Pablo Chacón/Especial para UNO
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Un género que no duerme
En Poesía estupefaciente, el escritor Germán Maggiori retorna a un universo de desclasados, ladrones, prostitutas de lujo, policías corruptos, drogadictos y vividores que pueblan doce cuentos no aptos para paladares sensibles a las emociones fuertes pero hipnotizados por personajes capaces de canalizar su agresión por vías poco convencionales, con los más diversos resultados.
El libro pasó casi desapercibido después de un debut notable, la novela Entre hombres, que retrataba con una frialdad quirúrgica las atrocidades posibles de las que ciertos personajes hacen usufructo por una noche de diversión o por un negocio oscuro. Maggiori nació en 1971 en Buenos Aires; es graduado en odontología y hace muy pocos días firmó contrato para publicar no sólo su primera novela (sobre la que advirtió Ricardo Piglia) sino las obras por venir, algunas en curso, otras cerca del punto final.
El supuesto cinismo que retrata el escritor incuba una moral de la vergüenza y el coraje que no están inmunizados contra el pánico ni la culpa. Por momentos, sus personajes se acercan al “perfil” del mafioso pobre, respetuoso con los niños, con ciertas mujeres, pero implacable con los rivales. Entre hombres es considerada una de las mejores novelas “policiales” de los 90 y, a juicio del autor, cuando escribió “ese libro pasaba mucho tiempo en la calle, salía mucho de noche, quizá demasiado, y a veces terminaba enroscándome con tipos medio pesados, que tenían un idioma propio, fascinante, que yo no encontraba estuviera reflejado en los libros que se leían entonces. Está bien eso que decís, creo que si esa novela tiene alguna virtud es la apropiación de esa voz salvaje (y para mí, encantadora) de los bajos fondos”.
En torno a su otra profesión, la de odontólogo, dice: “Creo que la mala fama de los dentistas está justificada; nadie sin una cuota moderada de sadismo podría ejercer esta profesión. Hay también un componente extra, más ligado a la violencia que provoca la experiencia, que es la que alimenta esas fantasías. En la facultad te enseñan que extraer una pieza dentaria se asocia inconscientemente a una castración. Entonces supongo que si estás enfrente de alguien que te hace sentir como si te fuera a cortar los huevos, lo menos que pensás es que es un ‘psico’, pero excepto Barreda y otros pocos, la mayoría convive con su bestia en paz”.