De adolescente le atraían las magníficas imágenes que representan cada uno de los arcanos del Tarot y casi como un juego hacía lecturas, para ella y sus amigas, exclusivamente centradas en las posibilidades de que determinado enamoramiento tuviera una correspondencia. Con el tiempo encontró que la misteriosa baraja era una herramienta válida como guía en medio de la vorágine propia de la actividad artística en su taller. A la par de ello, y a la vista de los resultados evidenciados en las devoluciones de sus circunstanciales consultantes, decidió adentrarse en el estudio profundo, al igual que de la Kabbalah. La profesora Marisa Tosolino relata el proceso de cómo el arte y esas ciencias herméticas se cruzaron mutuamente.
"Elegí el Tarot, así como he elegido las telas y el cartón"
Por Julio Vallana
El dibujo y la naturaleza
—¿Dónde naciste?
—En Paraná, calle Italia… creo que soy correntina y vine a nacer acá.
—¿Dónde viviste la infancia?
—De calle Italia nos vinimos acá (calle Racedo, frente al ferrocarril) y a los 18 años me fui.
—¿Cómo era la zona por entonces?
—Maravillosa, tranquila y con mucho espacio para todo, además de que la casa de mis padres es grande. Afuera jugábamos al fútbol cuando venían mis amigos y viajaba en monopatín por calle San Martín. Del ferrocarril no tengo recuerdo.
—¿Era una especie de “borde” de la ciudad o ya tenía cierto desarrollo?
—Era bastante céntrico pero había caballos, que comían frente a casa y yo les daba zanahorias.
—¿A qué más jugabas?
—Hacíamos casitas en los árboles, me encantaba andar en los techos y jugar en el gallinero de mis tíos-abuelos. Tenía mucha conexión con la naturaleza.
—¿Qué actividad laboral desarrollaban tus padres?
—Mi padre fue buzo y luego trabajó en la Provincia, y mi mamá, docente de artes visuales pero siempre fue ama de casa.
—¿Desarrollaste alguna afición?
—Había una sana consigna que se debía respetar: hacer un deporte y algo de arte. Elegí natación y hockey sobre césped, me quedé con el hockey, y comencé a ir a los 6 años a los Niños pintores, lo cual nunca dejé ya que tenía talento y no me costaba.
—¿Materias predilectas de la Secundaria?
—Era vaga para estudiar y revoltosa.
—¿Te gustaba más el dibujo que la escuela?
—Sí, sí. Cuando me fui a estudiar Biología, a Córdoba, mis apuntes tenían dibujos fabulosos al costado.
—¿Leías?
—Siempre, amaba leer y era socia de la biblioteca del Círculo Médico.
—¿Los primeros libros influyentes?
—Mi planta de naranja lima, Bilem Bam Budin, El principito, y comics como Astérix, Intervalo y Nippur de Lagash, que para que te los compraran había que hacer varias tareas en casa.
La carrera y otro vínculo
—¿La vocación era la Biología?
—Quería ser bióloga; siempre andaba con bichos y cuando iba a nadar a la Toma traía (sapos) cururús.
—¿Qué te imaginabas haciendo?
—Sigo teniendo un vínculo afable con la naturaleza y soy vegetariana desde que pude hacerlo. No me fue grata la parte de disección. Tampoco tenía una buena base de Física y Química, fundamental para la Biología, entonces me cambié a Santa Fe a la Licenciatura en Biodiversidad; al segundo año entré al proyecto Yacaré y a la granja La Esmeralda, y me di cuenta de que no me hacía feliz. Mi vínculo con la naturaleza es más respetuoso.
—¿No pensaste en otras posibilidades?
—Tenía 20 años y no pensaba tanto (risas). Dejé, me dediqué a estudiar arte y me quedó pendiente una parte del desarrollo cognitivo, que ahora cubrí.
—¿Continuabas con el dibujo?
—Siempre, con las herramientas de ese momento: hice un centauro en papel; no se te ocurría comprar un bastidor.
—¿Lo mostrabas?
—No.
“Biblioteca de imágenes”
—¿Hay un hilo común desde que comenzaste?
—No, son transcursos y procesos, con diferentes temáticas y materiales. No había Internet ni tantos libros de arte. Recién cuando comencé a estudiar en la (Escuela Provincial de Artes Visuales Profesor Juan) Mantovani tuve un contacto estrecho y descubrí un mundo que me era invisible. Necesité mucha variedad antes de encontrar mi afinidad en cuanto a clases de relieve, formas y materiales. Me gusta la pintura pero para hacer hiperrealismo soy muy ansiosa y no tengo paciencia, entonces busco técnicas más afines a mi energía.
—¿Un formador importante?
—Tuve muchísimos, que respeto más como personas que como artistas, y gente que respeto como artista y no como persona. Vengo de la época de (Roberto) Favaretto y Julio Botta, profesores que trasmitían su poesía visual en las clases.
—¿Completaste la escuela de arte?
—No, la estoy completando ahora.
—¿Cuándo comenzaste a mostrar tus obras?
— En Santa Fe tenía mi espacio y taller, en 2002 me vine a vivir acá y comencé a hacer artesanías, como medio de vida y porque también necesitaba un cambio. Luego entré a trabajar en unas marqueteras de Buenos Aires e hice mi primera muestra en el Juan L. Me sentía como bola sin manija hasta cuando comencé a hacer las cosas que me nutrían,
—¿Te ayudó particularmente una corriente artística para ello?
—Cuando trabajaba en las marqueteras y viajaba a Buenos Aires tuve la posibilidad de visitar muchas galerías y museos, todo lo cual está a años luz de acá. Me brindó una biblioteca de imágenes que no tenía, si bien tenía muchos libros. Así me di el permiso de ser más libre para hacer mixturas de materiales.
—¿Considerás que lograste un estilo?
—Todavía considero que no lo tengo, no me preocupa definirme porque me hinché los huevos con eso durante mucho tiempo.
—¿Hay algo que ahora te inspire?
—Estoy buscando el sincretismo de lo nuevo con lo viejo, ya que todavía me encanta trabajar con telas. Comencé a hacer diseños muy sencillos para sublimarlos e imprimirlos sobre tela. Esos ensambles son riesgosos por las diferentes texturas.
—¿En tus obras hay algo de la Biología?
—Todo es Biología. Siempre apunto a líneas muy orgánicas y nada geométrico.
Otros lenguajes
—¿Cómo compatibilizaste eso con el diseño?
—Con el diseño y la edición me di cuenta que son lenguajes diferentes, y que necesitaba otra biblioteca de imágenes. Me maravilló la luz sobre la luz. Por ejemplo, cuando trabajás con el color pigmento, es pastoso, y a medida que le agregás lo es más. Entonces las luces no son transparentes. Cuando trabajás con veladuras (capas delgadas) no queda igual que cuando lo ves en una pantalla. Una fotografía en una pantalla es maravillosa porque trabajás la luz sobre la luz, y los brillos son más intensos.
—¿Qué más te aportó el diseño a lo artístico?
—Encontré que las cosas viven. Podés hacer hasta un gif (formato de intercambio de gráficos) y vive. El manejo de lo audiovisual es maravilloso y el arte contemporáneo tiene muchísimo de todo eso. Hago cosas sencillas en diseño 3D que me divierten.
Juego y autoconocimiento
—¿Cuándo descubriste el Tarot?
—Viene de cuando era muy chica. Miraba Gilgamesh (el inmortal) quien le rezaba al dios Abraxas, y yo quería a ese dios. A los 16 años comencé a ir a Metafísica, guiada por mi hermana mayor; siempre me gustaron las cartas y me llamaban la atención. Comencé a curiosear qué me era más afín, tal como la lectura de manos, de la borra del té y otras mancias. Me gustó el Tarot y compré un libro que traía las cartas; comencé con el egipcio y me quedé con el de Marsella. Lo hacía para mis hermanas y amigas, y siempre para saber “si me iba a dar bola o no” (risas). Lo hacía para pelotudear pero cuando comencé a ver los resultados lo tomé más en serio, estudié la Kabbalah, la incorporé para ver qué energías se podían manejar y nutrirme como herramienta de autoconocimiento.
—¿Y en cuanto al aspecto predictivo?
—Es una herramienta de información que se puede utilizar como predicción, pero me especializo en autodescubrimiento, también a través de la Astrología.
—¿Qué fue lo primero que te reveló sobre vos para que lo tomaras “más en serio”?
—No recuerdo. Lo elegí de la misma forma en que me gustaron las telas y el cartón como material para trabajar algunas cosas. Me encantaría decirte algo interesante pero no (risas). Me gustó.
—¿Tiene puntos de contacto con el trabajo artístico?
—Cuando trabajás sola tanto tiempo en el taller llega un momento en que tu cabeza se satura, y si no hacés un ejercicio físico o tenés un método que te descanse, te enloquecés. Al principio utilicé una especie de meditación para pensar más lento, y utilizaba el Tarot y la Kabbalah para que me guíe, y me aportara su energía. Luego me inspiró para continuar buscando en determinado camino.
—¿Cómo fue la primera lectura formal, cuando ya conocías la estructura y funcionamiento del Tarot?
—Fui ampliando. Una amiga de Santo Tomé se juntaba con otras, hacíamos trueque de productos y mi servicio era la lectura. Es la primera vez que lo ofrecí como tal.
—¿Y fuera de ese círculo?
—Hace 10 años, cuando comencé a tirarle a las amigas de mi cuñada y estuve más segura. Siempre lo he hecho en ambientes contenedores.
Preservar “cosas mágicas”
—¿Cómo le explicarías a un escéptico?
—Le diría que se fije en los resultados y que indague. No lo puedo convencer desde un principio. No me creas, a los hechos me remito.
—¿Por qué funciona?
—Según cómo esté tu energía en ese momento es cómo se expresarán las cartas, para poder observar en qué proceso estás y hacia donde te dirigís. Es magia, hay cosas que no tienen una explicación formal o que le quita la poesía. A las cosas mágicas, conviene dejarlas así.
—¿Cuál es el arcano (carta) que más te impresiona como artista plástica?
—El loco y el mago me encantan, son fantásticos, tal vez porque en este momento estoy vibrando en esa energía. Aunque, obviamente, me gustan todas.
—¿Lo seguís utilizando como pausa cuando estás trabajando en el taller?
—No, porque logré pensar lento y tener esa paz mental que necesitaba. Cuando me acelero, tomo una pausa y vuelvo a mi equilibrio.
—¿Tenés una obra propia que refleje algo de la baraja?
—No, tengo obras en las cuales se reflejan cada una de mis facetas espirituales o aprendizajes; con una imagen, dibujo o acuarela hice una especie de síntesis de ellas y fui armando libros.
La Kabbalah y las energías
—¿Entendiste la esencia de la Kabbalah, considerando su complejidad?
—Algunas cosas me resonaron y otras no. Cuando se me tornó tan estricta y me quitó la libertad, me fui, porque si las cosas son muy rígidas no las disfruto.
—¿Qué otro aprendizaje además de aquel aspecto energético?
—Eso, las energías de las sefirot (emanaciones que crean la realidad física), cada una de las instancias del árbol de la vida (representación de todo lo conocido), incorporarlas y verificar que sirven y que se pueden expandir. Permite que la mente se vuelva más brillante y deje el terreno de la sugestión.
—¿Estás dando talleres o formaciones?
—Estamos elaborando una síntesis de Tarot, Kabbalah y Astrología, destinada a conocer los diferentes estados de energía del Universo y así poder entender determinadas situaciones.
“La podés pifiar como cualquier hijo de vecino”
La profesora Tosolino se refiere a los tarotistas que no predijeron la pandemia y que incluso adelantaron un año de buen augurio, y también opina sobre la lectura de cartas a distancia.
—¿Qué opinas de las lecturas vía Internet?
—He tenido muy buenas devoluciones y tienen que ver con lo que pregunta la persona en el momento. Pero hay cosas que las tiene que responder la propia persona.
—¿Y los sitios donde se eligen cartas y en función de eso hay una respuesta automática?
—He jugado a eso.
—¿Y?
—Está bueno, pero el Tarot es un proceso mucho más cadencioso. En ese juego se pierde mucho la vivencia y la información que se genera para quien hace la lectura en forma presencial.
—Por estos días algunos tarotistas mediáticos fueron cuestionados por la falta de “visión” respecto a la pandemia y porque incluso hicieron “predicciones” de aconteceres muy auspiciosos. ¿Qué opinás a la luz de la realidad actual?
—Si la pifiaste, la pifiaste, como cualquier hijo de vecino (risas). Como te dije, me he especializado más en el aspecto de la evolución personal. Según las energías será lo que inconscientemente pedís y se expresará en cada una de las cartas. En febrero y marzo, a dos chicas de confianza a quienes les hice lecturas les dije “no se te viene linda”. Pero nunca hubiera podido imaginarme limpiando un paquetito de Don Satur con alcohol en gel (risas).
—¿Te has sorprendido por algo que te informaron las cartas de vos?
—No recuerdo. Aunque sí me han contradicho cuestiones de sentido común que yo tenía. Las cartas me decían otra cosa y fue como finalmente sucedió. Así lo fui respetando cada vez más.
—¿Te reservaste de decir determinada información a quien consultaba?
—Sí, sí; hay cosas que son preferibles no decirlas. Si no suma, ¿para qué?