Vivir bien y buen convivir, en armonía con la naturaleza: esa es la base de la sabiduría ancestral que expone David Choquehuanca, y un resumen de ella puede escucharse en el discurso de asunción de la vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia que pronunció el pasado 8 de noviembre.
Un remedio milenario nos sana por el soplo de Choquehuanca
Diálogo, hermandad, persona sin dueños, y un “nosotros” que es mucho más que la suma de individuos. No hay más que paz en los mensajes, nada que irrite o siembre enconos.
En los Andes y aledaños llaman suma qamaña, sumak kawsay al vivir bien; en la selva tekó porá, vivir bien y bello; en Entre Ríos se expresa ese modo de vida en la gauchada y las mingas (el trabajo comunitario y festivo); en la simbología de las aves, y en la hospitalidad islera que es una tradición aquí como la pausa, el sin apuro, siguiendo las estaciones del año.
Bolivia redescubre para el Abya yala (América) y el mundo un sendero de saberes. No se impone por las armas, tampoco por el dinero, llama desde las verdades de la tierra, y su palabra estrella no es confrontación: es consenso. Raro ¿no?
Nueva era
“Estamos en tiempo de volver a ser Iyambaé; es un código que han protegido nuestros hermanos guaranís; Iyambaé es igual a persona que no tiene dueño, nadies en este mundo tiene que sentirse dueño de nadies y de nada”. Esta expresión del flamante vicepresidente boliviano coincide con la más honda tradición del litoral. “Donde naide a naide es más, esa es mi ley de la igualdad”, resume Linares Cardozo en el himno Soy entrerriano.
Los saberes que recupera y transmite Choquehuanca encajan en tradiciones de nuestra región que, como tales, se pierden en el fondo de los tiempos, y perduran.
Lo diga o no lo diga, el aymara nacido a orillas del sagrado Lago Titikaka sigue el principio que enseñó Juan Chojné, el estar sin estar. Cumple para afuera ciertas reglas establecidas, pero guarda en su corazón el otro mundo ocultado. En Entre Ríos un centro de estudios resolvió hace algunos años desconocer la frontera con Uruguay por considerarla un atropello colonial, pero cumplir para afuera con lo que dispongan las aduanas, haciendo como que.
El discurso de asunción de Choquehuanca Céspedes no tiene puntos flojos. Los iyambaé son personas libres, sin amos, en comunidad. El boliviano invoca a los iyambaé y habla de un despertar cósmico: “Hoy Bolivia y el mundo vivimos una transición que se repite cada 2.000 años, en el marco de la ciclidad de los tiempos; pasamos del no tiempo al tiempo, dando inicio al nuevo amanecer, a un nuevo Pachakuti en nuestra historia (nueva era). Un nuevo sol y una nueva expresión en el lenguaje de la vida donde la empatía por el otro o el bien colectivo sustituyen al individualismo egoísta”.
Armonía
Lo más nuevo y novedoso en la política del mundo viene en la voz de lo tradicional, desde un pueblo menospreciado por indígena, con el principio de armonía dando respuestas a la destrucción de la modernidad.
Choquehuanca llega para manifestar a los pueblos. No se acredita una idea, no patenta un mensaje, no hace foco en personas particulares: se abre a los saberes de nuestros pueblos y los vuelca en un discurso sobrio y rebelde a la vez, nombrando modos, ideas, principios, preferentemente con las voces milenarias de este suelo, con actitud decolonial, anticolonial. No usa las expresiones propias de las universidades, y eso dice mucho.
Su apellido ya no habla del individuo sino de nuestra región, de un modo de mirar en el mundo, es un símbolo. Desde que ejerció de Canciller en Bolivia nos fue alumbrando rincones antiguos y vivos pero ocultados. Hay personas así en nuestras provincias, nuestros países; lo raro es que tengan alta responsabilidad política y ocupen esos lugares expectantes para difundir saberes imperecederos, como es su caso. ¿Cómo compatibilizar una doctrina indígena con el Estado y sus vicios, y con las presiones del capital? Habrá que ver, pero de entrada se sabe que Choquehuanca está con la naturaleza y no con los transgénicos, por caso, y que será todo un repecho sostener esta posición cuando lo que predomina en toda la región y en su propio país es el pragmatismo. Y es que los pueblos del Abya yala, interpreta Choquehuanca, buscan la complementariedad, es decir: no hay por qué someter a una semilla, a un pueblo, bajo el pretexto de la libertad de unos, desvinculados de los otros. Y en esa lógica, el vivir bien empieza por hacer bien. Qué dilema para los políticos. Qué difícil compatibilizar el estado con la comunidad.
Antes de la asunción oficial de los cargos, el presidente electo Luis Arce Catacora y el vice David Choquehuanca participaron de una honda y colorida ceremonia ancestral en la localidad de Tiahuanaco. Los amautas entregaron a Arce el símbolo del Sol que engendra la energía (el de nuestra Bandera argentina), y a Choquehuanca el Apu de la Luna, que simboliza el agua y la vida (apu: señor, protector).
El fogón
En lo que dice David Choquehuanca hay claves revolucionarias y también hay claves en lo que no dice. Como el discurso de punta a punta se sostiene en símbolos, y evita roces por asuntos del día, entonces no provoca fanatismos ni divisiones sino serenidad. Su palabra tiene un efecto comparable a la rueda de mate, al fogón. Si allí se cultiva el concepto de jiwasa: nosotros, no como suma o agregado de partes sino como todo, y por eso lerdo, paciente como el vuelo de una garza.
Un día le preguntaron a Choquehuanca si era indigenista y respondió que es indígena. Es cierto que nuestros países han tenido en la presidencia y vicepresidencia a personas con abuelas de comunidades originarias, esa no es una novedad. Lo singular en Choquehuanca es la recuperación de principios y saberes diversos de nuestros pueblos, no sólo aymara y quechua y guaraní que son los más cercanos a su vida sino de todos los pueblos del Abya yala (América), como base de su pensamiento. O “pensasiento”, como línea central para reconfigurar el pensamiento, descolonizarlo, curarnos de dicotomías, abandonar los prejuicios naturalizados y las jerarquías establecidas por la colonia en todos los órdenes, empezando por la educación y los ámbitos de poder. No se trata de recetas importadas a las que se le incorporen costumbres locales sino a la inversa: todo un mundo regional milenario, en el que tienen cabida pensamientos y modelos complementarios, de otras latitudes. En Choquehuanca fluye con naturalidad lo que hasta ayer se sentía incómodo en los discursos políticos, las expresiones que poseían una condición atópica, sin lugar. Es la arcilla, es el barro.
El discurso de asunción de David Choquehuanca es único. No nos sorprende, echa mano a una serie de conceptos que el dirigente ha ido escuchando desde la niñez y desmenuzando en decenas de encuentros en el mundo, pero aprovecha el momento institucional para desplegar esa doctrina coherente que parece dictada por la Pachamama.
Claro que en una exposición breve usa términos de nuestros idiomas originarios que en otros rincones no son comunes, e incluso suelen resultar llamativos en comunidades de su propio país que debaten significados, orígenes, como ocurre en cualquier comunidad viva. Entonces hoy podemos releer sus manifestaciones y para eso nos detenemos en algunas de esas palabras, que él usa como jalonando la doctrina.
Sin alaridos
Choquehuanca dice aruskipt’asipxañanakasakipunirakispawa; de él hemos aprendido esta invitación al diálogo sincero y obligado por una razón muy obvia: somos hermanos. No lo hace para lucir una palabra larga, lo hace porque siente en el corazón el llamado tradicional a la conversación, al entendimiento, a la búsqueda de puntos de confluencia. Su discurso no rompe, no acusa, no descalifica, al contrario: comprende, se abre, y admite que, de la comunidad integrada al resto de la naturaleza con su diversidad, no puede esperarse un bloque monolítico de pensamiento.
Veamos algunas expresiones (para luego entrar en su discurso completo): Achachilas, son espíritus tutelares, antepasados protectores de las comunidades y la naturaleza. El patujú es (junto a la cantuta) una bellísima flor nacional de Bolivia (en Paraná puede apreciarse en una casa de la esquina de San Martín y Mitre). La sola mención de esta flor es una mano tendida a posibles opositores que aprecian el patujú mientras que el partido de Choquehuanca está más identificado con la wiphala (no son incompatibles, por supuesto). El arcoíris tiene una presencia trascendente en nuestra cultura, con profecías incluidas que abarcan todo el continente, y materializado en los cuadrados iguales de la wiphala; lo mismo que la sagrada hoja de coca.
En algunos párrafos el vicepresidente repite con distintas palabras el mismo concepto, consciente de que hay disputas académicas en torno de los significados y a veces las posiciones políticas llegan a forzarlos un cachito para adecuarlos a las necesidades. Allin kawsay, sumaj kawsay, suma jakaña, suma qamaña, por caso (vivir bien, con matices).
Desde hace muchos años, e incluso durante el gobierno de Evo Morales, el vivir bien se enfrentó al predominio de las políticas extractivistas; Choquehuanca sabe que juega con fuego en el mundo y en su propio país.
Dice Pachamama (madre tierra en armonía), pachakama (orden universal); dice ayllu (milenaria forma de organización local con vínculos diversos, culturales, familiares, económicos, simbólicos, en un territorio). Dice ayni (relación recíproca entre grupos; comunitarismo). Dice minka (trabajo comunitario y festivo). Dice tama (gran familia que incluye a los seres diversos). Dice tumpa (cuidado del otro, estar atento a las necesidades de la vecindad). Dice qollqa (almacenes de granos). Dice saphi (raíz). “Somos como la piedra, somos kallawawa, somos cholke, somos sinchi, somos rumy (piedra), somos jenecherú, fuego que nunca se apagaba, somos de Samaypata (montaña sagrada), somos jaguar, somos Katari”, afirma. Y saluda en la despedida con el jallalla, tan propio de su región y tan entrador en todo el Abya yala: jallalla, por la vida, con todas nuestras energías al servicio, para que los propósitos se cumplan, es decir, con nuestro compromiso.
Así es como un boliviano hoy nos alumbra y nos inspira. Sin darnos cuenta, quizá, estamos en el centro mismo de un huracán, tan poderoso y lento huracán que una mirada ligera no capta. ¿No es eso el pachacuti? Algo muy hondo está ocurriendo en nuestra Abya yala para que de pronto se encienda esta luz. ¿Estamos en un ciclo que alumbra el camino de la verdad, el qhapak ñan, sendero de sabiduría e integración, tan distinto del divisionismo y de la fragmentación actual?
Sin estridencias, sin alaridos, como diría Jorge Méndez, Choquehuanca ha sabido hacerse sutil para que las fuerzas milenarias lo atraviesen y nos envuelvan con la brisa fresca de esta mañana.
Tercero incluido
No esperamos que un discurso pueda extenderse en digresiones, pero las bases del conocimiento de los pueblos a los que expresa Choquehuanca y a los que pertenecemos no es lineal ni dialéctica, no confronta: incluye. Esos saberes se basan en el tercero incluido, lo que Silvia Rivera Cusicanqui llama cheje y nosotros decimos bataraz; y esa filosofía trivalente conversa con la lógica llamada tetraléctica (que en geometría se expresa en una pirámide triangular, de cuatro lados). Pero Choquehuanca no se complica, habla sencillo. En términos generales, la visión indígena sigue siendo menospreciada en universidades, medios masivos, partidos políticos por derecha o por izquierda; de ahí que la energía de Bolivia prometa algo distinto y no una mera acción para una posterior reacción (que es lo habitual y que nos frena en un fracaso permanente). Choquehuanca dice algo cuando hace hincapié en el consenso en vez de la partidocracia e incluso la democracia, en la que una supuesta mayoría transitoria impone.
En recuadro aparte,fragmentos del mensaje de David Choquehuanca, que culmina con un canto a la vida, jallalla; una pieza memorable que archivaremos y releeremos de tanto en tanto para recordarnos el camino.
Palabras del pueblo : devolver la belleza
Lo que sigue es la exposición de David Choquehuanca en la asunción del cargo de vicepresidente. Fragmentos textuales, excepto en los subtítulos que son nuestros.
Con el permiso de nuestros dioses, de nuestros hermanos mayores, de nuestra Pachamama, de nuestros ancestros, de nuestros achachilas; con el permiso de nuestro Patujú, de nuestro arcoíris, de nuestra sagrada hoja de coca.
Con el permiso de nuestros pueblos, con el permiso de todos los presentes y no presentes en este hemiciclo. Hoy quiero compartir nuestro “pensasiento” en unos minutos. Aruskipasipjañanakasakispunirakispawa. Obligación de comunicarnos, obligación de dialogar, es un principio del vivir bien.
Los pueblos de las culturas milenarias, de la cultura de la vida mantenemos nuestros orígenes desde el amanecer de los tiempos remotos.
Los hijos hemos heredado una cultura milenaria que comprende que todo está interrelacionado, que nada está dividido y que nada está afuera.
Nadie atrás
Por eso nos dicen que todos vayamos juntos, que nadie se quede atrás, que todos tengan todo, que a nadie le falte nada. Que el bienestar de todos es bienestar de uno mismo, que ayudar es motivo de crecer y ser feliz, que renunciar en beneficio del otro nos hace sentir fortalecidos, que unirnos y reconocernos en el todo es el camino del ayer, hoy, mañana y siempre de donde nunca nos hemos alejado
El ayni, la minka, la tama, la tumpa, nuestra qollqa y otros códigos de las culturas milenarias son la esencia de nuestra vida, de nuestro ayllu.
Ayllu no solo es una organización de sociedad de seres humanos, ayllu es un sistema de organización de vida de todos los seres, de todo lo que existe, de todo lo que fluye en equilibrio en nuestro planeta o Madre Tierra.
No lograron apagarnos
Durante siglos los cánones civilizatorios del Abya Yala fueron desestructurados, resemantizados y muchos de ellos exterminados, el pensamiento originario fue sistemáticamente sometido al pensamiento colonial.
Mas no lograron apagarnos, estamos vivos, somos de Tiwanaku, somos fuertes, somos como la piedra, somos qalawawa, somos cholke, somos sinchi, somos rumy, somos jenecherú, fuego que nunca se apagaba, somos de Samaipata, somos jaguar, somos Katari, somos ahínos, somos maoríes, somos comanches, somos mayas, somos guaranís, somos mapuches, somos moxeños, somos aymaras, somos quechuas, somos hopis, y somos todos los pueblos de la cultura de la vida que despertamos larama; larama, igual: rebelde con sabiduría.
Hoy Bolivia y el mundo vivimos una transición que se repite cada 2.000 años, en el marco de la ciclidad de los tiempos; pasamos del no tiempo al tiempo, dando inicio al nuevo amanecer, a un nuevo Pachakuti en nuestra historia (nueva era).
Un nuevo sol y una nueva expresión en el lenguaje de la vida donde la empatía por el otro o el bien colectivo sustituyen al individualismo egoísta.
Donde los bolivianos nos miramos todos iguales y sabemos que unidos valemos más, estamos en tiempos de volver a ser Jiwasa: no soy yo, somos nosotros.
Jiwasa
Jiwasa es la muerte del egocentrismo, Jiwasa es la muerte del antropocentrismo y es la muerte del eurocentrismo.
Estamos en tiempo de volver a ser Iyambae, es un código que lo han protegido nuestros hermanos guaraníes, y Iyambae es igual a persona que no tiene dueño, nadies en este mundo tiene que sentirse dueño de nadies y de nada.
Desde el año 2006 empezamos en Bolivia un duro trabajo para conectar nuestras raíces individuales y colectivas, para volver a ser nosotros mismos, volver a nuestro centro, al taypi (punto de encuentro de las energías, espacio de consenso), a la pacha, al equilibrio de donde emerge la sabiduría de las civilizaciones más importantes de nuestro planeta.
Estamos en pleno proceso de recuperación de nuestros saberes, de los códigos de la cultura de la vida, de los cánones civilizatorios de una sociedad que vivía en íntima conexión con el cosmos, con el mundo, con la naturaleza y con la vida individual y colectiva de construir nuestro sumaj kamaña, de nuestro allin kawsay, de nuestra suma jakaña, que es garantizar el bien individual y el bien colectivo o comunitario.
Chacha-warmi
Estamos en tiempos de recuperar nuestra identidad, nuestra raíz cultural, nuestro saphi, tenemos raíz cultural, tenemos filosofía, historia, tenemos todo, somos personas, y tenemos derechos.
Uno de los cánones inquebrantables de nuestra civilización es la sabiduría heredada en torno a la Pacha, garantizar equilibrios en todo tiempo y espacio es saber administrar todas las energías complementarias, la cósmica que viene del cielo con la tierra que emerge de debajo de la tierra.
Estas dos fuerzas cósmicas telúricas interactúan creando lo que llamamos vida como una totalidad visible (Pachamama) y espiritual (Pachakama).
Al comprender la vida en términos de energía tenemos la posibilidad de modificar nuestra historia, la materia y la vida como la convergencia de la fuerza chacha-warmi, cuando nos referimos a la complementariedad de opuestos.
El nuevo tiempo que estamos empezando será sostenido por la energía del ayllu, la comunidad, los consensos, la horizontalidad, los equilibrios complementarios y el bien común.
Históricamente se comprende la revolución como un acto político para cambiar la estructura social, para así transformar la vida del individuo, ninguna de las revoluciones ha logrado modificar la conservación del poder, para mantener control sobre las personas.
Rebeldía y sabiduría
No se consiguió cambiar la naturaleza del poder, pero el poder ha logrado distorsionar la mente de los políticos, el poder puede corromper y es muy difícil modificar la naturaleza del poder y de sus instituciones, pero es un desafío que asumiremos desde la sabiduría de nuestros pueblos.
Vamos a promover las coincidencias opositoras para buscar soluciones entre la derecha y la izquierda, entre la rebeldía de los jóvenes y la sabiduría de los abuelos, entre los límites de la ciencia y la naturaleza inquebrantable, entre las minorías creativas y las mayorías tradicionales, entre los enfermos y los sanos, entre los gobernantes y los gobernados, entre el culto al liderazgo y el don de servir a los demás.
Nuestra verdad es muy simple, el cóndor levanta vuelo solo cuando su ala derecha está en perfecto equilibrio con su ala izquierda... Y exige que seamos individuos libres y equilibrados para construir relaciones armónicas con los demás y con nuestro entorno; es urgente que seamos seres aptos de sostener equilibrios para sí y para la comunidad.
Estamos en tiempos de los hermanos de la apanaka pachakuti, hermanos del cambio, donde nuestra lucha no solo era por nosotros, sino también por ellos y no en contra de ellos. Buscamos hermandad, no buscamos enfrentamiento, buscamos la paz, no somos de la cultura de la guerra ni de la dominación, nuestra lucha es contra todo tipo de sometimiento y contra el pensamiento único colonial, patriarcal, venga de donde venga.
La idea del encuentro entre el espíritu y la materia, el cielo y la tierra, de la Pachamama y Pachakama nos permite pensar que una mujer y hombre nuevos podremos sanar a la humanidad, al planeta, y a la hermosa vida que hay en él y devolver la belleza a nuestra madre tierra.
Qhapak Ñan
Volveremos a nuestro Qhapak Ñan, el camino noble de la integración, el camino de la verdad, el camino de la hermandad... el camino de respeto a la soberanía de nuestros pueblos. Hermanos y hermanas, para terminar: los bolivianos debemos superar la división, el odio, el racismo, la discriminación entre compatriotas. Ya no más abuso de poder, el poder tiene que ser para ayudar, el poder tiene que circular, el poder, así como la economía, se tiene que redistribuir, tiene que circular, tiene que fluir, así como la sangre fluye dentro de nuestro organismo, ya no más impunidad: justicia, hermanos. Pero la justicia tiene que ser verdaderamente independiente, pongamos fin a la intolerancia, a la violación de los derechos humanos y de nuestra madre tierra.
El nuevo tiempo significa escuchar el mensaje de nuestros pueblos que viene del fondo de sus corazones, significa sanar heridas, mirarnos con respeto, recuperar la patria, soñar juntos, construir hermandad, armonía, integración, esperanza para garantizar la paz y la felicidad de las nuevas generaciones.
Solo así podremos alcanzar el vivir bien y gobernarnos nosotros mismos.
Jallalla Bolivia.