por izquierda), nunca fueron desmanteladas o proscriptas por su atentado contra la vida, contra la comunidad. Y cómo hacerlo, si allí había vencedores y vencidos, víctimas y victimarios.
Pero el caso es que esa permanencia de estructuras cómplices deja las heridas abiertas. Lo mismo ocurre con la complejidad de la violencia, y un ejemplo de ello es el crimen de Rucci en democracia, que aparece en cada discusión entre militantes de uno y otro bando. La Argentina católica y capitalista, de economía concentrada y unitaria tiene fuerte arraigo en su historia. Con el tiempo, los defensores del sistema (casi todos los partidos políticos, empezando por los de mayor poder), irán admitiendo que alguien les allanó el camino un 24 de marzo, y alguien un poco antes.
¿Cuánto les deben?
Paradoja: los tipos más odiados de la Argentina, López Rega y Videla, sacaron del camino (y por la vía que conocemos) a muchos valientes argentinos que, en vida, jamás hubieran permitido que el capital financiero y otras multinacionales se adueñaran del país. Con López Rega, Videla y todo ese mundo de poder que ellos expresan, el desembarco de las multinacionales y los imperialismos quedó facilitado. ¿Cuánto les deben las multinacionales, los banqueros, los “acreedores”, las corporaciones, los grupos de poder que hoy mismo parasitan a los argentinos?
¿Qué vinieron a hacer, encabezando un avance capitalista, sino a sentar bases sólidas para el capitalismo de hoy, combatiendo desde el Estado a quienes resistían?
Hay que decir que los argentinos pusieron en jaque al régimen en varias oportunidades, en todo el siglo XX. Ya en 1976, en pleno auge del anticomunismo militante alentado desde el gobierno democrático con la Triple A, la alianza cívico militar sopló al gobierno tambaleante para agudizar y completar la tarea que ya venía realizando al amparo de las normas de la democracia (por aquello del aniquilamiento, que tantas discusiones aún provoca).
Hoy podemos suponer cómo se sentirían los que pretendían subvertir el orden capitalista, si vieran a gobernantes abrazados a multinacionales de los agronegocios, el petróleo, la minería, la banca. Y cómo celebrarían los defensores del régimen.
Sólo podemos suponer, los que resistieron fueron derrotados. Y ese tipo de derrotas se paga por muchas décadas. Malvinas es otro ejemplo. Las clases dirigentes parecen más permeables que el pueblo mismo, a la resignación. Veamos un ejemplo de la derrota: para que los presidentes se ufanen del crecimiento exponencial de sus bienes privados en los tiempos del hambre, alguien debió adelantarse a bendecir a los de arriba y alfombrarles el camino (de la miseria capitalista) con los pétalos rojos que ya sabemos. Y ese alguien debió paralizar el sistema inmunológico de la sociedad, que naturaliza las aberraciones, sea en dictadura como en democracia.
Para que las multinacionales se paseen y los dirigentes autollamados populares se sienten al lado de los gerentes a rozarles la piel, se adelantó alguien a marcar la cancha, a servir la mesa, y a anestesiar a muchos.
Para que los poderosos simulen peleas en un cuadrilátero pero no disimulen que los vestuarios son de Monsanto, las cuerdas son de Monsanto, el premio es de Monsanto, el banquito de la esquina es de Monsanto y su tropa, tuvo que venir alguien a pintar la historia completa, y a poner (por caso) medios masivos en manos apropiadas.
Ese alguien será luego odiado, puteado, sepultado por genocidio, lo que sea, pero se propuso una obra y los resultados están a la vista.
Luchas encadenadas
Decía el socialista entrerriano Raúl Fernández, y repetía luego Rodolfo Walsh, que las luchas son encadenadas, que los que hoy luchan deben conocer las luchas anteriores… (Sin detenernos mucho en esto, diremos que los nombres de organizaciones con pretensiones revolucionarias como Tupamaros o Montoneros, expresan esa conciencia del encadenamiento de las luchas). Nuestros militantes que resistieron la embestida capitalista lucharon en el aquí y ahora. Antes de ellos hubo muchos que sacrificaron sus horas, y hasta su vida, en la resistencia, y después de ellos sigue habiendo, en distintas organizaciones, argentinos valientes que luchan, trabajan, se esclarecen, respecto de la arremetida capitalista en su peor expresión, la del saqueo imperialista, aceitado por una sociedad que no sale del duelo.
Ayer miraba (como veo a diario) a dos jóvenes metidos en un contenedor de basura, en Paraná. Uno de ellos comía algo húmedo, y convidaba al otro que probaba y escupía.
Estos casos, por dolorosos que sean, sirven a la sociedad a manera de shock, para despertarnos de la anestesia. Debemos miramos desde una mayor distancia para analizar el destierro de tantos, el hacinamiento de tantos, el hambre de tantos, la acumulación de pocos. La concentración de riquezas, el despilfarro, el ataque decidido al ambiente y la biodiversidad con el cuento del progreso y el crecimiento, el gasto imposible de energía, el saqueo de las riquezas, la entrega de resortes principales a grupos poderosísimos del país y el mundo (los bancos por caso), o el juego de la deuda fraudulenta que siempre crece aunque se pague mucho; analizar las cosas a la luz de tradiciones antiguas de este suelo.
Es también la Argentina
¿A qué nos referimos? A la serenidad que da el contacto armonioso con el resto de la naturaleza, el intercambio de bienes, la reciprocidad, la complementariedad, el trabajo comunitario, la inclinación del hombre ante el resto de los seres (contra las fanfarronadas tan europeas y capitalistas de poner al hombre al mando de todo, y darle atribuciones para toquetear lo que se le ocurra, incluso la genética de las semillas, para luego patentarlas, es decir, aberraciones pocas veces vistas en la historia).
Si miramos nuestra historia reciente a la luz de la historia milenaria de Abya yala, quizá el 24 de marzo sea un símbolo del siglo XX, y de un siglo XXI que no ha podido sacarse el saco viejo. Recordar a los que estudiaron, comprendieron, lucharon, dieron la vida, e incorporar estos conocimientos como fibras de una trama compleja, milenaria. ¿Podremos hacerlo? ¿Y cuál será el ámbito?
Lo primero que nos dirán nuestras tradiciones es esto: lo que nos pasó no forma parte de algo que no sea la Argentina. El 24 de marzo es (también) la Argentina. Mal que nos pese. La misma Argentina de los Rivadavia, los Rosas, los Mitre, los Roca, la Argentina de las sanguinarias campañas al “desierto”, la Argentina de la Triple Alianza para matar al Paraguay. 24 de marzo, síntesis de la Argentina abortada. Pero expresión también de una resistencia que no muere.