A los 20, Antonina Colignon se quedó sin opciones: necesitaba dos pulmones nuevos o no podía seguir con su historia. No le fue fácil: pasó dos años en un departamento a tres cuadras del Hospital Italiano de Buenos Aires, la operación duró 13 horas, la durmieron durante 10 días y estuvo seis meses más frente al nosocomio. Pero ahora se cumplió un nuevo aniversario de su regreso a Viale con la sonrisa que regalan las victorias. Dijo, porque lo tiene claro, que el apoyo de su familia y de tantas personas fueron claves para enfrentar a los fantasmas del trasplante.
Son jóvenes, enfrentaron los miedos del trasplante y hoy cuentan la historia
Antonina Colignon y Sebastián González recibieron órganos. Contaron cómo le dieron pelea a los mitos y fantasmas. Afirman la necesidad de que haya mayor información sobre los alcances de la legislación
Por Pablo Felizia
22 de julio 2018 · 09:18hs
Foto: UNO/Mateo Oviedo
Antonina tiene hoy 28 años, y retomó en 2015 sus estudios de Psicología en Paraná. La fibrosis quística, es una enfermedad sin cura que le afecta su respiración y su aparato digestivo. Al primero de los problemas lo solucionó con un esfuerzo admirable, al segundo lo enfrenta todos los días con un montón de pastillas y disciplina.
A ese trasplante llegó porque lo tratamientos ya no le servían más. Se despertaba de noche escupiendo sangre, respiraba con tubos de oxígeno. Eso que contó contrastaba con esa mujer parada en la Peatonal de Paraná, con un frío de 10° y la llovizna del jueves a la espera de la foto que acompaña esta crónica.
"Entonces no quería saber nada con el trasplante. Era donante, pero no tenía en mi cabeza la idea de ser receptora. Pensaba que a mí no me iba a pasar, pero me di cuenta que no daba más, vivía una vida horrible", dijo en el hall de UNO y cada algunas frases nombró a su psicólogo y al aporte de esta disciplina ante su problema.
Se mudó a Buenos Aires porque no podía demorar más de 30 minutos en llegar al hospital si sus pulmones nuevos llegaban. Con ella también se mudaron su mamá y su hermana, que dejó Medicina –Antonina contó que luego retomó y ya se recibió– ,y su padre que después de trabajar llegaba cada fin de semana. Así vivieron 24 meses. "Me había dado cuenta de que no tenía otra opción", reflexionó.
Pero los estudios salían cada vez peor y tras un neumotórax casi mortal pasó a la lista de emergencia; dos semanas después aparecieron sus pulmones. ¿Qué habrá pensado su padre durante las tres horas que le llevó viajar desde Viale a Buenos Aires, para poder aunque sea saludar a su hija ya en la camilla, a pocos metros del quirófano, el ring donde dio una de las pelas más importantes de su vida?
La intervención se complicó, duró más de lo previsto y Antonina se despertó 10 días después. "La fe me ayudó muchísimo", dijo y agregó con una tranquilidad pasmosa: "Ya no tenía nada que perder". Pensó que no iba a salir más, el postoperatorio fue complejo, pero se destacó el trabajo de la Terapia del hospital, un puntal que también la sostuvo.
Debió aprender a respirar y tras una nueva operación, comenzó a recuperarse
"Tuve una red social que me contuvo, porque mis amigos y mi familia iban para Buenos Aires. El estado de ánimo de quien espera el trasplante y en el después es importante porque influye en la salud, te venís abajo en un segundo; hay gente igual que yo que se vienen abajo, no los pueden sacar y se mueren", contó. El 7 de julio de 2014 Viale la recibió con afecto y el hecho quedó reflejado en las crónicas de entonces. En 2015, los médicos le permitieron volver a las aulas de la Universidad Católica de Paraná para retomar su carrera y cada tres meses debe volver a hacerse controles.
"Tenía miedo de que mi cuerpo rechazara los pulmones, no quería saber nada con tener algo de otra persona, pero una vez que lo decidí jamás pensé en eso y lo tomé como lo es ahora, como una parte mía porque gracias a eso puedo vivir mi vida normal. Jamás me pregunté si estos pulmones eran de otra persona. Por una cuestión de respeto no busqué a la familia –del donante– supe que era un chico de 16 años. Siento que si voy y me presento remuevo el dolor; pero si es la familia la que busca a los receptores acá estoy, muchas gracias", dijo. También tuvo otros miedos, como tener que volver a pasar por un trasplante. "Por eso me cuido tanto, el fantasma siempre está", contó y agregó: "Y nunca dije 'por qué a mí', dije: 'me tocó, vamos a pasarla y que salga como Dios quiera, pero vamos a para adelante'".
Si bien falta reglamentar, días atrás se aprobó la llamada Ley Justina donde todos los mayores de 18 años son donantes a no ser que declaren lo contrario. "Me parece buenísima", dijo Antonina y contó que en países donde el sistema funciona las esperas son de solo algunos días. "Se acortan los procesos. Respeto la decisión de no querer donar, pero que no sea tomada en base a mitos", dijo.
Los miedos a que los médicos dejen morir a un paciente por sus órganos, el tráfico, la posibilidad de estar vivos previos a la extracción son parte de las dudas cotidianas sobre el tema. "Pero eso se piensa porque no hay conocimientos. Es imposible el tráfico de órganos, o que te los saquen si estás vivo. Hay muchos procesos anteriores, los órganos no son para cualquiera y conociendo estas cosas los mitos se van". Antonina habló de una sociedad más abierta, con más información, más preparada. Y la mujer joven salió otra vez a la calle y se fue bajo el frío del invierno a continuar con la lucha.
El riñón de su hermana
El riñón que lleva Sebastián González era de su hermana Paola, una ama de casa que vive en Buenos Aires. Él trabaja en una fábrica del Parque Industrial de Paraná y durante un año y dos meses, tuvo que ir a diálisis tres veces por semana, durante cuatro horas.
Contó a UNO que a los 13 años, por una infección se descubrió que tenía un solo riñón y que padecía reflujos. Fue operado, pero estudios determinaron que la insuficiencia renal le complicaba su salud.
"Fue más por insistencia de mi hermana que me quería donar su riñón. Yo no quería por miedo a que le pase algo, a que ella no pudiera tener los cuidados que se requieren después", contó el muchacho, hoy de 33 años. Accedió porque él hubiera hecho lo mismo por sus cinco hermanos.
La operación se concretó el 20 de diciembre de 2016. Tuvo miedo, antes un poco y bastante después porque debía esperar a que el órgano funcionara. Más allá de algunas contras, todo salió bien. "La noche anterior hablamos los dos. Somos creyentes. Pedimos mucho a Dios y nos pusimos de acuerdo en eso. Después de la operación nos unimos más", contó Sebastián y agregó que los análisis no le salían del todo bien hasta que empezó a hablar con su hermana y lo hace siempre que tiene que ir al médico. Dio cuenta de la necesidad de contar lo que le pasa, de tener una ayuda para enfrentar los fantasmas. "Después de eso mejoraron mucho los análisis".
Reaprendiendo a vivir, terapia que fortalece
El grupo de terapia Reaprendiendo a Vivir llevará adelante una jornada gratuita sobre Donación y Trasplante de Órganos. Será el sábado 28, de 9 a 12, en la Vieja Usina de Paraná. La iniciativa es impulsada por Jimena Izaguirre, Samanta Tentor y Nicolás Eugas, y cuneta con el apoyo del Cucaier, Cudaio (Santa Fe) y la Cruz Roja.
Estos jóvenes desarrollan la tarea desde la Psicología con una experiencia que cumplió tres años. Formaron un grupo para personas que recibieron trasplantes. "La terapia de grupo es una de las posibilidades dentro de la Psicología y nos pareció una metodología que podía resultar. Hicimos un proceso que duró un año con resultados increíbles que nos llenaron profesionalmente", dijo Samanta Tentor. Este año renovaron la iniciativa y están preparados para darle el impulso necesario. Para eso organizaron esta jornada en la que disertarán Pablo Sors, Jorge Velázquez, Laura Beber, Juan Manuel Monti y los integrantes del grupo organizador. Brindarán herramientas e información confiable sobre la temática y su actualidad.