El insólito debate empezó con una noticia desmentida. Primero se corrió la voz de que aparecería un billete de 5.000 pesos, algo que fue enseguida desmentido por el propio presidente, Alberto Fernández. Más allá de que el billete no verá la luz próximamente, se publicó que el Banco Central tenía previsto que, cuando se hiciera, llevaría las imágenes del sanitarista Ramón Carrillo y la médica Cecilia Grierson, dos figuras centrales de la medicina nacional. En línea con el presente pandémico, se supone que el Instituto Malbrán ilustraba el reverso.
Ramón Carrillo, el médico que pese a ser un héroe es víctima de infamias
Hasta allí, todo más o menos normal, hasta la decisión de los medios de ignorar la desmentida oficial a una versión periodística.
Lo insólito surgió cuando Shimon Samuels y Ariel Gelblung, directivos del Centro Simón Wiesenthal para América latina, rechazaron la supuesta elección de Ramón Carrillo para el billete por sus aún más supuestas inclinaciones nazis. El tema fue retomado en seguida por el exsecretario de Derechos Humanos de Mauricio Macri, Claudio Avruj, y por un poco diplomático tuit de la embajadora de Israel en la Argentina, Galit Ronen. “Cuando decimos ‘Nunca más’ refiriendo al Holocausto, no hace sentido conmemorar alguien que, por lo menos, fue un simpatizante con esta ideología”, opinó Ronen sin entrar en precisiones.
El diario Página 12 dio cuenta del hecho y consignó que además de haber sido la mano derecha de Rubén Beraja, Avruj es dueño de la agencia de noticias de la colectividad judía Vis-a-vis junto a Guillermo Yanco, la pareja de la exministra y actual titular del PRO, Patricia Bullrich. La versión latinoamericana del Centro Wiesenthal también tiene una larga historia de colaboración con el PRO en sus intentos de transformar, contra toda evidencia disponible, la muerte de Nisman en un crimen de Estado.
El medio porteño también consigna que el mediático embajador del Reino Unido, Mark Kent, sumó uno de sus habituales tuits a la confusión general: “El nazismo fue el mayor mal del siglo XX. Condujo al Holocausto. La muerte de millones de inocentes. No debemos conmemorar a nadie que participó en este terrible episodio”.
La respuesta llegó primero por otro sector de la comunidad, el Llamamiento Argentino Judío, que en un comunicado repudió el “agravio a la memoria del Dr. Ramón Carrillo”. Califica de infames a las acusaciones de Avruj y las considera “una repetida afrenta a la memoria histórica de nuestra Patria, cuyo último objetivo busca asociar en forma inadmisible al movimiento nacional y popular con el fascismo. Llama poderosamente la atención, además, que la Embajadora del Estado de Israel haya decidido involucrarse en un tema vinculado a la imagen de un billete bancario argentino, sin siquiera requerir información académica a reconocidos historiadores israelíes como Raanan Rein”.
La mención al historiador no es inocente. Rein es actualmente el vicepresidente de la Universidad de Tel Aviv, donde además fundó y dirige el Centro Daniel Abraham de Estudios Internacionales y Regionales. Especializado en historia argentina, especialmente la del peronismo, también es miembro de la Academia Argentina de Historia además de antiguo presidente de la Asociación Latinoamericana de Estudios Judíos. Tiene más de 30 libros publicados (entre ellos Los muchachos peronistas judíos y Los muchachos peronistas árabes) y centenares de artículos en revistas académicas.
Otras respuestas llegaron de la mano del nieto homónimo de Ramón Carrillo, quien también por Twitter mostró una placa de regalo que le hizo a su abuelo, en 1954, el ministro de Salud israelí. En ella se lee: “A Ramón Carrillo, ministro de la Salud Pública de la República Argentina. Un pequeño recuerdo de la Salud Pública del Estado de Israel. Joseph Berlin. Jerusalem 3-V-1954.”
Resulta por lo menos curioso que la polémica sobre el “nazismo” de Carrillo recién apareciera estos días, cuando tantos hospitales e instalaciones médicas llevan su nombre. Obligado a exiliarse por la Revolución Libertadora, el creador del sistema sanitario argentino murió en la miseria en Belem do Pará, Brasil, el 20 de diciembre de 1956 con apenas 50 años.
El recorrido desde su Santiago del Estero natal a su muerte aparece minuciosamente retratado en la obra de su biógrafa, la historiadora Charo López Marsano. De sus trabajos, que merecen una lectura detallada, surgen la mayoría de los datos que estos días se conocieron.
También vale la pena revisar un trabajo mucho menos ambicioso de Matías Cañueto, Configuraciones de Género en Argentina (1930-1955), presentado en las Jornadas de Cuerpo y Cultura de la Universidad Nacional de La Plata, realizadas en mayo de 2008. En este artículo, que contrapone las visiones de Ramón Carrillo con las de Eva Perón, aparecen varias de las menciones que los críticos del sanitarista tomarán para ejemplificar su supuesto “nazismo”.
Llamamiento Judío sentó posición ante la polémica
El Llamamiento Argentino Judío también distribuyó una nota de su autoría sobre el tema, que merece ser reproducida completa:
Nacido en Ucrania en 1898, Salomón Chichilnisky llegó con su familia desde Odessa a la Argentina a principios del siglo XX en el marco del plan de la colonización agrícola del Barón Mauricio Hirsch, que buscaba solucionar el problema de las penurias judías en el imperio ruso.
Desde la colonia de Palmar Yatay, en Entre Ríos, empezó la trayectoria que lo llevó por el Colegio Nacional de San Isidro a la Universidad Nacional del Litoral en Rosario. Ya médico, en 1937 Salomón atendió a Ramón Carrillo por la hipertensión y le salvó la vida. Ambos colegas, paciente y terapeuta, trabaron una sólida amistad y Chichilnisky se transformó en un estrecho colaborador del ministro de Salud en el primer gobierno peronista. Entre los cargos que ocupó se destaca el de Director General del Servicio Nacional de Extensión Hospitalaria y Hospital a Domicilio. Lo de la supuesta admiración de Carrillo por Hitler nunca surgió en la larga amistad entre ambos.
¿De dónde surgió esta acusación contra Carrillo como admirador del führer? Ante todo, por la misma lógica que hace que si Perón estaba en Italia en tiempos de Mussolini, entonces necesariamente se convirtió en fascista. Entonces, si Carrillo visitó Alemania en los años treinta ¿no significaría necesariamente que se convirtió en nazi? La respuesta simple es no, tanto en lo que concierne a Perón como en lo referente a Carrillo. Por su brillante carrera académica, la UBA otorgó a Carrillo una beca de dos años para perfeccionar sus conocimientos en neurocirugía en Europa. Recorrió instituciones médicas en Ámsterdam, París y Berlín. Es probable que en Alemania haya presenciado un mitin con Hitler, como cuenta en sus trabajos la historiadora Karina Ramacciotti.
En 1933 Carrillo ya estaba de regreso en Buenos Aires. En su viaje, logró escuchar la oratoria de un dirigente alemán en sus inicios políticos. En aquel momento la mayoría de la gente no podía imaginar cómo iba a evolucionar la política del nacionalsocialismo a lo largo de los años 30, ni hablar de la Guerra Mundial, sus consecuencias catastróficas ni la hecatombe del pueblo judío. En 1935 Winston Churchill todavía pudo escribir: “Es en este misterio del futuro que la Historia declarará a Hitler como un monstruo o como un héroe”. ¿Eso significaría que tenemos que considerarlo a Churchill como tolerante hacia Hitler y el nazismo? Pero hay tres razones adicionales para esta acusación contra Carrillo y es necesario contextualizarlas para no caer en un anacronismo o en un intento de imponer ideas y conceptos de principios del siglo XXI a las posiciones de figuras públicas del pasado. Carrillo apoyó la neutralidad argentina en la Segunda Guerra Mundial. Pero esta posición la compartía aparentemente la mayoría de los argentinos. ¿Era pro nazi esta mayoría? Cuatro presidentes, dos civiles y dos militares, favorecieron esta política por diversas razones. Y de hecho, esta línea, que a partir de 1942 enfrentó a la Argentina con los EE.UU., servía los intereses de los británicos y aportaba a la supervivencia de la población civil bombardeada por los alemanes, con envíos de víveres desde puertos argentinos. Si hubiera declarado la guerra contra el Tercer Reich, los submarinos alemanes hubieran torpedeado los barcos en su camino hacia las islas británicas.
Y finalmente, Carrillo está implicado en la entrada a la Argentina de un oficial danés de las SS, Carl Peter Vaernet, que había trabajado en el campo de concentración de Buchenwald, experimentando con hormonas para “curar” la homosexualidad. Al menos 13 personas murieron con estos tratamientos. Demasiados criminales entraron en la Argentina, escapando de posibles juicios contra ellos en Europa. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el esfuerzo por reclutar científicos terminada la contienda fue común a muchos países y en este caso quizá haya influenciado la pertenencia de Carrillo a la escuela de neurobiología germano-argentina. Pero a Carrillo hay que evaluarlo ante todo por el lugar clave que ocupó dentro de la administración pública peronista por ocho años y su aporte crucial al desarrollo del sistema sanitario, la promoción de la medicina social, la construcción de cientos de hospitales, la reducción de la mortalidad infantil o de los muertos por tuberculosis. Por estos logros merece un homenaje; si tiene que ser sobre un billete o no, ya es otra historia.
Se forjó al calor del pensamiento nacional
Además del artículo de Raanan Rein (Ver recuadro Llamamiento...), el Llamamiento también distribuyó un reportaje al médico sanitarista Efraín Venzaquen, realizado en 2014 por Víctor Ramos y reproducido por el Instituto Argentino para el Desarrollo Económico. Se titula “La historia de Ramón Carrillo es la de un héroe y un mártir” y en él el entrevistado considera que “hay un antes y un después en la historia de la salud pública argentina desde la asunción del peronismo y el nombramiento de Carrillo como secretario de Salud en 1946 y elevando la estructura a rango de ministerio y designándolo ministro en 1949”.
—¿Qué nos puede contar de Ramón Carrillo?
—Ramón Carrillo fue a la salud pública lo que Sarmiento fue a la educación. Nació en Añatuya, Santiago del Estero, el 7 de marzo de 1906, y fue compañero de Homero Manzi en la escuela Primaria. Eso los vinculó más tarde con el grupo de FORJA, que gestó la expresión más alta del pensamiento nacional desde 1935 hasta la asunción del peronismo al cual se sumaron. La historia de Carrillo es la historia de un héroe y un mártir. Llegó a Buenos Aires en 1924 con sólo 17 años, a los 36 años ya era profesor titular de la Facultad de Medicina, de la que sería decano muy brevemente, luego se convirtió el mejor ministro de Salud de la historia argentina y por último murió perseguido, difamado y abandonado en un lejano paraje de Brasil acosado por terribles dolores físicos y del alma. Fue el más alto defensor de la creación de un sistema público de salud, que aún hoy no tenemos. Durante su gestión (1946-1954) creó más de 240 nuevos centros asistenciales, duplicando el número de camas hospitalarias y llevando la asistencia a los lugares donde antes no existía. Pero por sobre todas las cosas intentó planificar las políticas de salud ordenando los recursos y convenciendo a otros actores para que participen en cuanto les corresponda. Así fue que junto al máximo especialista en paludismo, Juan Carlos Alvarado, lograron eliminar este mal del territorio argentino.